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Philomena

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El director Stephen Frears es tan variable como Nicolas Cage actuando; puede ser tan bueno como Mary Reilly o cursi y barato como Lay the Favorite; lo último que habíamos visto de él era Muhammad Ali’s Greatest Fight que es una especie de docudrama con Christopher Plummer y Frank Langella mezclado con imágenes de archivo del boxeador sobre su renuente posición de no ir a pelear en Vietnam por sus creencias religiosas; una buena pieza que describe lo difícil de la decisión para la corte suprema, politizada con jueces de derecha pero así mismo su redención filosófica sobre temas más trascendentales que la política misma.

Frears ha logrado conectar un par de veces lo suficientemente duro como para estar nominado en los Oscar; su The Queen logró variados reconocimientos entre La Academia y la HFPA siendo el Oscar a mejor actriz a Helen Mirren el más importante.

Frears en esta ocasión nos trae a colación la historia de una dulce octogenaria irlandesa que ha buscado desesperadamente al hijo que le arrebataron de joven, en una abadía de monjas católicas; su aventura es reconfortante y cálida pero también aburrida y simple. No es que Judi Dench que interpreta a Philomena Lee, la madre del hijo perdido, no lo haya hecho suficientemente bien, su desempeño le mereció una nominación como mejor actriz principal, realmente es que es un melodrama que no cuenta mucho más de lo que ya sabemos y que toca ciertas sensibilidades cuando nos conmueve su ternura o nos hierve la sangre con el perpetuo cinismo de la iglesia católica.

Al lado de Judi Dench, está Steve Coogan que a su vez es productor y escritor de la pieza, nominado por estas dos últimas. Un gran reconocimiento para este actor británico en un nuevo giro de su carrera.

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Actor, Miguel Vaca, Vacacion

Philip Seymour Hoffman (1967–2014)

Philip-Seymour-Hoffman

Sólo han pasado unas cuantas horas, ni siquiera un día, y aún permanece chocante la noticia de la muerte del actor neoyorquino Philip Seymour Hoffman. Independientemente de las condiciones de su muerte, que le son más pertinentes a los tabloides, el vacío que deja del actor es amplio y vasto -también basto-. Con el paso del tiempo los directores, escritores y actores van haciendo de sus vidas artísticas un espacio para despedirse; largas trayectorias generalmente van acompañadas de esperadas desapariciones pero no cabe en la cabeza una muerte tan impactante como la de un actor que a sus tempranos 46 años, con perfecto dominio de su arte y de incuestionable talento haya desaparecido tan súbitamente.

Discutiblemente la mejor peli de su carrera, Capote le brindó por primera vez la posibilidad de liderar un reparto y La Academia lo benefició con su primera y única estatuilla; después vinieron nominaciones por Charlie Wilson’s War, Doubt y The Master -en lo personal, lo mejor de su último repertorio- pero en ninguna obtuvo al final un Oscar; también hubo muchas ceremonias que ausentaron su nombre, porque vale repetirlo sus capacidades eran monstruosamente impresionantes, como por ejemplo su trabajo en el último proyecto del maestro Sidney Lumet, Before the Devil Knows You’re Dead, el áspero y cretino entrenador de Moneyball, el papel hecho para su horma en The Talented Mr. Ripley de Anthony Minghella o todo el desempeño al lado de su director favorito Paul Thomas Anderson (Hard Eight, Boogie Nights, Magnolia, Drunk-Punch Love).

La mayoría de su trabajo fue desarrollado desde la barrera del actor de reparto, pero ver su nombre en la marquesina era sinónimo de calidad tanto en la comedia (Along Came Polly), el drama (Synecdoche, New York), las cintas de acción (Mission: Impossible III) o el cine independiente. Tal vez allá, en sus raíces del cine indie, donde fue mayormente reconocido, recae uno de sus desempeños más memorables como el tímido Allen en Happiness del director Todd Solondz; Hoffman en Happiness recreó un amplio espectro de un personaje introvertido, perturbado y conmovedor pero su suficiencia tan sólo sería reconocida en los Spirit de 1999.

Paz en su tumba.

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