Hay veces nos quejamos del tono, del ritmo o de los tiempos en una narración. En este documental de Rick Rowley sobre la odisea que fue la investigación de una historia del periodista Jeremy Scahill no sobresale ninguno de ellos y no hace falta.
Scahill ha sido titular por reportajes revelados en Kosovo, en Bagdad pero es mayormente reconocido en el mundo por ser protagonista en la revelación de Blackwater (ahora Academi) como una empresa patrocinada por el gobierno de Estados Unidos en el trabajo mercenario de aniquilamiento sistemático por fuera de los estándares regulados por la ley; en otras palabras, una agencia paramilitar auspiciada directamente por el gobierno estadounidense.
El interés de Scahill decayó en una guerra mediática, como si estuviera en un cuadrilátero de boxeo, enfrentándose con cada uno de sus opositores, sin importar que el anfitrión del programa fuese un aliado de sus ideas; esto lo dejó visiblemente acabado e intelectualmente agotado; no obstante, en Dirty Wars quiere demostrar que la personificación de cambio entre el torpe e ignoto George W. Bush por el ilustre y estadista Barack Obama es apenas un espejismo. No sólo las políticas del démocrata son más sanguinarias y continuistas con las de su predecesor sino que es audaz en su diversión mediante discursos liberales, patrióticos y altruistas; para demorstrarlo investiga la división J-SOC (Joint Special Operations Command) que no es más que la extensión más terrible de su guerra contra el terrorismo. Muchas veces en este blog nos hemos topado con maquinarias más fuertes que Obama que lo hacen ver como un títere, como el idiota útil que es un presidente en nuestros sistemas seudodemocráticos, que nada tienen que ver finalmente con el pensar del pueblo sino con el dominio de unos pocos con mayores recursos sobre el resto de la población; en este documental se hace manifiesto que como líder militar, el presidente Obama declaró la muerte específica por decreto de mujeres, niños, ancianos y ciudadanos estadounidenses bajo varias razones bastante perturbadoras: enemigos del estado, subversivos, fieles y seguidores de filosofías amenazantes, infortunio o el peor de todos «por si las moscas».
Scahill es un hombre pesimista y apagado. Sus ojos brillan cuando investiga pero su ser se siente profundamente comprometido con las pistas, los testimonios y los hechos que logra colectar. Su tono es oscuro y con el paso del tiempo en la pieza es más sombrío aún. Su denuncia es terrible y aunque es loable su posición hasta ahora como nominada en los Oscar, trivialidades como We Steal Secrets son más «premiables» por los gremios; es decir, Rowley debería estar más que satisfecho con hacernos llegar su inquietud y que en su carrera haya logrado mejor cinematografía en Sundance; seguramente el altruismo de la libertad que respira The Square o la desfachatez delirante de un asesino impune en Sumatra con The Act of Killing serán mejor recibidas por el público en general.