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Life of Pi

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No soy muy fanático de Ang Lee y sus pelis, gracias a que de casi todo su portafolio sólo me son afines Brokeback Mountain y Hulk -esta última con baja calificación de la crítica y los fanáticos pero que logró agradarme por su narración y su estética-; por lo mismo, es posible que varios de sus títulos no hayan aparecido con frecuencia por este blog.

Su última producción antes de Life of Pi fue Taking Woodstock. Una diluida versión de los eventos en el mayor concierto de la historia del Rock’n Roll. Nada que exaltar y al final sólo una pieza que se deja ver tranquilamente un domingo en la tarde.

Se le considera un director de culto por Brokeback, Sense and Sensibility y su previo rico cine mandarín que incluye Yin shi nan nu (Comer Beber Hombre Mujer), Xi yan (El banquete de bodas) e incluso Wo hu cang long (El Tigre y El Dragón). Con ellas dominó los grandes festivales y un Oscar por mejor dirección. Life of Pi es una de las favoritas en La velada 85 de los Oscar, con 11 nominaciones -las mismas de Lincoln-; aunque los gremios y los recientes BAFTA’s no la favorecen, aún hay mucho camino para sorprender.

Empezando por lo positivo de la peli, Life of Pi es una gran fábula contada para triunfar en la mente de un niño. Un tigre, una cebra, un orangután y una hiena quedan atrapados en un barco salvavidas a la deriva del Pacífico y su único testigo es un niño indio, con rastros de hinduismo, islamismo y catolicismo. En general, lo más desagradable de esta «road-movie» es su tono catequizador.

Su resolución es interesante pero el gran problema es el ritmo de la narración. Su comienzo es pobre y errático. Demasiados detalles, lo que me hace pensar que Lee y David Magee no son lo suficientemente audaces para tomar la novela y adaptarla, se ciñeron al lenguaje particular del libro y trataron de imponerlo sobre una pieza cinematográfica. No es por ninguna razón una tarea fácil, lo que me sorprende es que La Academia los reconozca como buenos contadores de historias y los beneficie con nominaciones al Oscar por mejor dirección y mejor guión adaptado, lo cual me parece un absurdo. Finalizado este acto, nos llenamos de desesperación queremos ver la historia que nos cuenta el corto y cuando por fin llegamos al desarrollo, volvemos a tener problemas con la narración. Por mi lado quería que todo sucediera un poco más rápido, es innecesaria su extensión, siendo una historia para niños -de acuerdo, con moraleja para adultos- mantener una duración clásica de 90 minutos hubiera ayudado muchísimo -eso y que en el cine gracias a la bendita clasificación permitieron entrar a una madre y su niño que no sabía leer; durante más de dos horas tuve una narradora increíblemente molesta, al lado mío – exactamente lo contrario que en Ted-.

Entiendo la importancia de la cinta por dos factores importantes. La fotografía y las cámaras de Claudio Miranda son im-pre-sio-nan-tes. Una verdadera exquisitez. Tanto, que busque el mejor afiche que contara la mejor parte de la historia, con la mejor imagen y creo que lo logré con el salto de la ballena. El otro punto es la fábula que está muy bien contada -no por Lee o Magee– por Yann Martel autor de la novela en la que se basó la pieza.

Al final, no le ha ido muy bien en los premios pero con el resultado final y su reconocimiento a través de las nominaciones deberían sentirse más que bien servidos.

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