Hemos ido dejando lo mejor para lo último, y entre esas piezas una colombiana. No sólo porque dentro del festival hay una categoría especial para ella y toca nombrar una sino porque en realidad sobrepasa cualquier expectativa y se hace grande en su nobleza.
El Faro de Luis Fernando Bottia concursa en el FICBAQ por mejor peli colombiana. Es una producción de RCN y Ennovva, que determina de facto que no es una producción independiente aunque sea de bajo presupuesto. Esto es importantísimo, y que haya salido tan bien, es ya un gran motivo de alabanza.
La historia envuelve a Ángel Porras, interpretado por Roger Perea, como el guardafaro en el Morro de Santa Marta; un octogenario de raza negra, siempre bien puesto, elegante, juicioso, fiel a sus horarios, flaco pero no desnutrido de comer patacón y café todos los días de su vida; está casado pero su mujer, Petrona Martínez, vive en Santa Marta y trabaja en un convento como jefe de cocina; ella odia la labor de su marido y odia cocinar pescado. La vida entre estos dos personajes ha transcurrido así por años pero la vieja se cansó y se fue, ella quería una casa propia lejos del faro. Un día una pareja, llega a las playas del Morro, zozobrantes de algún fatal destino; exhaustos, tal vez de nadar con todas sus fuerzas, duermen rendidos y es cuando Ángel los acoge. Él, Andrés Castañeda (El Páramo); ella, Karent Hinestroza (Chocó); parece que él le ha hecho la misma promesa a ella, una promesa que parece repetirse con el paso del tiempo y que queda saldada con el accionar de este faro en medio de la nada de este hermoso mar samario.
Al divisar ese montículo en cualquiera de nuestras vacaciones a Santa Marta y ver el faro funcionar pocas veces nos quedamos a pensar que una persona vive su vida aislado en ese islote y que debe amar su trabajo con tanta pasión como para someterse a un encarcelamiento de esta índole voluntariamente; sin embargo, esa es la vida de Ángel –y por lo que entendimos del mismo Roger Perea que es un actor natural–.
La música es un tanto pasada de melodrama; el diseño de sonido, ese que debe ser sutil, ambientador y delicado, es todo lo contrario; no obstante la belleza de las tomas, la naturaleza de los paisajes y la sinceridad de la historia sobresalen por encima de los errores técnicos y del dolor de ver como en el relato unos pocos aún piensan que son dueños de lo que no les pertenece.
Gran cinta que esperamos pronto ruede en cartelera comercial regularmente. Dedicada póstumamente a Roger Perea.
Ya son tres años trabajando en este blog. Hemos acumulado en ese periodo 860 entradas, más de 80 mil visitas y un agradable acumulado de 2.000 comentarios. Todas estas cifras son más que alentadoras para continuar viendo cine con ustedes, cada vez que pueda.
Muchos hablan del 2012 como el año con el pico de las mejores pelis de la década -tardía- que termina, no sólo por la buena calidad de las producciones sino además por la cantidad de piezas que fueron promovidas. Gracias a esto esta entrada puede llegar a ser bastante extensa y nos ha tomado más de tres semanas llegar a redactarla completamente pero rigiéndonos por una pequeña regla de sólo nombrar cinco títulos por categoría, hemos logrado resumirlo bastante bien. Lastimosamente, se nos van a escapar un par de producciones importantes que hubiéramos querido incluir pero que no lograron llegar a nuestras salas o pantallas. A continuación este el listado que hemos preparado para ustedes sobre lo que vimos en este año.
Siendo estrictos con la clasificación y resumen del año hasta este momento, no hubo ninguna cinta perfecta -con una clasificación de 10 sobre 10- y la única ilusión para que esto cambie sería de pronto esperar a que The Master de Paul Thomas Anderson se estrenara en nuestras pantallas -porque Thomas Anderson siempre nos ha guardado una bella sorpresa con cada una de sus piezas-. Pero The Master no es la única esperanzadora a este nivel, también están Amour de Michael Haneke, Killing Them Softly de Andrew Dominik, Mud de Jeff Nichols y The Paperboy de Lee Daniels; lo que nos dice efectivamente que aún falta mucho por revisar para finalizar este año.
