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The Hunger Games: Catching Fire

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No soy fanático de la serie y tampoco he leído el libro de Suzanne Collins. Me limito a hacer mi apreciación sólo desde el punto de vista del espectador que va a cine a ver The Hunger Games: Catching Fire.

El encargado de dirigir esta pieza es Francis Lawrence que remplaza a Gary Ross gran triunfador del segmento melodramático juvenil, al vencer con su pieza casi toda la franquicia de Twilight. Se desconoce porque Lionsgate no continuó el proceso con Ross, ya que el casi inexperto director con un presupuesto de 78 millones logró 691 millones de taquilla (408 millones de ellos tan sólo en Estados Unidos); de pronto ahí está la respuesta y en un acto de justicia el realizador quiso negociar su posición y el estudio no lo vió con buenos ojos. Sea como sea, es así como, Francis Lawrence llega a dirigir Catching Fire y, no obstante, en una semana ya alcanzó los 572 millones siendo la gran candidata a destronar a Iron Man 3 como la reina del 2013 -esperando claro está The Hobbit: The Desolation of Smaug-; a diferencia de Ross, Lawrence ya firmó con el estudio Mockingjay, la resolución de la saga, y estos a su vez previendo la aceptación de la fanaticada la extendieron a dos partes que estaremos viendo en 2014 y 2015.

Sin entrar en la discusión de si The Hunger Games se parece a Battle Royale, de nuevo, al no haber leído el libro pueda ser que la introducción en este capítulo de la historia sea muy acertada y fiel al texto, pero mi punto es que en una pieza de dos horas y media dedicar tres quintas partes sólo al planteamiento, es un desperdicio, un desconocimiento del medio y de la herramienta. Esto hace que la peli sea una historia aburrida, de una angustiante lentitud y lo peor de todo sin un mayor propósito. Si, es interesante ver cómo se translada lo más exacto posible el material de una novela a una pieza cinematográfica y, que en esa acción, la descripción literaria amplíe el espectro, no en uno sino en tres o cuatro episodios; sin embargo si uno de esos capítulos requiere de menos duración, nadie -creería yo- que va a juzgar a Lionsgate si decide que uno de ellos dure sólo una hora y media.

Definitivamente, el realizador austriaco después de Constantine -que sin negar que es una cinta de explotación- se vendió al melodrama y después de hacer Water for Elephants (cinta basada en una novela de la mismísima Stephenie Meyer) terminó redondiando su protafolio con tres piezas del mismo calibre. No vale la pena entonces hablar del desperdicio de tener como protagonista a Jennifer Lawrence; o un reparto excelente con Donald Sutherland, Woody Harrelson, Elizabeth Banks, Stanley Tucci, Philip Seymour Hoffman, Jeffrey Wright, Toby Jones o Amanda Plummer; tampoco vale la pena decir que Josh Hutcherson personifica el rol más inútil en una historia reciente; The Hunger Games: Catching Fire es el orgullo de Hollywood y su mejor producto por estos días.

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Batoru rowaiaru

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En principio, la trama de Batoru rowaiaru (Battle Royale) se acerca a The Condemned con Steve Austin (2007), The Running Man con Arnold Schwarzenegger (1987) o incluso más cerca a la taquillera del año pasado The Hunger Games con Jennifer Lawrence pero Batoru rowaiaru es una cinta de ciencia ficción japonesa basada en un manga de Koushun Takami, sobre un grupo de niños que han sido seleccionados para enfrentarse a muerte durante tres días; medida tomada por la desesperación de los adultos que atestiguan el terrible caso de negligencia y desobediencia al que han llegado los adolescentes.

Lo que puede ser interesante en una novela, no necesariamente se evidencia en las pantallas de la misma forma. Si bien conocemos el manga y sabemos que es de un fuerte contenido erótico, no podíamos esperar exactamente ese mismo tratamiento en las pantallas por parte de Kinji Fukasaku pero de pronto si una mejor exposición de la ultraviolencia manejada en el material, que en mi parecer se quedó corta, o por lo menos trillada por la falta de dirección en su reparto, lleno de sobreactuaciones y melodramas completamente innecesarios.

El primer miedo que se experimenta no es el del cuchillo clavado en la frente de uno de los niños por parte de Takeshi Kitano (el profesor al mando de la misión) sino que al entender el planteamiento de la historia, la conclusión de eliminar a más de cuarenta personajes, en más de una hora y media, puede ser más allá de aburrido y desalentador.

Quentin Tarantino aduce que Batoru rowaiaru (Battle Royale) es una de sus pelis favoritas y se nota su influencia claramente en varios de sus personajes de Kill Bill, así como otros posteriores a La venganza de La Novia, pero Batoru rowaiaru no necesariamente se destaca por lo genial de sus personajes sino más bien por el manejo de su temática «pulp» asociada a un futuro oscuro, decadente y espantoso.

Sin rituales, ni promoción en los medios, los niños son expuestos a su destino con no más que un arma en su maleta y la única guía es un retorcido video introductorio -¿parecido a The Hunger Games?; claro que sí; la diferencia es que en la hollywoodense se exceden precisamente en lo opuesto, la clara exposición en los medios.

Exacerbando el ícono más característico de la cultura moderna japonesa, los niños conservan sus uniformes de colegio y ellos mismos son testigos de la tenacidad de las pruebas hasta sus últimas consecuencias.

Batoru rowaiaru tiene una secuela en 2003, mientras logramos verla, su primera parte puede ser observada en Netflix, en el catálogo norteamericano.

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