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The Lighthouse

Hay algo particularmente romántico de las historias de faros que de manera simple nos hipnotizan. Puede ser esa posición en donde el personaje principal está huyendo de alguien o aquella en la que termina aislado de algo; en algunos casos es comparable a un «western» y en otros a una «road-movie» pero son muy interesantes -rápidamente se me vienen a la cabeza la colombiana El Faro de Luis Fernando Bottía, The Light Between Oceans de Derek Cianfrance y la referencia misma del faro en The Lovely Bones de Peter Jackson-.

En este caso, otra peli costumbrista que involucra a Willem Dafoe como el farero, acompañado de un extenuado y casi camaleónico Robert Pattinson como operarios de un atalaya casi abandonada. Robert Eggers escribe y dirige esta obra armándose camino en Hollywood como una promesa de culto. The Lighthouse tiene una fotografía impecable en blanco y negro de alto contraste, directamente filmada en 35mm casi termina siendo una pieza alusiva estéticamente a la época del Acorazado Potenkim de 1925, sin embargo, obviamente las líneas de diálogo casi «shakespearianas» la diferencian en su totalidad. Sus tomas y cuadros están rigurosamente calculados, se vuelven intrigantes secuencias de una retorcida razón a la vez que son cómplices con sus escorzos de la monstruosidad de la isla. Un acierto de La Academia en su nominación como mejor fotografía (Jarin Blaschke).

Dafoe se ha vuelto un actor con un gusto exquisito y delicado a la hora de escoger últimamente sus papeles. At Eternity’s Gate como Van Gogh, la bellísima The Florida Project como el casero Booby, sus diversos trabajos con Wes Anderson y hasta un oscuro papel con Lars Von Trier en Nymphomaniac: Vol. II. Thomas WakeThomas despierto juego de palabras insinuando tal vez que él es el consciente- es un solitario farero, borracho, severo y demente por la sugestiva, recurrente y cíclica luz del destartalado faro en Saint Elmo. Por su lado, Pattinson ha tratado de quitarse la etiqueta de Twilight en un esfuerzo sobrehumano. Su primer trabajo reconocido después de Edward Cullen fue Bel Ami todavía muy arraigado al macho conquistador y altivo, luego vino Cosmopolis de la mano de El Duque pero personalmente no me agradó en absoluto aunque la crítica habló muy bien de él y sólo fue hasta The Rover donde realmente vimos un desempeño sobresaliente. Su trayectoria ha tratado de manejar un perfil bajo para no cometer el mismo error de encasillarse aunque las cosas vuelven a ponerse truculentas para el británico al aceptar un papel de notoriedad como el Bruce Wayne de Matt Reeves. En The Lighthouse interpreta un hombre desarraigado, de pasado borroso, apesadumbrado y con la culpa de posiblemente haber sucumbido al alcohol; todas prevenciones sin piso porque en realidad el personaje se desarrolla y se deja conocer con el paso de la trama.

En este faro, ambos actores derrochan y se sumergen en sus habilidades histriónicas codo a codo; yo diría que Dafoe es el actor principal pero la narrativa nos contradice poniéndolo a Pattinson en su lugar. Al inicio del tercer acto, sumergidos en lo más profundo de su propia cotidianidad, no sabemos realmente quién es Thomas, quién persigue a su psique o quién persigue su destino ¿Es acaso Thomas una versión adulta de Ephraim?. Esta pequeña introducción para demostrar que si Willem Dafoe fuera el principal estaría a la altura de Joaquin Phoenix o Adam Driver en la categoría de mejor actor y que Pattinson se hubiera ganado un puesto indudablemente por encima de las presentaciones de Al Pacino y Anthony Hopkins de este año incluso con posibilidad de estatuilla peleándosela contra Brad Pitt como mejor actor de reparto; si fuera al contrario Pattinson habría descalificado o a Antonio Banderas o a Jonathan Pryce y agradecería esta nominación a la altura de DiCaprio, no tendría cabida entre Driver y Phoenix, mientras que Dafoe sería rotundo ganador de la categoría de mejor actor de reparto por encima de todos.

…y sin embargo ninguno fue nominado.

Nota personal. Si hablamos de belleza en la cinematografía de esta peli, me fue muy difícil escoger entre los afiches que encontré para promocionarla. Se refrenda el buen gusto de la fotografía en unas piezas hermosas que parecen pliegos ampliados de una cámara de ojo exquisito.

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Chernobyl

Cuando escuchamos que venía una serie de HBO con los temas de Chernóbil, el interés afloró porque así como el Titánic había un halo de misterio alrededor de lo sucedido y siempre será bueno al menos tener una versión de los acontecimientos, ya que el hermetismo tanto de la Unión Soviética, como de los Estados Unidos dentro de la Guerra Fría, dejó muchos vacíos en la historia de la humanidad.

Por allá a mediados de los 80’s, cuando no tenía ni diez años y me encontraba gozando de mis últimos cursos elementales, escuchamos del evento nuclear sucedido en Chernóbil. Seguramente, una historia más en la sección internacional de los noticieros y, seguramente también, eclipsada por las actuaciones y desempeños históricos de Luis Herrera en la Vuelta a España, el Clásico RCN y el Tour de France de ese año. No supimos más. Tal vez esta versión esté endulzada o tergiversada pero es la mejor versión que tenemos.

Otra vez HBO vuelve con una fórmula ganadora. Un director excelente para toda la serie como lo es Johan Renck y Craig Mazin un apasionado que se ha obsesionado y se ha dedicado a investigar el fenómeno nuclear. Gracias a Mazin algo sabemos de Chernóbil; gracias a Renck la pieza es escalofriantemente hermosa. Las primeras expectativas se satisfacen inmediatamente cuando uno podría esperar que fuera impecable en ambiente, escenarios y diseño de producción. Lo que me dejó sin aliento fue los primeros expuestos a la radiación; paralelo a la narrativa, tipo crónica de los hechos, se describía la patología que iban a sufrir los empleados de la planta y los bomberos (eventualmente los pobladores de Prípiat, la ciudad más cercana a Chernóbil); sus heridas, su transformación, el ojo de su tormenta y el deceso se detallaba con cruenta frialdad; luego estas perso​​nas expuestas y quemadas, como zombis, mostraban un maquillaje escabroso -en la vida real debió ser espeluznante- pero en décadas de cine y audiovisuales fue lo más cercano a Brundel Mosca, la más grotesca imagen del duque David Cronenberg.