En este pequeño balance ya empieza a aparecer un protagonista y gran ganador, Matthew McConaughey. Con cinco producciones, Magic Mike, Killer Joe, Mud, The Paperboy y Bernie -si la aceptamos como una pieza temprana del 2012-, McConaughey demuestra que fue poco ortodoxo en sus decisiones de trabajo y que por el contrario fue muy arriesgado. De ser la cara más bonita de Hollywood casi que pasó a ser el texano más peligroso. Su riesgo le permitió con grandes directores independientes que sin duda sacaron lo mejor de él. Aunque pasó desapercibido en los Oscar de este año y en los SAG’s, en los Spirit logró dos nominaciones como actor principal y actor de reparto. Como una alineación especial de los planetas, no creo que Soderbergh, Nichols, Daniels o Friedkin vuelvan a dirigirlo el mismo año, en cuatro diferentes producciones. Sería este el año más especial dentro de toda su carrera y ojalá alcance los premios que le son tan merecidos en este periodo.
Si hablamos de las mejores pelis del 2012 para mi existe sólo una y es Looper de Rian Johnson. Looper no sólo marcó expectativa sino que casi fue impecable en el uso de los viajes a través del tiempo, en donde tan fácilmente se pueden generar incongruencias. No es una cinta perfecta, como lo decíamos antes, en este año no hubo tal, pero logró manejar audazmente la historia, los vacíos y el ritmo en la trama hasta desencadenar un final espectacular. Looper además de ser una cinta de ciencia ficción permite que una serie de subgéneros se entretejan y sea aún más fascinante su experiencia. Realmente sobresaliente el trabajo de maquillaje que sutilmente pudo vendernos el truco de que Joseph Gordon-Levitt era el joven pasado de Bruce Willis y la partitura original de Nathan Johnson. Otras que no desentonaron fueron Seven Psychopaths de Martin McDonagh, Skyfall de Sam Mendes, The Avengers de Joss Whedon, Madagascar 3: Europe’s Most Wanted de Eric Darnell, Tom McGrath y Conrad Vernon. Todas a niveles muy diferentes, lograron cumplir sus promesas frente a los espectadores pero debemos hacer una excepción y nombrar, además, Moonrise Kingdom de Wes Anderson. Anderson con su estilo súper definido y su perfecta artesanía nos devuelve un resumen de su carrera en una historia de amor enmarcada en los bellos parajes de Rhode Island.
Aparecen apenas dos “rompe-taquillas” de todo el paquete de megaestrenos, Skyfall y The Avengers, que a su manera lograron sobresalir de la competencia y lograr millonarios retornos sin afectar sus agendas internas; por un lado, Skyfall fue la mejor forma de celebrar los 50 años de la franquicia, se erige como la mejor peli de James Bond de todos los tiempos (supera claramente a Casino Royale) y reconfirma a Daniel Craig como el mejor Bond; por el otro, The Avengers siendo una peli de súper-héroes de comics y un “rompe-taquillas” de verano fue la única que prometió, respondió, no defraudó y siendo la primera en revelar su golpe dejó muy mal parqueadas al resto con un estándar muy alto para superar.
Una gran ovación se merece el cine colombiano este año pues tuvimos para escoger muy buenas cintas. La Sirga de William Vega, Sofía y el Terco de Andrés Burgos, Chocó de Jhonny Hendrix Hinestroza, y si hacemos un esfuerzo, Apaporis de Antonio Dorado y El cartel de los sapos de Carlos Moreno son las destacadas de este periodo. Sobre todo las tres primeras, marcan un hito en el estilo de hacer cine en Colombia, definiendo una narrativa, una selección de reparto y una temática de expresión muy propias de un fenómeno que aún nos queda muy difícil definir como movimiento y -aunque nos faltó ver La Playa D.C., Apatía y El Resquicio– seguramente no van a ser las últimas de este movimiento.
