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Widows

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Cuando uno se refería, no hace mucho, a Steve McQueen uno pensaba en persecuciones, acción y mucha emoción, gracias a que en el portafolio del nacido en Indiana se encuentra The Great Escape, Papillon, The Towering Inferno y, por supuesto, la así denominada persecución automovilística más intensa del mundo del cine, Bullitt. Pero ahora (sobre todo porque el actor lleva casi 40 años de muerto), su homónimo ha retomado la voz de los cinéfilos como un director serio y de culto.

Por eso cuando escuchamos que McQueen, el director irlandés, saca una nueva pieza en cartelera llamada Widows y que tiene como reparto a Viola Davis, Michelle Rodriguez, Elizabeth Debicki y Liam Neeson, pues uno se hace a la idea que es otra historia de método, dramática y bastante seria. Hasta este punto uno tan sólo llega a intrigarse porqué no aparece Michael Fassbender en esta lista, su actor fetiche durante toda su ópera prima.

Aún así, no bien se expone el planteamiento de la historia, algo no cuadra. A Neeson se le junta Jon Bernthal, Garret Dillahunt, un tal Manuel Garcia-Rulfo y Colin Farrell. El reparto, la trama y el tono parece ahora más la esencia de Taken, The Grey o Unknown. Presenciamos lo realmente insólito de esta pieza: Steve McQueen, el director de culto dramático irlándes está desarrollando una peli tipo Steve McQueen de Indiana. Una «heist-movie». Boquiabiertos y sin aliento presenciamos esta maravillosa experiencia. Ya no importa nada. Importa todo. Cómo se desenvuelve McQueen en unas arenas movedizas como estas y si logrará salir adelante de su zona de confort, son las dos dudas que revuelan nuestra mente.

La historia es sencilla. La peli se llama ‘viudas‘ por las esposas de unos malhechores a quienes algo les sale mal en su último trabajo y terminan muertos. Las deudas las aquejan y deciden continuar con el siguiente trabajo planeado en agenda. Punto. Un planteamiento directo.

Hay escenas que sobresalen por su peso. La relación de Veronica (Davis) con Harry (Neesom) está cargada de una imaginería exquisita. Artilugios completos de McQueen y Sean Bobbitt, que repite como su director de fotografía, así como, Joe Walker cierra este triángulo al ser otra vez el encargado del montaje (Hunger, Shame, 12 Years A Slave). Aún así, por sobre todo el material, me queda grabada una escena en particular; Jack Mulligan (Farrell) es un candidato como edil del Distrito 18, después de dar un discurso mediocre en un lote baldío y de ser inquirido por un molesto periodista sale corriendo a su carro; la escena se torna un plano secuencia con voz en off entre Mulligan y su asistente personal (Molly Kunz); el diálogo es tan cercano a la aclamada escena entre El Cura y Bobby Sands de Hunger; no hay cortes, todo se elabora en los tonos y la interacción de respuestas entre los actores, cada uno se alimenta del otro y es cuando por primera vez el personaje de Kunz se descuaderna y discute de tú-a-tú con Mulligan. Para mí esta escena paga la boleta. Además que la simbiosis entre McQueen y McQueen es completa porque esta escena parece parte de una persecución.

Entrelíneas, dejando atrás la historia del robo (que no deja de ser anecdótica), McQueen tiene un discurso político fuerte. Por un lado, sigue trabajando con irlandeses, parece un dato menor pero hay una respuesta de origen en su declaración. Luego, más hacia adentro, hay una crítica hacia los políticos de origen irlandés en su forma de presionar y de conseguir sus términos, casi que la metáfora se hace directa con JFK. Y finalmente, apoyando el movimiento #MeToo, lejos de hacer una mamertada, otro golpe de opinión es que su reparto es una historia de tres, cuatro, incluso cinco chicas que se quedaron sin sus proveedores; no cualquier tipo de proveedor, uno violento, abusivo y desleal; en vez de quedarse cruzadas de brazos se imponen en un trama machista y sobresalen, para bien o para mal en el desenlace de la pieza.

Nota personal: Escojo precisamente el afiche de versión francesa porque le da poder de imagen a las chicas en vez de sus contrapartes

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12 Years A Slave

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Cuando una peli desata tantos comentarios, buenos y/o malos, uno se arma una imagen que la mayoría no corresponde con la que se observa en una sala de cine. Prevenidos íbamos –por lo menos yo–, cuando fuimos a ver la última realización del británico Steve McQueen porque sin dudarlo 12 Years A Slave es la favorita este año tanto en la industria convencional de Hollywood –con nueve nominaciones al Oscar, nominaciones por doquier en los SAG, el gremio de directores y el gremio de productores– así como de la parte independiente –con siete sendas nominaciones en los Spirit–.