Definitivamente esta serie va ganar todo en Los Emmys, en Los Globo y en todo lo que se le ponga encima (1) porque habla de los rusos, los descalifica en la raíz de sus mentiras y su idiosincrasia (2) porque habla de los rusos y eso le conviene a los Estados Unidos con todo este poder que ha desatado recientemente el gobierno de Putin (3) porque habla de los rusos (4) Johan Renck logró imprimir ese olor a viejo, a añejo, al verde de las vendimias, ese nostálgico relato en ese ambiente enrarecido (5) porque Mazin tuvo una excelente historia contada en tan sólo cinco episodios y que, lejos de un tibio final àla Game of Thrones, Chernobyl se incendia como el núcleo del reactor número cuatro y (6) me voy a tomar un parráfo aparte para decir que esta serie es superior a mucho de lo visto esta temporada gracias a Jakob Ihre.

Johan Renck, imagino, trajo un equipo de colaboradores escandinavos porque quería trabajar con gente de confianza y/o porque requería el trabajo de profesionales que justamente por su entorno era los que mejor conocía; también pudo ser que la Península Escandinava, así como parte de Polonia y Alemania Oriental -según Deutschland ’86– son de las primeras zonas donde el enrarecido y contaminado aire de Chernóbil empieza a sentirse, entonces es también parte de una historia que los afectó como nación. No lo sé. Tampoco los conocía. Lo que ahora si sé, es que este señor: Jakob Ihre, cinematógrafo sueco tiene un potencial impresionante. La fotografía verdosa, los encuadres y la luz hacen de esta miniserie algo sin competencia. E.g. los «glares» son una serie de manchas brillantes aportadas por la lente de la cámara cuando hay luz directa, son tan incómodos en algunas piezas, y para algunos directores, que los hacen quitar a punta de edición o son tan atractivos para otros que los adicionan también a través de filtros y efectos de composición en la posproducción; en uno de los momentos de mayor crisis, una de los personajes se encuentra en Moscú y la cámara empieza a darle vueltas y entran en cuadro los glares de la ventana y sigue dando vueltas y los glares empiezan a parecer como «flashes» y cuando termina el movimiento de cámara, acompañado por una musicalización muy rítmica y agobiante (Hildur Guðnadóttir), sentimos un leve mareo; el mareo no es más que una anécdota para nosotros pero nos compenetra con los fogonazos de radiocatividad que vivenciaron los protagonistas, una puntuación más allá de lo sutil pero con una suprema finura.

Uno de los detalles más obvios por los cuales llama esta miniserie la atención, como casi todas las producciones de alta calidad en HBO, es su reparto. Jared Harris interpreta al héroe de esta tragedia griega interpretando a Valery Legásov, el único soviético capaz de poner los puntos sobre las íes en esta hecatombe y las cargas que esto supondría en ‘un sistema que debe humillarse obsesionado para que no lo humillen‘; pero al lado de él, Stellan Skarsgård y Emily Watson; quién no amó la química de estos dos en Breaking the Waves y después de Jon Hamm, ¿no era Harris el predilecto en Mad Men? Este trío da una dosis de interpretaciones que nos ponen los pelos de punta, nos erizan la piel y nos quitan la silla cómoda de espectadores; gracias a ellos entendemos la dureza de cada decisión y lo afilada que debe estar la mente en una emergencia de estas proporciones.

Aún me parece loco que se siga pensando que la energía nuclear es una energía limpia. Aunque directamente los evangelizadores de este tipo de ejercicios pueden tener razón, mientras la danza invisible perfectamente acompasada del uranio, el boro, el xenón, el agua y su vapor funcionen, pero indirectamente los eventos de Chernóbil o Fukushima deberían bastar para vetar el resto de estaciones nucleares en el mundo. Siempre habrá campo para un error humano, una calamidad o un imprevisto del cual la factura se le pasará al planeta, las futuras generaciones o incluso a la humanidad entera.

Recientes avistamientos de flora y fauna silvestre en Chernóbil y Prípiat indican que el buen trabajo de los científicos soviéticos para contener y limpiar la zona de 2.600 kilómetros cuadrados a la redonda de este holocausto dieron resultado. Sí se limpió y sí se contuvo lo suficiente y ya hay un renacer de la naturaleza en este ambiente inhóspito. Se demuestra de todas formas que somos una plaga. Que somos más tóxicos que el uranio y sin embargo el planeta sigue creyendo en nosotros y nos sigue dando oportunidades.

Nota personal: * Spoiler alert * Estaba embarazada!! 😮

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The Birth of a Nation

Nate Parker, decide en 2016 lanzar públicamente un proyecto llamado The Birth of a Nation. Largometraje. La preexistencia de un título en 1915 no le importó a la Motion Picture Association of America (MPAA) para abogar por originalidad creativa. Y tampoco le importó que ambas piezas fueran una representación de los brotes que llevó a Estados Unidos a una profunda Guerra Civil en el siglo XIX.

Cuando Paul Haggis lanzó su peli ganadora de Oscar, Crash, lo único que pude pensar fue que estaría pensando David Cronenberg de que le hubiera robado el título. Efectivamente, estaba que volaba de la piedra y no era para menos. De la misma forma que el darle nombre y apellidos a un recién nacido, un director, sus productores y su equipo de escritura se toman el tiempo necesario para responder a las necesidades particulares de un proyecto y dedicarle un nombre. Una identidad. Cuando llega otra persona y se lo roba, lo único que queda en el aire es injusticia y una innegable afán, por parte del espectador, de comparar los dos proyectos.

