La semana antepasada -e incluso la pasada hasta el viernes día del partido de fútbol- los colombianos estuvimos muy pendientes de las noticias y la grave situación de nuestro país con los campesinos de huelga y muchos de los empleados del estado inconformes. Esta semana no es tan diferente y se espera que el gremio de maestros se unan finalmente al paro. Leía por ahí alguna circular que le decía al presidente Santos: “Señor Presidente, efectivamente el Paro Agrario no existe, esto es un Paro Cívico Nacional“.
La verdad es que despertamos con somnolencia de un letargo donde han abusado de nosotros y siempre hemos puesto la otra mejilla o incluso nos hemos dado la vuelta para arroparnos mejor, como si un chiflón se nos hubiera colado y nos hubiera interrumpido la siesta. Lo digo no en aras de generalizar sino porque tristemente soy uno de aquellos. Mi consciencia me llevó a elegir unos funcionarios que desde mi punto de vista han funcionado, han hecho lo que yo hubiera querido que hicieran y me sentía conforme. El boicot a ciertas de sus actividades se las atribuía al fascismo, a la ultra-derecha pero nunca me pregunté porqué yo mismo no hacía nada para apoyarlos y siempre había contemplado mi actitud como la del que ve un programa de TV a control remoto.
El paro agrario y el despertar frente a las injusticias de la 9.70 registradas en el Documental 9.70 de Victoria Solano me hicieron recapacitar y ponerme en frente de una lucha, no a favor nacionalista de los productos colombianos en nuestro mercado, pero si con una agudeza más profunda hacia la terrible problemática de los transgénicos ingresando a Colombia.
Los transgénicos son una serie de plantas con alteraciones genéticas que se les provocan generalmente para que resistan el poder abrasivo de súper pesticidas. Dichas alteraciones son registradas como propiedad privada y se cobrará el uso de sus semillas certificadas con limitaciones de uso para el campesino. Más allá de la bellaquería y la traición de los fariseos del ICA frente al campesinado que no sólo destruyeron injustamente diez toneladas de semillas naturales (entre arroz, algodón y café) sino que además con negligencia se jactaron de soberbia para decir que estaban cumpliendo con su deber, el problema se resume de nuevo en el ingreso de alimentos transgénicos en nuestros platos de comida. Por un lado, los vegetales alterados tienen implicaciones genéticas que poco a poco se han venido manifestando con graves estragos a la salubridad pública; por el otro, estos súper pesticidas permanecen como residuos en los alimentos con metales pesados y otros químicos que también han sido declarados como malignos y presentes en casos -ya no tan aislados- de autismo, Parkinson y cáncer de estómago.
Este documental de Maryam Henein y George Langworthy en 2009 entra como anillo al dedo con el tema. De pronto me extendí demasiado en su introducción pero la idea es la misma aclarada en el Documental 9.70 o en Le monde selon Monsant, los transgénicos son el gran enemigo de la sociedad y son el mecanismo por el cual el mercantilismo nos quiere someter. Muchos de los obtentores de semillas (Monsanto, Syngenta, Dupont) proveen sus propios herbicidas y pesticidas por ejemplo las semillas de Monsanto son resistentes al Glifosato que ellos mismos venden en forma de Roundup; sus semillas y plantas son asperjadas con este producto y tanto malezas como pestes quedan erradicadas del campo permanentemente; es decir, aniquila todo.
Las abejas, y su cultivo, como todo en Estados Unidos, son una violenta industria. Grandes cantidades de colonias de himenópteros son albergadas en Florida para después ser transportadas a las Grandes Planicies, a la Costa Oeste y a las zonas superiores de la Nueva Inglaterra. La razón del documental es la profunda preocupación de David Hackenberg por la muerte y desaparición de una gran población de abejas en sus cultivos y como logró cautivar la atención de David Mendes e incluso de Bret Adee, denominado como el mayor apicultor de Estados Unidos.
En principio, podríamos afirmar que el desgaste de las abejas en los monocultivos de esta industria causó su partida, y si, pero el documental se aleja de esta práctica contranatura y se concentra en el análisis patológico de los cadáveres de las abejas que quedaron, la situación de las reinas en las colmenas y de nuevo los transgénicos. Esta vez una serie de pesticidas producidos por Bayer causó CCD (siglas para Trastorno del Colapso de Colonias de su nombre en inglés). Lo interesante es cómo los franceses manejan la situación con diez o veinte años de ventaja sobre Estados Unidos pero que nosotros en paralelo estamos a cien o quinientos años más atrás.
Aunque muy fuerte el documental es súper importante para analizar que el tema de los transgénicos y sus complementos es un problema transversal, no sólo de verificación de códigos de barra o de permitir que el minifundista pueda cultivar semillas certificadas; el problema es que debemos oponernos completamente a su uso, a todo nivel, o todo eso que resaltan tan bonito de Colombia y su biodiversidad podría dejar de existir en un futuro cercano.
Imagínense un ecosistema sin polinizadores…