Es cierto, es una gran pieza; es un gran despliegue de actuaciones y cada detalle en la cinta es áspero, conmocionante, perturbador.

Seis cintas nominadas a ser las mejores están basadas en personajes reales –no se qué diga eso frente a la creatividad de los autores pero por lo menos esas seis deberían ser analizadas de manera diferente en contraste con el resto–. Solomon Northup fue un músico neoyorquino de principios del siglo XIX que era reconocido por sus habilidades con el violín y que llamó la atención de dos inescrupulosos que lo drogaron, lo secuestraron, lo vendieron en Washington como esclavo y terminaron cambiando su destino como el Negro Platt.

Durante 12 años, Platt pasó por diferentes plantaciones del sur de Estados Unidos, mayormente haciendo de carpintero, colectando algodón y cortando caña de azúcar. El bestialismo con el que fue tratado amainó la esperanza de ser libre pero nunca extinguió su llama. 12 Years A Slave recrea las memorias de este personaje y nos recuerda lo increíblemente estúpidos que hemos sido los seres humanos en momentos oscuros de nuestra historia. Los eventos relatados son anteriores al periodo de 1861-1865 que significó la Guerra Civil de los Estados Unidos precisamente por diferencias económicas frente a temas como la esclavitud.

McQueen es un gran director y en un tema tan delicado no se va por las tangentes sino que es pornográficamente elocuente, es decir, es gráfico y es implacable. Su discurso certero hace que cerremos los ojos en algunos momentos asfixiantes, experimentemos escalofríos cuando la carne se desprende de la piel y los huesos pero es fiel a su estilo parsimonioso y pausado que hace que cada momento sea aún más duro, es como si le echara sal a una herida abierta y profunda. Dos escenas nos encantan de McQueen en su estilo, la conversación del cura y Bobby en Hunger hasta que se consume un cigarrillo y New York, New York cantada por Sissy en el bar frente a su hermano en Shame; ambas demuestran, como hemos explicado anteriormente, el profundo descaro de los tiempos de exposición y madurez para tomar el toro por los cuernos para dominarlo; en 12 Years A Slave de nuevo hay muchas escenas que describen a la perfección la factura del londinense pero nos quedamos con Chiwetel Ejiofor, interpretando a Northup, descolgado de un nudo de horca, apenas sostenido por la punta de los pies en un barrizal; el juego de planos con el que llega el protagonista es claramente brutal pero McQueen quiere más y haciendo eterno el paso de la jornada, nos quita el último de nuestro aliento para dárselo directamente, casi de boca a boca, al casi extinto ahorcado. Una escena no menos que genial.

Dicen que la crudeza de McQueen satura la pantalla y que no estamos preparados para ver más y más de lo mismo sobre la esclavitud, ¿no estamos cansados de ver pelis y pelis de nazis como los más horrendos criminales de la historia? ¿No estamos acaso cansados de ver los lastimeros y lacrimosos melodramas judíos que los enfrentan al Holocausto? ¿No estamos cansados de presenciar como los conquistadores exterminaron a los aborígenes en toda América? ¿No es absurda la bellaquería con la que la iglesia católica quiere tapar el sol de La Inquisición con las manos untadas de sangre y dinero? O lo peor, ¿la única forma de ver estos horribles exámenes de nuestra historia son a través del humor negro y la socarronería de Quentin Tarantino? Espero que esto no sea cierto porque querría decir que se acabó en parte el cine, un arte de contar historias, que así sean las mismas, ha de estudiar de qué forma poder contarlas de diferente forma.