Lo curioso es que no hay una ley o un protocolo al respecto. Después de todas las reclamaciones negadas de Cronenberg, hubo dos pelis llamadas Crash. La genial y la infame. Cuando Lee Daniels quiso por el contrario llamar su pieza The Butler, Hollywood de la mano de la MPAA se le vino encima por un proyecto que en 1900 y pico ya estaba registrado. Esta vez no hubo reparos en decir que era una violación a los derechos de propiedad y creación original del estudio. The Weinstein Company llamó en definitiva la peli: Lee Daniels’ The Butler (*aquí en el blog nos seguimos refiriendo a ella como simplemente The Butler).

En estos dos casos, la temática de cada historia parece ser bien diferente entre las dos. Entre Cronenberg y Haggis hay millas y millas de oscuridad, perversidad y grandes actuaciones que diferencian las historias. Entre Lee Daniels y el cortometraje que alegaba la Warner Brothers como original no sólo hay diferencias temáticas sino técnicas y diametralmente opuestas de producción por la definición misma de un largometraje y un cortometraje.

La osadía de Nate Parker con su proyecto no se limita a mancillar el título original. Hay que aclarar que sin defender los ideales esclavistas y la perspectiva racista de D. W. Griffith en los Estados Unidos de la Posguerra de Cesesión, el autor es un eje creativo y una guía de la narrativa contemporánea de todos los audiovisuales. Desde el uso y creación del primer plano como herramienta dramática, pasando por la impecable secuencia de planos para armar una historia, hasta la producción y creación misma del «travelling» como plano estético (y de nuevo, narrativo). Independiente de su reprochable ideología Griffith es parte de la historia fílmica. Un genio productor que aparece en todas las referencias de la historia del cine. Y pues aparece Parker con todo su legado afrodescendiente y el disgusto heredado durante décadas que ha visto cómo se vanagloria una historia tan perversamente distorsionada. Y es entendible su accionar al pensar que puede darle una nueva perspectiva a la historia de Griffith. Tiene excelente fotografía y momentos de sencilla genialidad. Tiene una gran partitura. Tiene actuaciones desgarradoras incluyendo la suya propia. Tiene una fuerza dramática innegable. Tiene efectos especiales crudos que reafirman el hilo narrativo. Pero sin miedo a equivocarse se puede decir que si Parker le hubiera puesto cualquier otro título a su pieza, no sería nada más que eso, otra historia de la esclavitud negra en Estados Unidos del siglo XIX. Tal vez los escándalos previos en relación a una violación de una compañera de campus y su posterior suicidio hubieran levantado algo de publicidad. Pero no se inventó nada y sus estallidos de genialidad no le llegan al motor cinematográfico que fue la original de D. W. Griffith.

Por eso para mi hay sólo una Crash y es la de Cronenberg, una sola The Butler y, después de revisar ambas cintas, sólo hay una Birth of a Nation y es la de D. W. Griffith.

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RoboCop

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Los enlatados son una gran moda en estos días de la industria en Hollywood. No sólo se rehacen versiones del pasado, también se lanzan megaproducciones de pelis recién hechas en países de menor cobertura de distribución y se relanzan orígenes de arcos narrativos de historias porque se supone pueden ofrecer aún más taquilla; aunque muchos de los enlatados vienen del género del terror, las franquicias mismas se han vuelto un enlatado de si mismas como una molesta e impertinente serpiente de Uróboros.

Rehacer versiones de una pieza cinematográfica es una salida válida para compensar la falta de algún elemento en el pasado como por ejemplo algún avance técnico o una visión más moderna de la trama. Generalmente, un enlatado suena mal porque se ha venido viendo como reflejo de la falta de creatividad de los recursos de la industria norteamericana en el cine, tanto en sus escritores como en sus directores y productores; sin embargo varios maestros han logrado desarrollar grandes piezas de arte, icónicas incluso, basados en la reinvención de clásicos de otrora, dentro de los cuales Martin Scorsese y Brian De Palma parecen los más destacados; el subgénero ha caído en un ciclo inaudito donde la pompa de los estudios hacen ver como originales tales enlatados como City of Angels (Der Himmel über Berlin de Wim Wenders), Let Me In (Låt den rätte komma in de Tomas Alfredson), The Girl with the Dragon Tattoo (Män som hatar kvinnor de Niels Arden Oplev) o más recientemente Oldboy (Oldeuboi de Park Chan-wook) pero no son más que recreaciones planas sin mayores aportes a la historia.

Quizás uno de los más repudiados directores de los 80’s curiosamente se ha vuelto objeto de recreación por estas épocas: El holandés Paul Verhoeven. Verhoeven gusta sin ser demasiado indulgentes del cine basura; le encantaba la explotación de la comunicación a través de figuras televisivas y a veces lo combinaba con algo de ciencia ficción; sus cintas eran de bajo presupuesto e iban del delirio a la hecatombe cinematográfica pero para no recordar sus pasos en falso quedémonos precisamente con sus aciertos –que por mi lado son cuatro–: Basic Instinct, Total Recall, Starship Troopers y RoboCop.

No se si eran geniales sus piezas pero por lo menos estas cuatro fueron muy divertidas y como vimos recientemente cuando reseñamos Total Recall envejecen bien, que ya es mucho que decir de una serie B. No obstante, Total Recall y Basic Instinct parecen pertenecer a otra categoría; Basic Instinct por su temática de thriller de suspenso policiaco; Total Recall porque fue un ejercicio a medio camino que ya iba muy adelantado por el duque David Cronenberg. Tanto Starship Troopers como RoboCop manifiestan la esencia desgarradora, sangrienta y ecléctica de las producciones de Verhoeven; por lo mismo, si uno dice que estas son sus mejores piezas sus peores casi que se vuelven innombrables.

