Unos créditos de letras blancas romanas y bastante grandes, como para poder leerlas sin gafas en su eventual pérdida, un fondo negro, una entrada sobria. Cuatro, cinco, seis, grandes nombres gigantescos aparecen en pantalla y se disuelven en una cámara en plano abierto que recorre suavemente el diálogo de dos hermanos que van hacia un muelle a revisar un barco que quieren comprar, la ansiedad les brota por cada poro de su cuerpo y son dos niños tratando de comprar un juguete multimillonario y excéntrico.
El ambiente es turbio, mientras las imágenes son saturadas con una hermosa fotografía de alguna locación en la campiña británica, los acontecimientos se vienen enredando más y maás hasta lograr un estado de tensión máximo donde por fin tiene coherencia esa musicalización intrigante y casi mezquina.
El nudo no aguanta más y el cielo se quiebra en una inocente llovizna veraniega, en otras ocaciones refrescante y calmante, en esta oportunidad, ácida, cálida, furibunda y amarga.
Está claro que cuando Allen no hace comedias, tampoco hace melodramas, desarrolla un drama angustiante dentro de tramas intrincadas que nos llevan a unos enredos mentales y unas dialécticas internas sobre moral, cuando entre la espada y la pared empezamos a apoyar a un anti-héroe que puede ser un predicador de mentirillas, un ladrón, un apostador compulsivo pero varias veces ha sucedido que ese ladronzuelo termina siendo un asesino y es cuando la cosa se nos complica bien adentro (o bueno por lo menos a mi sentirme apoyando este tipo de personas me parece inaudito).
Ahora bien, aunque disfruto mucho las comedias de Allen y sus pelis seudo-policíacas, su toque burlesco en sus intrigas estadounidenses estaban bien pero esta nueva etapa se me antoja exquisita. Este tipo de pelis me recuerdan los clásicos thrillers y sus maestros en Inglaterra, Francia e Italia.
Finalmente, esos nombres en la marquesina que resaltaron al instante son Ewan McGregor, Colin Farrell, Sally Hawkins, Tom Wilkinson, Philip Glass en la música y obviamente Woody Allen en la dirección.
Genial.
Woody Allen es un excelente contador de historias.
Nota personal. La mejor frase de la peli “…no puedo pensar más en eso, mejor disfrutemos nuestros tragos” 😉
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