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Sofía y el Terco

Yo si decía que en esta oleada de pelis colombianas en cartelera (Chocó, Sanandresito y ahora Sofía y el Terco) hacía falta Álvaro Rodríguez, que como dice el amigo Estereotipo es el Ricardo Darín colombiano. No tiene un gran papel pero aparece y con eso aporta con su cuota.

Andrés Burgos nos cuenta una historia, o mejor más que una historia una fábula. Anacrónica como un cuento para niños, como si incluso empezase con el «Érase una vez», aparece Sofía y su señor marido Alfredo, personajes maduros que vienen planeando un viaje para ver el mar al parecer toda su vida. No sabemos si este par de abuelos tienen hijos o nietos o algo más de familia, no sabemos más. No sabemos su pasado, cómo se conocieron o cómo llegaron a establecerse en esa casita al interior de Colombia, no sabemos más. De pronto sospechamos que Sofía tiene de vecina una hermana y ya. Sólo sabemos con certeza que en su rutina diaria son felices y que por lo menos ella está ilusionada con su viaje. La motiva y la llena de amor. Él por su cuenta vive tranquilamente con un negocio en el pueblo que administra víveres y provisiones. Su mujer es su eje y lo da por sentado. Permite que lo cuide, lo arregle, lo dirija pero aunque ha planeado de mil formas el viaje al mar, un miedo, una negación profunda, no le permite dar el siguiente paso.

Un evento y sólo un evento bastó para que Sofía no esperara más disculpas de su obstinado marido y emprendiera una gran odisea hacia la costa.

Así queda planteada Sofía y el Terco que para un extranjero cualquiera podría ser la hazaña de un viaje cualquiera a la playa pero no podría estar más lejos de ser una versión de El Paseo de Harold Trompetero. Hay más que personajes acartonados y humor ramplón. Burgos sin palabras ubica geográficamente la casita de Sofía y Alfredo, tácitamente desarrolla perfectamente el perfil de sus tres personajes principales y silenciosamente plantea un thriller de aventuras gracias a un excelente ejercicio de locaciones, un diseño de producción impecable de Angela Bravo y una fotografía adecuada a cargo de Manuel Castañeda. Carmen Maura como Sofía, Gustavo Angarita como Alfredo y Constanza Duque como Mercedes protagonizan esta graciosa epopeya exaltando los valores más tiernos y más nobles de nuestra cultura. No sólo somos venganza, muerte y desdicha, Burgos demuestra que podemos volver a las historias de fantasía que nos contaban los abuelos, que se pueden narrar pelis sensibles, distintas y a su vez ser exitoso. El guión fue desarrollado también por Burgos y ganó dos veces los estímulos del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico.

Sofía y el Terco ganó el premio especial del jurado en Colombia al 100, categoría en la que competía con otras doce cintas, durante la quincuagésima segunda versión del Festival de Cine de Cartagena. Aunque no me gustaron los créditos de la peli ni tampoco mucho la partitura de Javier Villar -creo definitivamente que es una cuestión de gustos-, uno la disfruta de principio a fin. Sofía y el Terco es la voz de una mujer feliz pero marginada que toma el impulso para seguir un deseo pero es lo suficientemente cuerda para entender y balancear también sus sueños y volver a ellos sin dudarlo. Haciendo la entrada de Chocó descubrí que Jhonny Hendrix Hinestroza, su director había optado por actores naturales que aunque no supieran actuar sabían desempeñarse en su medio natural, un actor-estrella carga consigo mismo una mentira innata, puede dar confianza en un texto dialogado o en una improvisación pero la forma como se coge un machete o se tocan una marimbas no se le puede enseñar fácilmente y su trabajo en una cinta es un trabajo en contra de esa mentira. En ese sentido Sofía y el Terco tiene un gran acierto y una gran fracaso. El acierto es Carmen Maura una actriz completa que no nos deja dudas cuando está en pantalla interpretando a esta campesina cundiboyacense -el trabajo sobre el vestuario y su maquillaje ayudan muchísimo-, a pesar del reconocimiento que tenemos de ella como musa de Almodóvar nos encanta e hipnotiza. Su gran fracaso es Julián Arango un actor más que reconocido por todos nosotros, bogotano, de prestante abolengo y con un acento muy marcado; cuando Arango debió interpretar a un camionero seguramente no se tomó tan en serio su papel como Maura y decepcionó con su gran falacia. El problema para ese entonces es que puso en duda a todo el reparto y le hizo un gran daño al resto de la pieza a nivel de credibilidad.