RoboCop es una de esas pelis futurísticas, con una visión oscura de nuestro destino; desorden, caos, corrupción, violencia desmesurada y control de las masas mediante los medios de comunicación. Su narración es contrariante porque mientras uno asiste a la cinta hay constantes interrupciones, uno a uno, de propagandas de productos solares o cortes informativos con las últimas noticias del noticiero de las 7PM.

La visión descarada de los 80’s nos permitió aceptar esta cinta y asumirla como una gran pieza de ciencia ficción; sin embargo, recién lo decíamos en los primeros renglones de esta entrada, el peor enemigo de una producción de Hollywood, es la industria misma cuando empiezan a volver todo franquicia, continuación de la continuación; uno de los grandes errores de RoboCop, saliendo en completa defensa de Verhoeven fue RoboCop 2 de Irvin Kershner y más aún RoboCop 3 de Fred Dekker. No hay mucho que decir, la Uróboros se comió hasta el último pedazo de su cola y se volvió un asqueroso monigote donde ni siquiera estaba el gran Peter Weller.

Veinte años después, José Padilha el director brasilero de Tropa de Elite (1 y 2), se monta en el tren de traer este personaje y hacerlo contemporáneo. MGM, Columbia Pictures y Sony Pictures hacen una gran apuesta y empiezan por atraer un reparto de muchos kilates; Michael Keaton como el dueño de OCP, Jackie Earle Haley como la mano derecha y corrupta de OCP, Gary Oldman como el científico que trae a la vida este cybrog, Jay Baruchel el vendido de mercadeo, Samuel L. Jackson como el manipulador de las noticias, Michael Kenneth Williams como el compañero fiel de trabajo, Abbie Cornish como la esposa y Joel Kinnaman como Alex Murphy.

Los estudios trajeron de vuelta a Edward Neumeier como escritor que no es mucha garantía de calidad pues él mismo fue el creador de las ignominiosas segunda y tercera parte de la saga. Pero lo interesante fue que Padilha si armó un equipo de lujo creativo brasilero que da una mirada refrescante a la visión ochentera de Verhoeven; son ellos Pedro Bromfman en la partitura, nada más y nadie menos que Daniel Rezende (Cidade de Deus) en el montaje y Lula Carvalho como director de fotografía.

La historia sigue envuelta en una peligrosa Detroit en 2028 cuando el crimen y la anarquía dominan la ciudad. OCP es una contratista del estado que viene ejerciendo exitosamente su labor de reposición de la calma en el Medio Oriente, mediante robots tácticos regidos por comandos de su jefe Rick Mattox (Jackie Earle Haley); Raymond Sellars (Michael Keaton) CEO de OCP necesita expandir su negocio de vuelta en la nación pero se topa con varias trabas en el congreso que no le permiten incluir robots inanimados en el control de ciudadanos; su opción es entonces crear un cyborg, mitad hombre mitad robot, para la labor y encomienda al doctor Dennett Norton (Gary Oldman) de la tarea, que después de muchos estudios decide irse por un joven policía que perdió la mayoría de su cuerpo en un atentado terrorista perpetrado por la mafia de Detroit y albergada por la corrupción de su departamento de policía.

En principio, es la misma historia de los 80’s; en principio, el planteamiento de RoboCop de Verhoeven es mucho más dramático y sanguinario, recordar la muerte de Murphy es realmente duro; en principio, todo parece apuntar a ser un nuevo gran descache de Hollywood pero, Padilha sutilmente se sale con la suya; unos ajustes en el traje, una forma diferente de presentar a Murphy y un desarrollo –más lavado de la historia original– igual con su toque sanguinario permiten emoción y entretenimiento.

Es una buena peli esta de José Padilha: Si, pero sólo en IMAX
Vale la pena un enlatado de RoboCop basado en estas premisas: No, hay muchas historias originales e interesantes para desperdiciar talentos en estas babosadas ligeramente alteradas para que se adapte a nuestra época; por lo menos si podemos decir que en el reto del mejor enlatado (de Verhoeven) la batalla la ganó de lejos José Padilha sobre Len Wiseman (Total Recall) y esperaríamos un apoyo más fuerte por parte de la industria a nuevos proyectos del ingenio brazuca.

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Antiviral

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En 2012, el hijo del Duque del Gore presenta su primera apuesta cinematográfica y lo hace como alguien que pertenece a la elite y a sus títulos, nada más y nada menos que en Toronto y Cannes, donde finalmente fue nominado en la categoría de Un certain regard. Brandon, el hijo de David Cronenberg, es el realizador de Antiviral, una pieza cercana al horror y al gore que tanto fascinaron al padre y que de alguna forma lo hicieron famoso.

Centrados en un futuro distópico, Cronenberg narra la historia de un agente comercial en una empresa llamada Lucas Clinic que se encarga de vender virus de celebridades a fanáticos que están dispuestos a inyectárselos interesados en vivir sus enfermedades como parte de una conexión con sus ídolos. Este vendedor, interpretado por Caleb Landry Jones, logra tener altos índices de ventas y su avaricia lo lleva a traficar los virus fuera de la empresa a través de su propio torrente sanguíneo. Jones en una plataforma robada de la clínica saca las traficadas cepas y las vende a un tercero que en un escalonado absurdo las desarrolla como proteína en forma de carne para consumo humano en un restaurante.

El conflicto comienza cuando al extraer un virus de Hannah Geist (Sarah Gadon), este reacciona de forma inadecuada y empieza a consumir su cuerpo. Jones descubre una conspiración que ha tratado de mantener oculta la situación de Geist con noticias inconexas a la prensa amarillista para perpetruar el mito de su persona y subir el precio del virus que se concentra en el mercado negro como una joya. De allí al desenlace la historia se queda corta en muchas posibilidades para desarrollar la trama. Personalmente, siento que el director escogió el melodrama como su peor salida escapatoria.

