Tekkon kinkurîto (Tekkonkinkreet) es una peli animada dirigida extrañamente por un norteamericano en un estudio japonés de animé tradicional. Basado en el manga del mismo nombre, Michael Arias voló desde Nueva York hacia Tokio y terminó dirigiéndolo por asares de la vida. Se compenetró como nadie lo habría hecho durante doce años y al final la peli se volvió la catarsis que tanto ansiaba.
Arias es experto en efectos visuales reconocido en Hollywood por su trabajo en Clockers, The Abyss pero nunca había tenido real experiencia con animación. Fue la compenetración con la historia lo que a la postre convencería a los productores japoneses y al mismo estudio que él era el indicado.
Tekkon kinkurîto es una historia maravillosa del equilibrio entre el bien y el mal, no como entes absolutos sino como fuerzas de creación codependientes y simbióticas, encarnadas en dos poderosos niños: Black y White. Este par de niños viven en un pueblo llamado Treasure Town, icónicamente situado en Asia pero creado en el imaginario de Arias gracias a su aguda percepción de locaciones comunes en Tokio que documento con miles de fotos e ilustraciones (posteriormente) de su equipo. Así mismo, los artes, los personajes, las secuencias y la música original se fueron compilando poco a poco. Aquí hago un paréntesis para resaltar el trabajo logrado en el diseño de sonido de Mitch Osias quién no sólo logró capturar unos sonidos muy elocuentes de Tokio para definir el pueblo sino que a partir de ellos logró una mágica relación entre realidad y ficción que se conjugó perfectamente con Arias.
La peli tiene un ritmo diferente al que estamos acostumbrados pero es poderosa en narración y simbologías; por ejemplo, la cinta está saturada en una relación casi fetichista de ojos. Ojos en los collares, en los papel tapiz, en los afiches, la misma forma del pueblo es un ojo y muchas de las tomas terminan en ellos haciendo un énfasis muy gráfico sobre este punto. El ojo es un llamado del realizador a involucrarse en esta perspectiva de la historia tratando de alejarse de percepciones maniqueistas e invitando al público a apostarle cómo vería esta ciudad dentro de su misma experiencia, en qué parte de la ciudad se ubicaría, sería sólo un testigo o un agente activo.
Esta peli me llegó también en El Ciclo de Rafa Puyana y se las recomiendo completamente si tienen la oportunidad de verla.