Andrés Burgos se dedica en pleno en estos momentos a Lynch una serie de MovieCity, un thriller de suspenso seriado. Qué bonito sería ver un nuevo proyecto de este nueva promesa colombiana.

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Auteur, Drama, Folk, Francis Ford Coppola, Indie, Melodrama, Miguel Vaca, Movie, Storytelling, Vacacion

Tetro

No soy muy fanático de las pelis de Francis Ford Coppola, más cuando sus producciones, las de American Zoetrope, significan la mayoría de las veces productos muy deficientes de calidad, incluidas las pastosas últimas pelis de su hija Sofia. Entre 1997 hasta la fecha, se dedicó más a producir pelis que a realizarlas; con tan sólo cinco largometrajes, en catorce años, contra treinta y tres títulos producidos, queda muy claro que su idea en el cine se volvió hacer dinero y disfrutar de su viñedo. 

Esto hace muy difícil confiar en el criterio del viejo, sin embargo, su increíble portafolio siempre será una excusa para darle una oportunidad -a su hija ni loco-. Gracias al ciclo indie al que nos tiene acostumbrado Cinemax en las noches nos llegó este mes Tetro y no tuve más opción que verla. 

Tetro es una peli en blanco y negro filmada en ese Baires que uno reconoce a través de unos acomodados afiches en una pared abandonada y la sencilla aparición de un bus de transporte público. Bennie, un joven camarero de un crucero norteamericano, llega a la ciudad y timbra en un apartamento para encontrarse con su hermano, al cual no ve en mucho tiempo cuando este huyó de su familia. Su cuñada lo recibe mientras, el otro anfitrión, muy seco, muy huraño, deja muy claro su desagrado por la visita. Finalmente, se encuentran, se saludan y empiezan a reconocerse, a revisitarse, no sólo en los diálogos, Bennie lo idolatra copiando cada uno de sus pasos, sus gustos, sus acciones, su arte, incluso ¿su yeso? De esta forma, Bennie encuentra un manuscrito autobiográfico de su hermano, obviamente oculto, y la peli se vuelca en un paralelo anacrónico donde Bennie intenta descifrar su mente y entender el porqué de su huída. 

El juego es divertido y de una calidad inquietante, me pareció sentir con mucha fuerza la grandeza de Coppola, la exquisitez del maestro y la herencia italiana -en un lugar tan italiano como Buenos Aires– tan presente en el estilo del director. La forma de manejar la historia y los planos también me parecieron odas a grandes maestros, no puedo afirmarlo con la claridad que quisiera pero Tetro me pareció muy cercana a Fellini y Antonioni en muchas de sus secuencias. La forma de desarrollar la historia y desencadenarla en su final es muy divertida, un tanto predecible para nosotros como espectadores pero igual permanecemos encandilados con el montaje y la gran belleza de su estética neoclásica. En serio, me sentí muy gratamente sorprendido y fue una de esas pelis en las que la expectativas simplemente fluyeron y fueron colmadas. 

Acompañando al director en el reparto estuvieron Maribel Verdú, Carmen Maura, Rodrigo De La Serna y Alden Ehrenreich pero sobretodo, la razón por la que me atreví a ver la cinta, Vincent Gallo; un actor, escritor y director de cine independiente con cuarenta y tres títulos en su portafolio donde ninguno se ha rendido frente a Hollywood o sus imposiciones. Sus desempeños son contundentes, su presencia es robusta y mantiene muy alto su estándar para escoger cada una de sus pelis. De resto su equipo lo cierra Osvaldo Golijov en la tanguera, argentina y también italiana música, Mihai Malaimare Jr. en las cámaras, su eterna mano de derecha, Walter Murch en el montaje y el mismo Coppola en el equipo de escritura y guión. 

Vale la pena ver al maestro detrás de las cámaras en vez de los cheques; vale la pena ver al viejo haciendo sus proyectos en vez de estar acolitando los deslucidos caprichos de la hija; vale la pena estudiar el cine clásico y entretenerse una vez más con una cinta de Francis Ford Coppola

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