Sin duda Antiviral es una pieza de buena factura. Un thriller de ciencia ficción que plantea una inquietud, un tanto inverosímil, sobre la comercialización biológica de contaminantes emotivos pero que a la larga siendo la primera pieza y el primer guión del realizador es digno de alabanza. Por otro lado, es clara la influencia de David Cronenberg en la cinta en sus gustos virulentos, secrecionales y patológicos; dicha relación es cercana a eXistenZ y Naked Lunch, pero mucho más gore y con una pequeña salida hiperhigiénica en la escenografía y cinematografía de Antiviral, que sería más que inusual en cualquiera de las pelis del padre. Sin embargo -y parafraseando a Cronenberg en The Fly a través de los diálogos de Seth Brundle– pareciera que la retroalimentación que tuvo Brandon del material y herencia de su padre fue asimilada sintéticamente; el paso de la carne por el telepodo que instaló Brandon en Antiviral sabe a plástico, no ha codificado aún la naturaleza de lo que está manipulando.

Hay muchos temas por corregir en la labor de Brandon Cronenberg como director. La principal es su dirección de actores. Acometiendo un punto tan alto en la producción de Antiviral es realmente triste como Caleb Landry Jones no fue dirigido en absoluto y sus constantes sobreactuaciones terminaron por hacer insostenible su credibilidad en el papel. Otros temas como la pérdida de ritmo en la narración con demasiadas situaciones inconexas pueden llegar a corregirse con el paso del ejercicio pero el tono teatral de los personajes puede convertirse en un pantano esnobista del que el mismo David Cronenberg esta siendo víctima en sus últimas piezas -como por ejemplo Cosmopolis-. Debo reconocer que Karim Hussain como director de fotografía logró poner una rúbrica importante que determina un estilo, aún difícil de definir como propio, pero por lo menos si claro de aquí en adelante en la carrera de Brandon y si algo debe aprender del Duque es a armar un equipo de gente inquieta, creativa y muy talentosa.

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On the Road

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On the Road es la peli a basada en la novela homónima de Jack Kerouac sobre sus multiples travesías a través de Estados Unidos, de punta a punta, acompañado de sus dos amigos Dean Moriarty y Carlo Marx; siendo la novela autobiográfica y deduciendo que Sal Paradise, interpretado por Sam Riley, es Kerouac por su ascendencia franco-canadiense, fácilmente se distingue a Allen Ginsberg de Marx y Neal Cassady de Moriarty.

El brazuca Walter Salles es el encargado de esta gran empresa. Lo último que habíamos visto del brasilero fue Dark Water, reenlatado de la japonesa de terror Honogurai mizu no soko kara original de Hideo Nakata y más allá de esta infortunada entrada a Hollywood, Diarios de Motocicleta. Es decir, un periodo largo de 7 años sin una pieza decente en el mercado.

Kerouac es al lado de Ginsberg y William S. Burroughs los pilares de lo que se conoció como la Beat Generation; un grupo de escritores de la posguerra que tomaron impulso en los 50’s e inspiraron un centenar de diferentes artistas posteriormente gracias a lo que documentaron y la forma en la que lo hicieron. La Beat Generation -peyorativamente conocidos por la prensa como los «beatniks»- son característicos desde su nombre por la apatía a lo establecido y sus estándares; mayormente novelistas innovaron en estilo, experimentaron con drogas, exploraron los límites de su sexualidad, controvirtieron la religión occidental comparándola y abrazando la oriental, repudiaron el reduccionismo material de muchos filósofos contemporáneos así como retratos simplistas de la condición humana. Howl de Allen Ginsberg, Naked Lunch de William S. Burroughs y On the Road de Kerouac son reconocidos como los picos de la literatura Beat. En lo que le compete a este blog, Howl recientemente tuvo un homenaje bajo la realización de Rob Epstein y Jeffrey Friedman, la muy buena actuación de James Franco como Ginsberg y una excelente narración animada producto del ingenio de Eric Drooker; Naked Lunch tuvo su referencia gracias al duque David Cronenberg en una pastosa, confusa y densa psicodelia.

Por su lado Salles, nos permite un acercamiento a la novela de Keoruac con una exquisita y delicada interpretación. Podemos caer erróneamente en la categorización de la pieza como una road-movie pero el epónimo personaje más que darnos una etiqueta de clasificación es un protagonista silente en la obra. Kristen Stewart en algún momento de la cinta, afirma que «ya no hay más camino para ella y que se devuelve a Denver», una figura para referirse al camino como el motor de la aventura, el socio que los acompaña calladamente durante sus viajes y el medio para que se desarrollen. No habría de hacer falta la compañía o la presencia tangible de los tres viajeros iniciales, después se incorporarían Stewart, Danny Morgan, Elisabeth Moss como su esposa o incluso Viggo Mortensen y Amy Adams (compañeros de parada) pero nunca podía faltar ni el lápiz, ni el papel, ni el camino. Además las road-movies se caracterizan por el regreso a casa y en este caso de vuelta en vuelta, el hogar se nubla y las moralejas se esfuman.

On the Road es una entretenida novela con un intricado mapa de relaciones. A nivel de actuaciones es importante destacar el desempeño de Garrett Hedlund (Tron Legacy), Viggo Mortensen (como Old Bull Lee en referencia a William S. Burroughs) y la, aunque ínfima pero grandiosa, participación de Amy Adams. Es más que justo reconocerle a Salles su gran esfuerzo por sacarle algo de histrionismo a Kristen Stewart porque al final esta cinta tiene más picos de actuación que cualquiera de las otras piezas en todo su repertorio «hollywoodense».

Salles y su pieza logran nominación a la Palma de Oro en Cannes y reconocimiento oficial en Sídney pero sobre todo vuelve a poner al realizador en un buen estado de la balanza para proyectarse en Hollywood con un nuevo impulso y de pronto encontrar su nicho así como ya lo hizo su compatriota Meirelles.