Pero como en todo, siempre existen desafortunadas equivocaciones, este año no fue la excepción. Sin ser malas, las decepciones del 2012 fueron Argo de Ben Affleck porque comparada con su previa The TownAffleck se rindió frente a una chovinista y a la vez muy bien elaborada artesanía, Prometheus de Ridley Scott porque Lindelof sigue pensando que la fórmula de Lost es ilimitada y aplicable a todo y en Prometheus no sólo hay una gran cantidad de incongruencias que rompen la trama y su tensión sino que además posteriormente descubrimos que el guión original tenía mejor relevancia pero fue masacrado por la petulancia de él, The Bourne Legacy de Tony Gilroy porque descubrimos que fue creada para continuar la franquicia sin mayor sentido que eso, The Hobbit: An Unexpected Journey de Peter Jackson porque sencillamente es una gran salida en falso y The Dark Knight Rises de Christopher Nolan porque aunque es consecuente con toda la trilogía, Nolan fue víctima de su propio invento y todo lo que había construido sobrecayó sobre él duramente. The Dark Knight Rises es tal vez la cinta con la tengo más problemas, de alguna forma, borró con el codo lo que había definido perfectamente con sus dos salidas anteriores, además que Nolan infantilmente fue demasiado pertinaz, reticente y receloso con la imagen del Joker lo que provocó vacíos aún más profundos en la trama. Su universo más humanizado, más real y consecuente terminó dilucidando precisamente desdén y apatía hacia la franquicia para proveer un final que sólo es adecuado en una alucinación dolosa de Alfred.
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4,329 films were submitted to the 2012 Cannes Film Festival. This blog had 22,000 views in 2012. If each view were a film, this blog would power 5 Film Festivals
William Vega, escritor y director, nos trae gracias a la producción Oscar Ruíz Navia (El Vuelco del Cangrejo) una pieza más del gran combo de cintas que se alimentan de nuevas historias, de nuevos mensajes y de nuevas locaciones colombianas. La Sirga es un proyecto titánico que se adentra en una historia sencilla de desplazamiento y violencia tácita, en los alrededores de La Laguna de la Cocha, departamento de Nariño (Colombia). En esta época donde lo digital se está fagocitando al celuloide, donde la producción con cámaras RED es mucho más económica que una de 35mm y donde el cine comercial es la salida segura para continuar en el negocio, aparece esta pieza que va en contra de la corriente, una metáfora directa del zuncho de esterilla que flota en la laguna en contra del viento.
Alicia, interpretada por Joghis Arias, es una niña que huye de su pueblo porque la violencia la alcanzó y quemó su casa. No tiene familiares cercanos y busca el último resguardo de consuelo y amparo en su tío Oscar (Julio César Roble) que vive al lado de la laguna y se erige como su único familiar vivo. Este la hospeda y la cuida -¡y vaya qué si la cuida!-. Su vivienda es un hostal llamado La Sirga pero está en muy mal estado, los tablones están podridos, las latas que cubren el techo están roídas por el óxido o despegadas por el descuido, el caso es que en noches de lluvia, adentro de La Sirga también llueve. Alicia no pudo haber llegado en mejor momento, Freddy (Heraldo Romero) primo de Alicia dejó al viejo hace un tiempo incierto y aún lo espera mientras el hostal se cae a pedazos, Alicia entonces se pone en la labor de mejorar la estancia para la llegada de “los turistas” reparando el tablado, el techo, las puertas y mientras tanto le ayuda a Flora (Floralba Achicanoy) en los desayunos y almuerzos.
La violencia vuelve a aparecer en la trama, justo con el regreso de Freddy. Se enrarece el ambiente, se siente la presencia de la guerrilla, de los paramilitares, de los tiras y sus sapos pero sobre todo del miedo y la incertidumbre.
