Barbara es una peli sencilla, muy alemana y ganadora del Oso de Plata en La Berlinale del año pasado otorgado a Christian Petzold por su destacado desempeño en la dirección de la pieza.
Barbara empieza descaradamente en seco y en medio de la nada, con la historia de una mujer fumando un cigarrillo. El espectador tiene que, de inmediato, empezar a atar cabos para entender que esa mujer se llama Barbara, es alemana, recién se instala en su apartamento y es doctora. Después finalmente nos empieza a llegar información más clara y empezamos a armar el trasfondo de Barbara que es dedicada en su trabajo, tiene una sensibilidad especial para tratar a sus pacientes, no le cae muy bien su casera -pero no es que sea la mujer más agradable y feliz- y además, tal vez lo más importante, su historia se ve contextualizada a finales de los 70’s o principios de los 80’s.
¿Qué debe hacer de nuevo, el espectador? La siguiente tarea es ubicarse en ese entorno y revisar el ambiente geopolítico de Alemania: El muro no ha sido tumbado, somos protagonistas posiblemente de una historia en la República Democrática de Alemania y sus personajes experimentan las limitaciones del régimen del este.
Todo empieza a tener más lógica. Aparecen las Stasi, el mercado negro, las encuentros furtivos en el campo limítrofe con la frontera de la Alemania Federal, las referencias a Berlín y su muro. Barbara primero muy introvertida, parece que ha tomado confianza frente a nosotros y ahora sonríe. Parece disfrutar su trabajo y crea empatía fácilmente con su jefe directo y sus pacientes.
Si de alguna forma se puede definir esta pieza, creo que podría ser a través de una sola palabra y sería: sutil. Petzold se toma todo su tiempo para levemente irnos darnos información sobre el personaje central, su contexto y sus relaciones interpersonales. Además Petzold, de la mano de Hans Fromm, suavemente describe la austera Alemania Democrática perspicazmente describiendo cada momento pero sutilmente criticando cada aspecto del modus vivendi de las personas en ese justo instante. Aunque la narración es áspera, seca y astringente, Petzold que también es el encargado del guión, nos deja entrever una pequeña fragilidad en el carácter de Barbara que aporta la proporción justa del dilema en el nudo y el desenlace de su historia. Tal vez lo que más me gustó es el delicado desarrollo de los personajes. Nina Hoss interpreta a Barbara, una mujer sobria, en la mitad de sus treintas, contemplativa, reflexiva y siempre muy bien peinada con el pelo recogido en una moña detrás de la cabeza; las Stassi la despeinan, la desnudan, la alteran; su defensa se va amainando y a medida que avanza la historia, no sólo sonríe y es simpática, somos testigos de su humanidad, de su vulnerabilidad y la vemos despeinarse. Por su parte, Ronald Zehrfeld interpreta a André Reiser, el jefe directo de Barbara que sueña con descifrar el enigma de esta mujer; le muestra sus logros en sus pacientes, los alcances en su laboratorio, le habla de literatura interesante, le cuenta las desgracias de su pasado y de cómo tampoco llegó a tener una sólida carrera en La Charité -un prestigioso hospital donde los grandes doctores hacen carrera e investigación-; la mejor forma que encontré para definir a André fue la de un oso, corpulento, noble, feroz y defensor de sus crias; al final su actuación se ve glorificada con los dos últimos planos de la cinta, que definitivamente pagan la boleta.
¡Barbara es bárbara!
Una pieza genial del nuevo cine alemán que no se aleja de su fundamentación en el neo-expresionismo, sino que por el contrario parece refrescarlo y recrearlo muy bien para hacerlo contemporáneo. Barbara se encuentra ahora mismo en cartelera y creo que es imperdible.