Al mejor estilo del medio oeste americano, Jeff Nichols nos introduce en el primer filme de su portafolio, dentro de una historia en lo profundo de Arkansas, con toda su idiosincracia y su profunda calma. Casi asfixiante.
Los protagonistas son tres hermanos llamados Son, Kid y Boy Hayes; en principio, resulta curioso el hecho de que los hayan nombrado de esa forma pero luego es profundamente inquietante la capacidad de negligencia para que un padre pueda haber llamado así a sus hijos. En el evento del funeral del progenitor, se esclarece el pasado alcoholizado del difunto y el desprecio que existía hacia ellos; él y su madre «llena-de-odio» lograron aislarlos de cualquier educación y condenarlos a trabajos de exigencia física porque parecen no servir para nada más.
Son Hayes, interpretado como siempre excepcionalmente por Michael Shannon, no vive en paz y está dominado por su pulsión hacia las apuestas y el juego. Su esposa se inclina por abandonarlo y su joven hijo de aproximadamente ocho años parece no entender nada del asunto al vivir tranquilamente en un pueblo donde no pasa mayor cosa. Por el mismo estado de quietud, llama inmediatamente la atención del espectador las cicatrices que Son aguanta en su espalda; nadie las nombra, todos las observan y todos las comentan, nosotros sólo sabemos que son producto de cuidar a sus hermanos. Punto.
El ambiente altamente volatil entre los hijos cristianos del padre y los descuidados hermanos termina en una riña a causa de un fuerte pero honesto discurso de Son el día del funeral de su padre. Esa chispa fue suficiente para explotar el duelo que termina en sangre y que como testigos vaticinamos como una gran venganza. Los ignotos hermanos parecen sentenciados a extinguirse en este fuego abrasivo pero Nichols nos ofrece una opción, una lección de tolerancia que hasta el mismo final no sabremos si es aceptada por uno y cada uno de ellos.
Nichols ya nos había maravillado con otro drama crudo y áspero con Take Shelter, su segunda pieza también protagonizada por Shannon. Siendo esta su primera peli nos demuestra de qué está hecho, con una pasmosa narración lineal y una obra en cinco actos. El primer acto fundamenta los sólidos establecimientos de la trama; el segundo, se toma su tiempo para describir y perfilar psicológicamente a los personajes principales; el tercero, reaviva el fuego de la trama con un interesante nudo; el cuarto, aparece como el desencadenamiento del apocalipsis para estas dos familias; para, finalmente, en el último acto definir un desenlace de final abierto donde la esperanza de que todo salga bien es tan frágil como la tolerancia misma de cada uno de sus personajes.
Nichols de un sólo golpe logra irrumpir en varios festivales como un niño prodigio. Gana Austin, Seattle, Newport, en círculos bastante independientes, así como, también obtiene reconocimiento en Chicago y los Spirit de 2008.
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