Tenía unas expectativas mixtas con esta cinta. Su director, el neozelandés Andrew Dominik, me sorprendió gratamente con The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, una cinta exquisita gracias a la fotografía de Roger Deakins y de una narración bastante peculiar desarrollando dos personajes muy fuertes al mismo tiempo, el héroe y su antagónico.
Para muchos -yo incluido-, The Assassination of Jesse James pondría en un lugar muy alto a Dominik pero la verdad es que su primera pieza, Chopper protagonizada por Eric Bana, fue la que lo hizo arrasar todos los premios oficiales e independientes en Australia. The Assassination of Jesse James le significó estar nominado a dos Oscar, Globos de Oro, concursar en Chicago, Londres, Venecia con gran fuerza y de pronto se le puede referir como su cúspide más alta hasta ahora pero Chopper fue la que le dio la confianza en la industria, le permitió contratar a Deakins y a manejar estrellas de la talla de Casey Affleck o Brad Pitt -tranquilamente su mejor papel en los últimos diez años y de pronto su mejor desempeño tan sólo superado por el gitano de Snatch-.
Aunque Dominik ha manejado en sus historias, tramas sobre crimen y criminales tan sólo Killing Them Softly se puede considerar una peli del género de gángster, ya que, Chopper entra dentro de la clasificación de biopic y The Assassination of Jesse James es un buen y chapado a la antigua western. Killing Them Softly ubicada en una tácita Louisiana refleja el mal rato que está pasando Estados Unidos, de cómo esto afecta hasta los círculos más exclusivos del hampa norteamericana pero sobretodo cómo Barack Obama es la respuesta precisa, articulada y muy bien orquestada para dar la sensación de cambio a las golpeadas calles de la recesión. En este contexto, los grandes bandidos, los famosos cobradores y los delincuentes de cuello blanco se dedican a filosofar mientras esperan que la situación mejore. Mientras tanto ladrones de poca monta tratan de aprovechar el momento y exponen lo ingenuos, improvisados, inexpertos y descuidados que pueden llegar a ser. Por ejemplo, Markie Trattman (Ray Liotta) maneja una casa de apuestas, la roba, recibe una paliza y sale ileso, no obstante, su lengua un día se suelta para contar y jactarse en frente de todos de su osada picardía. El problema no es su abierta confesión, el problema con Trattman es que pone en evidencia que hay un vacío de autoridad y dos ladronzuelos interpretados por Scoot McNairy y Ben Mendelsohn intentan copiar el disparate.
Killing Them Softly no es una historia épica de paladines y temerarios, no hay héroes ni extremas odiseas. Killing Them Softly protagonizada por Brad Pitt, Richard Jenkins, Ray Liotta, Scoot McNairy, Ben Mendelsohn y James Gandolfini es una opereta del crimen ambientada en uno de los estados más golpeados por las inclemencias del clima y el gobierno de Bush gracias a su sutil trasfondo político. Brad Pitt vuelve a hacer pareja con Dominik y recrea un sentimiento de cheveritud y frescura muy bien elaborado en la pieza, sin embargo, su personaje no se desarrolla y se queda en un planteamiento cerrado de principio a fin. Jenkins y Gandolfini son dos pesos pesados que interpretan muy bien sus líneas y le aportan condimento a la presencia de Pitt pero lo mismo, no hay mayor desarrollo de sus papeles. El peso dramático recae entonces sobre los tres perdedores: Liotta, McNairy y Mendelsohn. Aunque los tres sobrellevan esta carga relativamente bien Ray Liotta muestra su lado vulnerable en el género y Ben Mendelsohn se edifica como una gran figura en la pantalla. Sus matices son amplios y desquiciadamente diferentes. Voraz y predador en Animal Kingdom, sofisticado y oscuro en The Dark Knight Rises y ahora grasiento, imbécil, descuidado y aturdido por tanta heroína en su ser. Un actor para tener en cuenta.
Desarrollada dentro del estudio de Annapurna y distribuida por la Weinstein Company, las promesas sobre Killing Them Softly eran altas. Concursaba en Cannes por la Palma de Oro y de no haber sido abandonada por los Weinstein es muy posible que los Oscar le hubieran sonreído con un par de nominaciones. Al final pasó sin pena ni gloria por todos los círculos independientes y, sin decir que es mala, uno disfruta la estética de la pieza que es hermosa en cámaras y secuencias pero nada más. Dominik y George V. Higgins no logran evolucionar sus personajes y la historia al final no es nada más que una gran burbuja. Una verdadera lástima.
Nota personal. La pieza está llena de versiones, grandes versiones, de su afiche promocional. Muy recomendado echarle una ojeadita a cada uno de ellos.