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Cosmopolis

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El maestro David Cronenberg vuelve a la serie B, en un cuasi thriller de ciencia ficción e independiente. Centrados anacrónicamente en Nueva York, Cronenberg y sus canadienses amigos –Howard Shore, Peter Suschitzky y Ronald Sanders– nos cuentan la historia de un distópico futuro donde un joven empresario ha logrado descifrar mediante un método profundamente acertado y millonésicamente detallado del sistema de la economía del mundo.

Cosmopolis es una larga y oscura carrera hacia ningún lado, donde no pasa nada y donde lo único interesante es la visión del Duque. Cada vez que se escucha de una producción que lo involucre me lleno de ansiedad y espero una pieza maestra pero últimamente siento que no llena mis expectativas, o peor que está perdiendo el toque. Sálvemos al maestro y digamos que no comprendí completamente la pieza, al igual que A Dangerous Method y Naked Lunch. Digamos que es un poco inconsistente, y así como realiza pelis geniales como Eastern Promises o A History of Violence, a veces sus versiones son tan personales que sólo él las entiende. Me gusta cuando en sus historias algo sucede, un hombre ve afectado su estatu quo cuando se revela su pasado, un hombre abandona su implacable actuación cuando se involucran inocentes en su fuego vengador o un hombre acepta su destino cuando su cuerpo se transforma en una mosca.

La primera vez que supe de Cosmopolis fue en el Hollywood News Report, en agosto del año pasado, mucho después de Cannes, y aparecía Robert Pattinson diciendo que cuando obtuvo el libreto, tuvo esa rara sensación de no poder dejar de leerlo y quiso participar a toda costa. Cronenberg, por su cuenta, no habló mucho de la relación entre él, la peli y Pattinson pero seguro le pareció divertido tener alguien que empujara comercialmente el proyecto. Uno de mis grandes problemas con Cosmopolis, muy diferente a A Dangerous Method, es que no hay liderazgo en la actuación de Pattinson. Este joven actor pertenece a la generación de Kristen Stewart, Taylor Lautner, Alex Pettyfer o inclsuo Las gemelas Olsen; no sabe actuar, se aprende sus líneas rigurosamente pero no ofrece tono en sus personajes y lo más grave daña todo a su alrededor. En Cosmopolis, Pattinson está rodeado de grandes actores que devuelven grandes desempeños: Juliette Binoche, Samantha Morton y Paul Giamatti. Jay Baruchel comparte una escena con él, y en serio, se siente más apatía, confusión y desesperación que en todo lo recitado por el británico. En algún momento me dió la sensación que El Duque se burlaba del jovencito de manera muy pícara; parecía una broma pesada para que todo aquel que pasaba frente a él, elaborara un excelente ejercicio, le diera una lección de histrionismo y desapareciera. El mismo Kevin Durand que es un peón de las producciones de bajo presupuesto, no lo estaba haciendo mal pero cuando logra su pico de actuación –¡bum!– desaparece. Es como que Cronenberg le estuviera diciendo: «¡Usted es muy mal actor! ¡Reivindíquese! ¡Aprenda!».

Cosmopolis es como un cuerpo de un paciente comatoso que entra en «línea mortal» y necesita reanimación con electrochoques. Finalmente, justo a la hora de estar viendo la peli llega la anhelada conmoción y parece que todo mejora pero -extendiendo la metáfora del comatoso- el pulso recuperado es débil y es innegable su muerte. La crítica afirma que Cronenberg es increíblemente fiel a la novela de Don DeLillo, el problema dicen es que la novela es pésima y no se explican para que pierde su tiempo y energías elucubrando alrededor de ella. Yo no le pierdo fe al maestro y sus capacidades de dirección, su narración es muy buena y sus temas increíbles. Con esta yo pasaría la página esperando su próximo proyecto y me llevaría la cita del poeta polaco, Zbigniew Herbert, como lo más rescatable de la pieza.

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Total Recall

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Con el estreno de Total Recall de Len Wiseman el año pasado, se preparó una nueva edición en alta definición de la cinta original de Paul Verhoeven. Dicha edición salió al mercado con el nombre de Total Recall Mind-Bending Edition que adquirí en Blu-Ray hace unas semanas por Amazon. La peli viene obviamente en una mejor resolución de 1080p pero además viene remasterizada con mejor audio y limpieza de imagen. Una excelente experiencia para un excelente clásico.

We Can Remember It for You Wholesale es un cuento publicado en la revista The Magazine of Fantasy & Science Fiction por Philip K. Dick en 1966. Los derechos de la historia los compraron Dan O’Bannon y Ronald Shusett a finales de los 70’s pero el proyecto fue perdiendo interés cuando se dedicaron a escribir el guión de Alien de Scott y nadie lograba apoyarlos para realizar la cinta. Vincularon al proyecto a Dino De Laurentiis a mediados de los 80’s pero el productor venía ya con ideas preconcebidas, como la inclusión de Richard Dreyfuss o Patrick Swayze como protagonistas, que terminaron por fatigar aún más la producción. Ambos actores se apartaron en su momento del proyecto mientras que Arnold Schwarzenegger estaba loco por participar pero De Laurentiis varias veces le afirmó que no quería verlo actuando en la cinta. Al igual que los actores, varios directores pasaron al frente para liderar la producción, entre ellos David Cronenberg que por fin le dio un poco de orden a todo, definiendo la línea de la peli y también vetando a Schwarzenegger de la producción -pobre Arnie-. El gran aporte del Duque fue sentar a O’Bannon y Shusett y hacerles entender que la peli no podía llamarse Raiders of the Lost Ark goes to Mars; los escritores estaban empecinados en apalancar el reciente éxito de la cinta de Spielberg, jugando con su nombre como se venía haciendo en las cintas de explotación desde los años 40. Cronenberg fue el que los convenció de llamar la peli Total Recall, poner a William Hurt de protagonista e incluir los benditos mutantes que tanto nos hicieron falta en la versión del año pasado. El problema fue que a partir de ese momento, entre Cronenberg, O’Bannon y Shusett redactaron doce borradores del guión y con ninguno estuvieron satisfechos, hasta que por fin Cronenberg también pierde la calma y abandona el proyecto, después de un largo año de trabajo. Este fue el punto donde De Laurentiis también llenó su copa y decidió irse. Estratégicamente, Schwarzenegger, que estaba muy pendiente de todo alrededor del proyecto, convenció a Mario Kassar de comprar los derechos de producción a DEL (el estudio de filmación de De Laurentiis), poner a Paul Verhoeven de director y, con ellos al mando, postularse de nuevo como protagonista, en lo que todos estaban más que sintonizados.