Este año no la tuvieron fácil ninguno de los jurados para dar su veredicto. Chiwetel Ejiofor es grande en su protagónico pero lo es aún más Michael Fassbender, ¡qué berraco para lograr ser odioso y despreciable! Los complementan perfecta y armónicamente Sarah Paulson, Paul Giamatti, Paul Dano y hasta Benedict Cumberbatch en sus pasmosas actuaciones; la fotografía y los encuadres de Sean Bobbitt son un despliegue delicadísimo de una perfecta narración; y hablando de narración, el montaje usado en la pieza es un rompecabezas que hila las memorias de un personaje profundamente estresado que no ve su pasado como una línea recta sino que vivió su presente recordando el pasado e ilusionado con el futuro –esa fue la interpretación de McQueen con Joe Walker–, es grato, gratísimo, ver como no es necesario el cierre de capítulos diciendo ‘un año después’, ‘tres años después’, ’12 años después’ sino que las sutilezas en el decaimiento del semblante de Ejiofor o las finas apariciones del pelo encanecido hacen todo el trabajo; seguramente esta pieza no es mejor que The Wolf of Wall Street o Her pero si sobresale del resto con gran prestancia; aclarando esto y siendo tan fino como lo fue McQueen durante su realización su mayor pecado es la indulgencia con su productor estrella Brad Pitt que es realmente lamentable e infortunado en su papel –y eso que soy gran fanático de la mayoría de sus interpretaciones–, tanto que uno pierde el sentido de seriedad que ha venido desarrollando en el relato y simplemente se le desvanece; ojalá que esto no le cueste la estatuilla.

Dos cosas para cerrar. Vamos a tener gratas sorpresas en los Oscar y 12 Years A Slave va a ser protagonista; y segundo la descalificación de Hans Zimmer por supuestamente usar acordes de Inception en esta partitura es simplemente infantil; las tonadas sombrías de la pieza encajan perfectamente en la narración, roban los escalofríos requeridos y generan el ambiente necesario para que los sentimientos fluyan como fluyeron, si es o no es parecida a Inception –lo siento mi oído no da para ello– es irrelevante o ¿es que el eterno pastiche de John Williams ha sido muy original?

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Shame

Es increíble la poca resonancia de esta cinta en los círculos más prestigiosos del cine. Tan sólo una nominación para Fassbender en los Globo de Oro. La peli paso casi inadvertida no sólo en los Oscar y los BAFTA’s igualmente pasó en los decepcionantes Spirit de este año donde sólamente obtuvo una nominación a mejor director.

Como sabemos esta es la segunda ronda de este equipo liderado por el Steve McQueen, joven promesa del cine británico que ya nos trajo Hunger, y Michael Fassbender, su actor fetiche y garantía de todo su drama en la pantalla. Su química es tan grande y tan impactante que ya firmaron su tercer proyecto juntos llamado 12 Years A Slave y que incluyen a otro grande como Brad Pitt siendo desde ya mi peli más esperada para el próximo año.

Shame es la desgarradora historia de un adicto al sexo viviendo plácidamente en Nueva York y de cómo se perturba su estatu quo con la súbita llegada de su hermana a la ciudad. Sus rutinas se ven alteradas, su percepción de tranquilidad se ve amenazada y la relación misma con su hermana empieza a hundirse en un hoyo muy profundo. Al igual que en Hunger el poder de McQueen para controlar la bestia, mostrarnos todos sus planos y todas sus secuencias en ese ritmo parsimonioso es un gran espectáculo. No tiene prisa en absoluto y sus largas tomas o sus planos de una sóla toma se han vuelto parte inconfundible de su estilo donde el actor es el centro y su diálogo su utilería. La osadía del director para usar este tipo de secuencias expresan su profunda madurez en la pantalla y nos da la sensación misma del renacimiento alemán con todo su neo-expresionismo. Si en Hunger la escena del cigarrillo con el cura nos tomó por sorpresa y nos robó el aire que respirábamos, Shame podría darnos dos o tres ejemplos de la misma calidad. Sin embargo me quedo con la escena de Carey Mulligan cantando su cadenciosa “New York, New York” sensualmente pausada, con un perfecto sentido del tono y con un poder escalofriante en cada uno de nosotros. La letra cala tan profundo que casi rompemos en lágrimas al mismo tiempo que Fassbender.

La historia no es para nada sencilla, es densa y tiene muchas aristas para analizar. Por lo mismo, lejos de ser una pieza aburrida, la historia además tiene unos delicados juegos de tiempos matizados en una perfecta sincronización en el montaje cuyo responsable es Joe Walker, a quien conocemos de Harry Brown y de la misma Hunger. Unos planos evocados casi como suspiros nos mandan de un lado para el otro y se nota la acuciosidad de cada detalle tanto en la narración como en los diálogos o el maquillaje.

En serio, no entiendo el desparpajo de las grandes ceremonias al blanquear de esta forma esta cinta. Dicen que el pensamiento parroquial de Hollywood vetó la cinta y a su protagonista por la publicidad que venía adquiriendo; en teoria, los continuos planos de desnudez frontal de Fassbender elogiaban las dimensiones de su miembro y que en este sentido no veían con buenos ojos que una cinta de este calibre empezara a resonar en el medio. Si fuera por la MPAA no se me haría raro en absoluto y los aliento a que no se la pierdan en cine; anoche la ví y aunque tiene buena taquilla los distribuidores siempre nos pueden despertar con una amarga sorpresa.