La Sirga es una oda a ese estado momentáneo de la existencia en el que uno se siente en el limbo, desubicado, sin dirección o destino fijo. La sirga es un elemento, generalmente, una cuerda que ayuda a mover las embarcaciones hasta la orilla o también se le conoce a las zonas de paso entre puntos inundados. En la historia es una clara alusión al desplazamiento de Alicia, un personaje que esta de paso. Que no está aferrada nada y tampoco tiene una fecha establecida para su estancia. Joghis Arias aparece en pantalla sorteando el laberinto del páramo y de la niebla, se desploma del hambre y del cansancio y cuando nos cuenta su historia, despliega una mirada de cachorro herido con sendas bolsas de lágrimas ahogadas en sus ojos. Conmueve. Conmueve inmediatamente y su razón es que Joghis comparte la historia de Alicia, común en muchas niñas de cada ciudad, de cada pueblo y de cada municipio colombiano. Nacida en Caquetá la violencia le quitó a su abuelo, a su padre y huyó. Se refugió en una carrera de la Universidad del Valle y la actuación le llegó como un afortunado accidente. En general, la dirección de reparto es excelente como ninguna otra que hayamos visto últimamente. Los duros rasgos de Julio César Roble, aceitados con esencia de alacrán, son perfectos para el huraño tío; dos planos y un gesto apretando un poco los ojos y Heraldo Romero nos transmite desazón en esa ambigüedad de su personaje; Floralba Achicanoy, David Guacas y el resto del reparto son lugareños y hablan con ese endulzado acento pastuso inconfundible.
Hecha con una exquisita e impecable fotografía de Sofía Oggioni Hatty, esta cinta es una delicia para ver. A Oggioni Hatty la conocemos por su trabajo en El Vuelco del Cangrejo que también es un ejemplo de cinematografía acompañada de sonido ambiente. Esta vez sus planos viciados se combinan con la endiablada melodía del folclor pastuso. Unas destempladas tonadas acompañadas de violín, guitarra y tiple con unas voces toscas y graciosas que hacen de los planos melodiosos, pegadizos momentos -aún sigo tarareando el violincito del corto que apenas aparece en pantalla nos roba una divertida mueca y nos impulsa a palmear para seguirles el ritmo-.
Es un momento realmente anecdótico el que estamos viviendo y que debemos aprovechar al máximo. Seis pelis colombianas se exhiben en cartelera, Sanandresito, La Lectora, Carrusel, Chocó, Sofía y el Terco y La Sirga. Digamos que las tres primeras piezas no son de nuestro mayor agrado pero llevan gente a las salas y las acostumbran a esta gran experiencia (muchos hace rato no iban y no se acuerdan de las dinámicas de respeto en las salas pero bueno eso es harina de otro costal). La crítica empieza a hablar de una nueva corriente llamada Nuevo Cine Colombiano, me parece más sensato hablar de la excipiente nueva industria del cine colombiano. Una industria consciente de que debe crecer comercialmente para poder patrocinar sus proyectos más creativos y que de vez en cuando nos va a traer una joya como esta a las pantallas.
Esta producción de Riccardo Gabrielli resultó ser inverosímil, forzada y predecible. Una producción altísima para un thriller serie B que no genera tensión o suspenso. Vuelvo a tomar las palabras de Jhonny Hendrix Hinestroza (Chocó), que usé en Sofía y el Terco, cuando un director toma la decisión de contar su historia con un actor reconocido tiene que lidiar con una mentira innata y se supera sólo si ese actor es de una categoría altísima. Sólo Carolina Gómez superó esta prueba con suficiencia y demostró que si hubiera tenido un mejor maquillaje y un guión más apropiado hubiera desarrollado mejor su personaje, seguro hubiéramos visto un desempeño deslumbrante en pantalla. De resto sólo tres actores apenas superaron el mismo reto, Luis Eduardo Arango, César Mora y Oscar Borda, su problema es que se le evidenció la falta de dirección actoral y por momentos se perdieron en sus propias sobreactuaciones. El resto del reparto es una payasada. Una lista de actores reconocidos, sacados directamente de nuestras pantallas de TV, con papeles acartonados y cero creíbles. Una vergüenza.
No me divertí y sentí que odiaba en mi silla los chistes y la mala actuación que reinaba. Gabrielli pareció escudarse en los altos presupuestos para ocultar sus errores (de continuidad, de mezcla de sonido, de composición musical, de desempeño actoral). No es una buena peli. No es un buen thriller y no se dejen engañar por la ramplonería, los huecos en la historia son demasiado vastos como para ocultarlos en un final abierto muy mediocre.
