Si usted es fanático de la serie Lost, no quiero dañarle las dos horas del capítulo de recapitulación, el penúltimo episodio de una hora y el episodio final de una hora y media que pasaron el martes pasado por el canal AXN en Colombia. Yo muy juicioso me vi casi derecho las cuatro horas y media (como ese día justo llegaba tarde, dejé grabando la serie y me permití adelantar los comerciales).
Me había alejado de Twitter, Facebook y los blogs por casi una semana esperando que no me fueran a dañar mi experiencia.
Pero lejos de discutir qué pasó (lo tengo claro pero obviamente no tan claro) la idea es comentar el fenómeno maravilloso que fue esta serie de televisión en mi vida. Suena trascendental pero es que le dediqué seis años ininterrumpidos a una serie de televisión que de principio a fin cautivó toda mi atención. Una serie que afrontó crisis importantes cómo por ejemplo el paro de escritores de Hollywood a final de la tercera temporada y principio de la cuarta o la crisis misma de la serie que en su apuesta de intriga, suspenso e incertidumbre asustó a los productores, a los canales y a la misma audiencia. Crisis que fueron superadas con el argumento que era necesario ver las seis temporadas para poder entender todo el panorama pero de no haber sido por el poder tan grande que tiene en este momento Jeffrey Jacob Abrams hubiera sido casi insostenible.
Como fanático puedo afirmar que quedé tranquilo porque el desenlace fue bien llevado, si en una espiral vertiginosa y, sí, a un ritmo alocado pero siendo respetuoso y honorable con la audiencia y con la serie. No me sentí traicionado en ningún momento por el contrario logró conmoverme el resultado de esa espera.
Fácilmente se puede calificar esta serie como de ciencia ficción, por el contenido teórico y su apuesta en relación con física cuántica, para mí fue un thriller psicológico donde al final nunca importó si La Isla fue un infierno, fue un purgatorio, un universo paralelo o cualquier otra locura, fue importante por la narrativa desquiciada de no saber nada de nada, empezar a armar un universo de relaciones y una intrincada mitología individual en cada uno de los espectadores para poder entender quiénes eran esta personas en la vida real, antes y después, de La Isla.
Fueron muchas los temas importantes que se deben rescatar de la serie. La más importante repito su narración incongruente en el tiempo y su gran apuesta a que la audiencia pudiera aceptarlo. Movimientos hacia adelante, hacia atrás, hacia muy atrás o incluso hacia al lado de la conciencia actual de los protagonistas exigían un seguimiento asiduo casi religioso que terminó por asustar a muchos impacientes.
Lo más impresionante para mí fueron los planos secuencia recuperados, parafraseados y vueltos a repetir como medio de comunicación entre las temporadas dentro de las temporadas. El ejemplo más claro es el plano del ojo de Matthew Fox abriéndose, sobresaltado, sin saber donde se encuentra y la cámara alejándose en cenital para mostrarlo, vestido de traje en medio de la selva; contra el último plano de La isla que se cierra de nuevo en el ojo de Jack Shephard pero esta vez profundamente cansado, desilusionado, impotente.
Dicen que el DVD es más profundo en la explicación de este final o que incluso hay variaciones en finales alternos. Una amiga describe muy bien el estado de los que somos fanáticos frente al final de la serie y es que estamos en un síndrome de abstinencia que no sabemos si vamos a suplirlo con una serie del mismo corte como FlashForward, V o una de corte dramática como Breaking Bad, lo que sí sabemos es que no hubo una serie igual antes de Lost.