El guión ya iba por su cuadragésimo segundo borrador y aún no tenían definido el tercer acto. Verhoeven igual de estratega que Arnie, aprovechó el momento para definir el papel del antagónico (Ronny Cox como Vilos Cohaagen), contratar a su equipo de producción y definir el final de la peli que tanto nos gusta, y del que hablaremos más adelante. La producción se transladó a México para apropiarse de las locaciones del metro, el Zócalo y los Estudios de Churubusco. Como dato curioso la inclusión de William Sandell como director de producción y Rob Bottin como director de efectos especiales llevó a cabo el uso de miniaturas muy bien plasmadas gracias a Jost Vacano como director de fotografía; el éxito rotundo en las taquillas de la cinta marcó un record en los anales de Hollywood que puso a Total Recall como el primer rompe-taquillas que en gran parte usó miniaturas en vez de imaginería creada por computador -sólo la secuencia de rayos x en el terminal fue hecha con este tipo de tecnología-.

Nada que hacer. La peli es excelente. Se nota el gran gran aporte de dos grandes de la serie b, como lo son El Duque David Cronenberg y Paul Verhoeven. Por su parte, Cronenberg tuvo la parte más dura porque se sentó por primera vez con los escritores y los sacó de su obstinado capricho, dio un giro creativo a la producción y desarrolló una de las historias más fantásticas de los 80’s. -En este punto no logro imaginarme a este par de escritores sentados con Ridley Scottt haciendo Alien, me da como pena ajena-. Verhoeven, por el otro lado, logró enfocarse en la emoción de la historia y redondear el cuento de ciencia ficción en una también grandiosa peli de acción. Siento que la cinta envejece bien, se nota el arcaísmo de algunos efectos especiales pero más que torpes se sienten con un colorcillo de vendimia, con un tufillo añejo que la hacen muy divertida. Ronny Cox, Sharon Stone y el mismo Schwarzenegger son garantías de entretenimiento pero la carga dramática se la lleva sin duda el gran Michael Ironside. Su personaje destilaba envidia, furia y frustración; odiaba Hauser tanto como odiaba a Quaid y para mi su desempeño es el que hace que la historia tenga tanta química y cohesión.

En 1990 cuando me vi esta peli, tenía trece años y la vi con mi papá en algún cinema del centro de la ciudad -pero si mal no recuerdo, tal vez fue en alguno de los Cines de Granahorrar-. Mi papá salió furioso y a regañadientes me instó a que no lo volviera a sacar “para ver este tipo de basura“; estaba petrificado con la asfixia de Marte, obviamente se quedó en las secuencias de acción y todo le pareció un hueso. Mi impresión por el contrario fue tremenda. Schwarzenegger era mi héroe total al final de los 80’s, los efectos eran maravillosos, las secuencias de asfixia me sacaron la risa a carcajadas, los mutantes eran geniales y la historia épica me tenía emocionadísimo. El juego de qué es mentira y qué es verdad, qué es ilusión y qué es realidad también me dejó pensativo pero debo reconocer que no me acuerdo de haber pensado que el fundido a blanco del final de la peli me evocara una cuestión adicional. Verhoeven le aportó más secuencias de fantasías a la pieza, contraatacando al espectador cada vez que se cuestionaba la realidad; las pesadillas, los hologramas y por supuesto el final es obra de él. No sabemos si Quaid se va a despertar, ni tampoco si lo hace como quién lo haría, un gran misterio en un final abierto que también se perdió en la versión de Wiseman.

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Barney’s Version

Por fin pude ver Barney’s Version pero lamentablemente no me gustó. Hace un año larguito la presentaron en salas de cine colombianas pero no estuve motivado en ese entonces. Un par de personas me la recomendaron, de nuevo no tuve ese impulso necesario para hacerlo. Esta vez, La Seniora Cora (antes La Seniorita Cora) me instó a verla y la encontré en la programación de MovieCity; ella la había disfrutado por ser sorpresiva, feroz, impredecible, me decía que la historia da un giro en el medio de la trama y pasaba de drama a comedia, de comedia a thriller, de thriller a romance, y si, ahora logro entenderlo todo, y puede llegar a ser bastante interesante. Por lo menos no fue trillada y aunque el ritmo era muy lento -me tocó verla en tres tandas-, está muy bien narrada.

Barney’s Version es la historia de Barney Panofsky, un judío que vive alocadamente su tardía adolescencia en Europa y nunca termina de sobrevivirla. Termina siendo alcohólico, mujeriego, grotesco, vulgar, amante del hockey y hostil con sus amigos; vive con la comodidad de ser un productor exitoso de programas baratos de TV, pareciera que no tuviera nada bueno para resaltar a excepción de su profundo y noble amor por su padre y su incondicional apoyo a su tercera esposa.

The Apprenticeship of Duddy Kravitz del novelista Mordecai Richler, es la pieza en la que se basó el también canadiense Michael Konyves para hacer el guión de esta peli de Richard J. Lewis, un productor y director reconocido de series de TV. La trama de la historia es una respuesta en retrospectiva del viejo Panofsky a un detective que lo culpa de un asesinato en el pasado -del asesinato de su mejor amigo para ser más exactos-. El planteamiento narrativo es audaz y gracias a él, se hace evidente el gran trabajo de maquillaje de la peli. Unas veces súper radical y agresivo, otras a veces con unos toques sutiles de muy buen gusto, que ayudan a que la trama sea fluida. El gran giro intempestivo es que durante gran parte de la peli, Panofsky es un narrador omnisciente, por el tema de su retrospectiva, pero la historia lo alcanza hasta un tiempo presente donde el narrador se vuelve tercera persona y Panofsky ya no tiene el control de la historia, su destino o su memoria. Es diagnosticado con Alzheimer.