Yo si decía que en esta oleada de pelis colombianas en cartelera (Chocó, Sanandresito y ahora Sofía y el Terco) hacía falta Álvaro Rodríguez, que como dice el amigo Estereotipo es el Ricardo Darín colombiano. No tiene un gran papel pero aparece y con eso aporta con su cuota.
Andrés Burgos nos cuenta una historia, o mejor más que una historia una fábula. Anacrónica como un cuento para niños, como si incluso empezase con el «Érase una vez», aparece Sofía y su señor marido Alfredo, personajes maduros que vienen planeando un viaje para ver el mar al parecer toda su vida. No sabemos si este par de abuelos tienen hijos o nietos o algo más de familia, no sabemos más. No sabemos su pasado, cómo se conocieron o cómo llegaron a establecerse en esa casita al interior de Colombia, no sabemos más. De pronto sospechamos que Sofía tiene de vecina una hermana y ya. Sólo sabemos con certeza que en su rutina diaria son felices y que por lo menos ella está ilusionada con su viaje. La motiva y la llena de amor. Él por su cuenta vive tranquilamente con un negocio en el pueblo que administra víveres y provisiones. Su mujer es su eje y lo da por sentado. Permite que lo cuide, lo arregle, lo dirija pero aunque ha planeado de mil formas el viaje al mar, un miedo, una negación profunda, no le permite dar el siguiente paso.
Un evento y sólo un evento bastó para que Sofía no esperara más disculpas de su obstinado marido y emprendiera una gran odisea hacia la costa.
Así queda planteada Sofía y el Terco que para un extranjero cualquiera podría ser la hazaña de un viaje cualquiera a la playa pero no podría estar más lejos de ser una versión de El Paseo de Harold Trompetero. Hay más que personajes acartonados y humor ramplón. Burgos sin palabras ubica geográficamente la casita de Sofía y Alfredo, tácitamente desarrolla perfectamente el perfil de sus tres personajes principales y silenciosamente plantea un thriller de aventuras gracias a un excelente ejercicio de locaciones, un diseño de producción impecable de Angela Bravo y una fotografía adecuada a cargo de Manuel Castañeda. Carmen Maura como Sofía, Gustavo Angarita como Alfredo y Constanza Duque como Mercedes protagonizan esta graciosa epopeya exaltando los valores más tiernos y más nobles de nuestra cultura. No sólo somos venganza, muerte y desdicha, Burgos demuestra que podemos volver a las historias de fantasía que nos contaban los abuelos, que se pueden narrar pelis sensibles, distintas y a su vez ser exitoso. El guión fue desarrollado también por Burgos y ganó dos veces los estímulos del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico.
Sofía y el Terco ganó el premio especial del jurado en Colombia al 100, categoría en la que competía con otras doce cintas, durante la quincuagésima segunda versión del Festival de Cine de Cartagena. Aunque no me gustaron los créditos de la peli ni tampoco mucho la partitura de Javier Villar -creo definitivamente que es una cuestión de gustos-, uno la disfruta de principio a fin. Sofía y el Terco es la voz de una mujer feliz pero marginada que toma el impulso para seguir un deseo pero es lo suficientemente cuerda para entender y balancear también sus sueños y volver a ellos sin dudarlo. Haciendo la entrada de Chocó descubrí que Jhonny Hendrix Hinestroza, su director había optado por actores naturales que aunque no supieran actuar sabían desempeñarse en su medio natural, un actor-estrella carga consigo mismo una mentira innata, puede dar confianza en un texto dialogado o en una improvisación pero la forma como se coge un machete o se tocan una marimbas no se le puede enseñar fácilmente y su trabajo en una cinta es un trabajo en contra de esa mentira. En ese sentido Sofía y el Terco tiene un gran acierto y una gran fracaso. El acierto es Carmen Maura una actriz completa que no nos deja dudas cuando está en pantalla interpretando a esta campesina cundiboyacense -el trabajo sobre el vestuario y su maquillaje ayudan muchísimo-, a pesar del reconocimiento que tenemos de ella como musa de Almodóvar nos encanta e hipnotiza. Su gran fracaso es Julián Arango un actor más que reconocido por todos nosotros, bogotano, de prestante abolengo y con un acento muy marcado; cuando Arango debió interpretar a un camionero seguramente no se tomó tan en serio su papel como Maura y decepcionó con su gran falacia. El problema para ese entonces es que puso en duda a todo el reparto y le hizo un gran daño al resto de la pieza a nivel de credibilidad.