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Shame

Ya habíamos tenido la oportunidad de toparnos con Steve McQueen al dirigir la asombrosa Hunger cuando Eurocine nos la trajo en su último festival. Habíamos dicho que la peli gana premios muy importantes gracias a la conjugación de una excelente actuación de Michael Fassbender y la audacia de McQueen en su ópera prima que ya le había concedido Golden Camera en Cannes y Gucci en La Biennale.

Después de finalizada La Mostra en la Biennale de este año, no sólo sabemos que Fassbender vuelve a conjungarse con McQueen en su segunda peli Shame, logran otra gran pieza donde el actor ya empezó a recolectar reconocimientos empezando por la Coppa Volti como mejor actor en La Biennale de este año sino que además ya empezaron un tercer proyecto juntos llamado 12 Years a Slave.

Michael Fassbender (Brandon)
Carey Mulligan (Sissy)

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Shame

Ya habíamos tenido la oportunidad de toparnos con Steve McQueen al dirigir la asombrosa Hunger cuando Eurocine nos la trajo en su último festival. Habíamos dicho que la peli gana premios muy importantes gracias a la conjugación de una excelente actuación de Michael Fassbender y la audacia de McQueen en su ópera prima que ya le había concedido Golden Camera en Cannes y Gucci en La Biennale.

Hoy dos días después de finalizada La Mostra en la Biennale de este año, no sólo sabemos que Fassbender vuelve a conjungarse con McQueen en su segunda peli Shame sino que además logran otra gran pieza donde el actor ya empezó a recolectar reconocimientos empezando por la Coppa Volti como mejor actor en La Biennale de este año.

Michael Fassbender (Brandon)
Carey Mulligan (Sissy)

Aún no he encontrado un corto de la peli en internet los dejo entonces con una declaración del director en La Biennale.

Sin embargo el único clip encontrado y que los blogueros están rotando es este. Prometo actualizar la entrada con el corto de verdad.

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Hunger

Cerrando el festival de Eurocine este año me fuí a ver Hunger, primera peli de Steve McQueen sobre la posición de Bobby Sands, un soldado del IRA (siglas de su nombre en inglés, Ejercito Republicano Irlandés) interpretado fastuosamente por Michael Fassbender.

Más que mostrar la muerte de esta persona gracias a la poca atención que tuvo sobre su huelga de hambre, la peli creo que evidencia lo rudo que es el régimen británico, lo áspero del mandato de la Thatcher y la humanidad involucrada en las dos partes de la cárcel. Por un lado obviamente los huelguistas que querían hacer valer sus derechos y tratar de lograr su estatus político. Sin embargo, McQueen, británico, lejos de proveernos una versión mamerta de la situación en el encierro de Sands, también nos muestra lo duro y la reflexión de algunas facciones de la fuerza policiaca que debían tratar con fuerza a los reos por ejemplo cuando no se dejaban peluquear. Lo inquietante es que su crítica no trata de aprobar los hechos cometidos por el Ejercito ni sus violentas retaliaciones y así como denuncia las brutales golpizas y el maltrato indigno hacia los reclusos también refleja las consecuencias en la psique de estos cuidadores.

Por lado y lado la cinta es muy conmovedora. El clímax es un diálogo entre Bobby Sands y un cura amigo que reniega de la iglesia, de los negocios, de la corrupción y de su vocación. La conversación está cargada de puyas al sistema político, al régimen británico, a la iglesia, a la revolución, a la motivación de las huelgas de hambre, a los extremos, al suicidio y al homicidio. De verdad un momento de astucia del realizador para expulsar toda la ponzoña que tenía guardada, con gracia y a la vez con bilis, sin cortes, una cámara grabando desde un sólo punto toda la conversación y el peso de las líneas de estos dos personajes. El relato se redondea con una imagen campestre relatada por Fassbender mientras consume su tercer cigarrillo.

Impresionante.

La peli gana premios muy importantes en BAFTA’s, Chicago, British Independent, Londres, Nueva York, Sydney, Montreal, Estocolmo, European, Irish Awards, Toronto generalmente destacando la labor de Fassbender y de McQueen que a la postre también se llevó Golden Camera en Cannes y Gucci en La Biennale posicionándolo de un sólo golpe como un director importantísimo en el medio. La peli ojalá la traigan a cartelera comercial, siendo ayer su última aparición en el Festival que ya termina.

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