Life in a Day es un proyecto dirigido por Kevin Macdonald (The Last King of Scotland, Marley) producido por Ridley y Tony Scott (ScottFree) bajo una invitación abierta hecha en YouTube a principios de 2010.
Las reglas de juego era grabar los momentos acontecidos durante el siguiente 24 de julio y responder a unas sencillas preguntas propuestas por el realizador y los productores de la pieza. Al final, hubo 4.500 horas de archivo de video cuyo origen eran 192 países y más de 80.000 aplicantes.
La obra la observamos con detenimiento con Roxana Martínez en Netflix y mientras ella pensaba que el proyecto era aburrido, a mi me enloqueció la sensación de estar escuchando una bestia de mil cabezas que hablaban al unísono. Es cierto, el ritmo percutivo y progresivo de la cinta banaliza muchas de las situaciones pero también permite que aparezcan pequeñas tonalidades que florecen en el momento indicado.
Si sólo el material es interesante per sé, describiendo la voz de la humanidad sobre unas preguntas sencillas como qué desayunas, qué amas o a qué le tienes miedo, la totalidad de la pieza se vuelve aún más impresionante cuando se trata de hilar esas voces con algo de armonía por algo más de una hora y media. El aburrimiento puede proceder del hecho que la peli no ofrece nada distinto a la unión convencional de una serie de videos concatenados -que podría decirse son los mejores dentro de los escogidos pero sencillamente fueron los que mejor le funcionaron a la producción para su cometido- y que precisamente atacan la atención del espectador con un ritmo apabullante o abrumador; lo interesante es encontrar esa melodía, esa estética básica de cada cultura del mundo -o por lo menos aquellos que tuvieron acceso a una cámara, a YouTube y pasaron el filtro de los productores- que aportan caras reconocibles dentro de este gran coro de voces.
En ciertos momentos, abstrayendo la forma de la pieza, se pueden experimentar escalofríos de sentir precisamente eso, que la humanidad está hablando, que se manifiesta, no de una forma natural sino como cuando a veces bíblicamente el diablo se refiere en primera persona del plural y afirma que «somos legión». Una sensación increíblemente conmovedora aparte claro está de las particularidades de ciertos discursos que sobresalen porque están llenos de drama, emotividad, melodramas sobreactuados o a veces mucho dolor.
Kevin Macdonald tiene un talento increíble en la factura de sus documentales pero creo que aparte de lo grande de la convocatoria, de la riqueza del material recibido o el mismo ingenio del autor para crear la historia, este es un ejemplo de un gran y épico montaje. El responsable es el editor Joe Walker que emprendió una empresa TI-TÁ-NI-CA al tratar de darle forma a todo el archivo y, por lo menos dar la sensación, que los más de 80.000 aplicantes tuvieron un segundo y una oportunidad de comunicarle al mundo algo.
A veces es una lástima que la fragmentación de la obra nos muestra unos cortos increíbles que pudiéramos o quisiéramos ver con más profundidad pero el formato no lo permitió. Al igual que se afirma que somos fenotípicamente tan diferentes que al final somos iguales, Macdonald, ScottFree y Walker con su pieza afirman lo mismo pero en un acorde de miles y miles de personas compartiendo su cotidianidad.