Andrés Burgos se dedica en pleno en estos momentos a Lynch una serie de MovieCity, un thriller de suspenso seriado. Qué bonito sería ver un nuevo proyecto de este nueva promesa colombiana.
Hace rato no veíamos tres pelis colombianas en cartelera y deberíamos sentirnos muy orgullosos por eso. Digamos que Sanandresito se pasa de comercial y su propuesta es bastante plana pero tanto Sofía y el Terco -que ganó el premio especial del jurado en Colombia al 100, categoría en la que competía con doce cintas más, durante el Festival Internacional de Cine de Cartagena de este año- y Chocó -que a su vez participó en el mostrario de Panorama de la La Berlinale– suenan bastante interesantes.
Mi tarea con Sofía y el Terco la tengo programada para más tarde en esta semana. Este fin de semana me vi Chocó de Jhonny Hendrix Hinestroza.
Chocó es una visión de esta región olvidada del país, hermosa en paisajes y atardeceres, rica en oro y lamentos africanos que inundan la sala del cine al ritmo de sus cánticos y marimbas. Pero esta cinta no es un documental turístico, es la historia de una mujer negra (Karent Hinestroza) que a pesar de estar casada con un músico (Esteban Copete) es cabeza de familia y responsable por el sustento de sus dos hijos, Jeffrey (Sebastián Mosquera) y Candelaria (Daniela Mosquera).
En medio de la historia nos enteramos que la mujer se llama también Chocó y la cinta entera se vuelve una metáfora directa del maltrato que sufren nuestras mujeres relacionado con el olvido y abandono que tienen nuestras minorías afrodescendientes. Chocó no responde a punta de golpes y anhela quemar su casa desesperada por la carga de su marido que no la apoya en absoluto y quien a veces se roba incluso la plata que ella logra sacar de la mina para la escuela de los niños. A parte que nadie hace nada frente al irrespeto sobre Chocó, se lo justifica por su alevosía; hay una escena en particular donde ella está botada en el suelo, golpeada y chupando polvo, la indiferencia de las miradas es escalofriante pero no lo suficiente para someter a esta mujer quien saca fuerzas de todos lados para reincorporarse, asir el destino en sus manos y tomar sus propias decisiones. Esa mujer que se levanta ya no es la misma que va a visitar al paisa, esa mujer que se levantó es una guerrera y como un Samurai transforma su apariencia para desencadenar su furia. Muchas veces hemos escuchado como el colono paisa, se establece en un lugar, con algo de capital emprende un negocio y sale adelante con “berraquera”. Muchos de estos paisas son parte de la anarquía que gobierna pues están desconectados de la problemática y piensan que todo lo resuelven con plata. El paisa también maltrata el Chocó, el paisa (Fabio Iván Restrepo) tiene montado un negocio y sólo espera la oportunidad para caerle a las nalgas de esta hermosa negra y amancebarse a esta mujer, de tantas maneras desprotegida.
La peli es tierna en factura con una cinematografía espectacular, a cargo Paulo Pérez que logra por un lado una fotografía cálida y llena de colores saturados, y un montaje estándar con Mauricio Vergara que ofrece una historia consistente, con un par de figuras cinematográficas bien interesantes, aluciendo a sueños en retrospectivas, juegos de tiempo y anhelos de esta gran mujer. Sin embargo detrás de la cadenciosa y encantadora marimba la crudeza del Chocó aparece en forma de violaciones, maltrato intrafamiliar y pobreza absoluta.