La peli es genial. Yo se que no me gustó por Paul Giamatti y puede ser muy personal. Dustin Hoffman, Rosamund Pike y Mark Addy lo hacen muy bien -además si uno pone atención hay unas apariciones estelares muy divertidas como Atom Egoyan o el duque David Cronenberg-. Giamatti por su parte es un gran actor y logra conquistar de alguna forma a los directores de reparto, convence a los directores, interactúa profundamente con los escritores pero, en escena, es una maldita máquina copiadora. A veces la logra, otras veces se siente como Paul Giamatti serio, Paul Giamatti asustado, Paul Giamatti borracho, Paul Giamatti triste, es una sensación de que se repite sin hacerlo, de que no explora y sin embargo sus papeles son profundos y bien estudiados. Aquí exaspera pero también se debe reconocer que el papel no es fácil, no es amable o empático. No sabría decir, por lo mismo, si este es un desempeño donde reincide en esa fastidiosa fórmula o hace muy bien su papel y nos desquicia.

Richard J. Lewis después de Barney’s Version volvió a la TV. No tiene proyectos nuevos y es una lástima.

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Total Recall

Quiero defender esta peli porque no es tan mala como la crítica la ha calificado pero si tiene sus errorcitos fundamentales que hacen ver la obra de Paul Verhoeven mucho más grandiosa. Y el gran problema es finalmente ese, Len Wiseman amparado por el estudio adoctrinó al equipo de producción en que esta versión, su versión de We Can Remember It for You Wholesale de Philip K. Dick, no es un relanzamiento de la producción de 1990.

Si no es así porqué se llama igual. Es una estupidez pero el cuento no se llama de esa forma, la cinta original literalmente casi se llama Raiders of the Lost Ark goes to Mars gracias a que los dueños de los derechos, Ronald Shusett y Don O’Bannon querían apalancarse a éxitos taquilleros del momento, debido a que gran parte de la serie B lo hacía de esa forma; Paul Verhoeven no fue la primera opción como director, en realidad fue El Barón de la serie B, el señor David Cronenberg; fue Cronenberg quien quiso hacer un esfuerzo más creativo con el nuevo título llevándolo hacia los fundamentos del terror -al final Cronenberg se fue a realizar The Fly y gracias a Schwarzenegger, Verhoeven entra al proyecto-. De esta forma llamar de nuevo la cinta de 2012 Total Recall es simplemente decir que se evoca la parte creativa más fundamental de sus creadores en los 90’s.

Ahora bien si no es una versión de Verhoeven, porqué los personajes se llaman igual. Dick en el cuento llama a su personaje principal Doug Quail, Verhoeven lo llama Quaid y Wiseman lo mantiene. Separarse de la versión era tan sencillo como renombrar todo (o por lo menos) gran parte del juego de personajes. Pero es entendible que sea difícil sacar nombres más sonoros que Vilos Cohaagen, Melina o Carl Hauser.

Tantas similitudes ponen en duda la honestidad de la cinta y sus empantanados intentos por diferenciarla en la historia terminan por hundir el proyecto. Al final si es una versión. No importa lo que digan Jessica Biel, Colin Farrell o el mismo Wiseman. Ahora bien, el espectador que no conoce la historia se pierde en un mar de demasiadas complejidades, de ubicación y de trama; es interesante el giro que le dan a la historia con la Unión Federada de Britania, La Colonia y La Caída pero los recurrentes viajes, los cambios de uso horario y climas confunden demasiado.

Por el otro lado, el que conoce la historia, se la pasa comparándola todo el tiempo, es en ese ejercicio en el que se hace gratificante la experiencia. La historia es interesante y las referencias a la versión de Verhoeven la hacen más entretenida por ejemplo la famosa señora robusta del sector de inmigración.

Es cierto, Wiseman no es un gran director y esta definitivamente no era su historia así lo haya intentado lo más que pudo. Su error, y qué pena sonar tan repetitivo, fue no sacar una versión original, una versión suya del tema, al final reconocemos el paisaje de Blade Runner (muy interesante por cierto pero no es original), los robots tenían una apariencia muy muy parecida a I, Robot y a los clones del Episodio I de Star Wars, los carros y autopistas se parecen a Minority Report y algunas escenas mostrando Britania parecían calcadas de Coruscant también de la primera trilogía de Star Wars. Biel, Farrell y Kate Beckinsale hacen un súper esfuerzo para que todo salga bien pero también lo hizo Andrew Garfield en The Amazing Spider-Man y eso no niega que al final se sienta forzada. Rescato muchísimo la idea de unir los papeles de Lori (Sharon Stone) y Richter (Michael Ironside) porque aportan cierta incertidumbre al personaje de Beckinsale pero hubiera podido ser mucho más rico en este tipo de recreaciones. A nivel de reparto, y suena muy extraño, el lunar es Bryan Cranston. Todo es posible en el cine pero el acento californiano no le permite o por lo menos le quita credibilidad al personaje que es casi un primer ministro inglés. Su desfachatez, su vulgaridad y su peluca mal acomodada hacen de Vilos Cohaagen el peor papel de su historia.

Yo no la calificaría de genial como su predecesora pero tampoco diría que no es divertida o entretenida. Eso sí habiendo sido testigo presencial de Tron, Total Recall, Batman y ahora RoboCop (que también se viene su relanzamiento) me sentí muy extraño, no deja uno de empezar a sentir que los años han venido pasado y que ya no es uno el mismo de antes 😉

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