Me vi tres pelis que pueden armar un pequeño ciclo llamado la vida en los objetos inanimados: Rubber, The Little Shop of Horrors y Reflexões de um Liquidificador. Tres cintas que contemplan el alma en objetos que generalmente son naturalezas muertas, bodegones en la vida real pero que gracias a la creatividad de los realizadores se vuelven protagonistas de historias cinematográficas.
Rubber de Quentin Dupieux es una peli interesante que nos aterriza en una hipótesis sobre el sinsentido en el cine. Como primer deber, Dupieux se dirige al público, en general, y al público espectador para aseverar que la cinta que vamos a observar es un homenaje a todos los giros cinematográficos que sin razón alguna dan dirección, estructura y fundamento a cualquier pieza en el cine. Hablo de dos públicos porque la historia está dirigida per sé a todos los que estamos al otro lado de la cámara pero también a un grupo de personas testigos de la historia que se está narrando y que son denominados, así mismo, la audiencia.
Dicho esto y dispuestos todos los protagonistas en escena, Rubber se centra en la historia de un neumático que despierta en un desierto y tambaleante emprende camino hacia su destino. Descubre la necesidad de sobreponerse sobre sus semejantes y en este acto desarrolla una especie de telequinesis cuando se enfrenta a la frustración de seres que no son fáciles de pisotear o dominar. Conejos, cuervos y seres humanos encabezan una lista de víctimas a las que vemos sus cabezas estallar frente a la pantalla. Una delicia para los amantes del horror.
La temática «gore» y el absurdo de las pelis de bajo presupuesto es abordado de una forma genial a nivel de crítica tanto hacia el espectáculo como tal, así como también para la audiencia que se comporta de manera morbosa e insensible frente a los eventos en pantalla. Rubber no es entonces la historia de una llanta asesina, esto la haría tan sólo una peli más del género, un tanto aburrida y que podría archivarse fácilmente con el resto de sus semejantes. Rubber es una peli, si de bajo presupuesto, con una temática típica de la serie B, con algo de horror, gore y suspenso pero es más un proyecto con una cinematografía impecable, unas actuaciones propias del género y una excusa divertida. Es un tanto pretensiosa pero el juego del sinsentido es inagotable hasta el último cuadro.
Dupieux es mejor conocido como DJ bajo el alias de Mr. Oizo y él mismo es el encargado de hacer la ambientación y la composición de música original para la peli. Al ser un músico el encargado de esta función -y no un ingeniero, por ejemplo- el diseño de sonido es impecable, y muy elocuente por cierto, una combinación que logra un elemento extraordinario que no veíamos tan claro posiblemente desde Star Wars el tema que acompaña la figura maligna; en Rubber, Dupieux es evidente que compone un estribillo para la figura antagónica que aporta desarrollo al carácter del protagonista. Es extraño, estoy hablando de una llanta y sin embargo el escritor-director logra aportarle esa personalidad a este elemento inanimado de tantas formas posibles que hace muy interesante el resto de la pieza si uno logra alejarse de la obviedad comercial de su naturaleza. Su lanzamiento fue nada más y nada menos que en Cannes de 2010, fue fiel a su origen y tanto su temática base como su cartel espantaron a los críticos pero es hora de darle una oportunidad justo cuando empiezan a rotarla en los ciclos independientes de Cinemax.
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