Jhonny Hendrix Hinestroza ha participado en varias oportunidades como productor de otras piezas fílmicas. Chocó es la primera pieza de su ópera prima, contundente relato del maltrato de las minorías y el machismo enraízado en las costas pacíficas de nuestro país. Logra con Karent Hinestroza un perfil conmovedor que penetra nuestros corazones. Hinestroza es licenciada en arte dramático de la Universidad del Valle y Esteban Copete es músico también de dicha universidad, director del grupo Ancestros, interprete de marimba, saxofón, gaitas y percusión. Tanto con Hinestroza, como con Copete y Restrepo logra armar un reparto de actores naturales con cierta experiencia y cierta destreza innata que permite sentir la historia cien por ciento creíble y honesta. Aunque el final es desafortunadamente francés -abierto e inconcluso-, deja chispas de esperanza en la supervivencia y los métodos de extracción auríferos artesanales, que no afectan el medio ambiente y contribuyen a la tradición dejada por los ancianos. Tradición que unida al legado cultural es lo más enriquecedor como mensaje de la obra.
No hay nada como recordar esta peli con una vaso de whisky, esta vez al calor de un Glenfiddich 12 años, niquelado y con el aroma intacto. Aunque el gwiski, en la peli hace referencia a la falsedad, a las situaciones incómodas, a las dobles morales… Un whisky, como al final, sin mirar atrás y se acabó, pa’ delante!!!
Recuerdo trabajar en Zero y recien haber ido a Argentina; recuerdo que el acento de esta peli se me acercaba mucho al porteño de los bonaerenses; recuerdo el pollo asado y el té que chupabamos todos los días al medio día como disculpa de un almuerzo medianamente respetable; recuerdo que la ginebra me hacía mucho daño al otro día y me había determinado a sólo consumir whisky y que haya habido una peli con ese nombre me parecía espectacular.
Sin embargo, vanagloriabamos con Choco y con el Zurdo, lo bonita que podía ser una peli de la nada, de la cotidianidad, de la verdadera realidad de una ciudad y su ciudadano, de lo hastiados que estabamos de Víctor Gaviria, sus pelis de sicarios, sus madrazos sin ton ni son, su falta de guión, su falta de creatividad, su iconoclasticismo, su falta de realidad. Vanagloriabamos, que no sólo se pueden hacer pelis de terrorismo y violencia, hay muchas historias de la vida colombiana que se pierden en la mitd de todo ese embrollo y que los actores naturales pueden usarse de una manera muchísimo más inteligente.
No es el caso de hablar de los colombianos, esta peli es suficientemente basta como para dedicarle varias entradas. Hoy después de mucho tiempo, vuelvo a comprarla (la primera vez la regalé en un cumpleaños) y al releerla sigo conmovido. Curioso, lo que más me gusta son las actuaciones y parecen ser todos desconocidos, lo que implica un trabajo de dirección muy grande para lograr ese punto exquísito, al cual llegó la peli. Odiar a Jacobo, conmoverse hasta el tuétano con Marta y comprender la naturaleza de los Köller con Herman es un logro muy destacado. Ahora bien, las actuaciones son importantes, pero si nos alejamos un poco y observamos, las locaciones, las cámaras, el costumbrismo con que la narración nos describe una Montevideo deprimida y solitaria se nota que este par de uruguayos son unos monstruos dirigiendo.
Por su lado, Juan Pablo Rebella, no hizo nada más después a nivel de cine y Pablo Stoll si no es por Hiroshima hubiera seguido el mismo destino.
La peli es independiente, como todo el cine en Latinoamérica, sin embargo logró veinte premios destacando premios importantes y sobresalientes en Cannes, Guadalajara, La Habana, Tokio y Montevideo.
La recuerdo con melancolía porque fue una de tantas historias que me unió mucho con Choco y porque me recuerda que la escencia no está en las megaproduciones, en la cursilería, en las historias de sicarios, en las animaciones o en la ciencia ficción. La escencia está en la historia y en el que la sepa contar bien y ahí hay mucho de sentido en el amor que siento por el cine.
Nota personal. Marta conmovedora, humilde, simpática, empática. Siempre honesta, tomó su oportunidad y se libró de su karma o simplemente se hastió del tema sin la bendición de su destino pero fue feliz. Sigo recordando a Doña Martha (esta con “h”) que no importando las oportunidades de la vida fue fiel a su convicción de amar por encima de todas las cosas a ese Jacobo, tan inerme, tan seco, tan Rodríguez.