El thriller del español Rodrigo Cortés puede llegar a redondear un sólo calificativo: estresante. La tensión del protagonista de estar dentro de un cajón porque fue enterrado vivo, aparece desde el primer momento y se extiende mucho más de lo que uno se imagina.
La tensión se aumenta por la ansiedad del espectador de no saberse en su sitio, de preguntarse a cada instante si Ryan Reynolds va a lograr salirse de ese aprieto, si se le va a acabar el oxígeno, la pila del celular, ¡no! ¡Tenaz! Si en Devil habíamos apostado a una alusión de Sin Salida de Jean-Paul Sartre, en esta peli el tema es aún más acertado.
La peli la trajeron a salas pero lastimosamente no la pude ver. Unos amigos me la recomendaron y me atreví a verla, no es mala, puede llegar a ser demasiado tensionante como para calificarla de entretenida pero definitivamente si es una buena factura.
Cortés es un director joven dedicado a los cortos, llevaba antes de Buried, cinco y sólo un largo llamado Concursante en 2007, con un buen promedio de popularidad. Siguiendo su ópera prima, este es su segundo largo y lo desarrolló con una producción mezclada entre españoles y Hollywood, muy parecido a The Machinist de Brad Anderson. La peli ya se ganó un National Board of Review por mejor guión de Chris Sparling y fue escogida para presetnación oficial en Sundance. El gran logro de Cortés, es haber tenido una pieza interesante, tensionante hasta el último aliento de la peli y sobretodo haber asegurado un segundo proyecto en Hollywood llamado Red Lights, esta vez escribiéndolo.
Para rescatar la formidable cinematografía de Eduard Grau que con unas limitantes tan fuertes y unas especificaciones tan cerradas ha logrado un manejo de cámaras y secuencias de planos demasiado buenos.
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