Si hay alguien que pueda ir de lo comercial a lo estrictamente artístico, independiente o experimental, definitivamente ese alguien es Steven Soderbergh. Es por eso tal vez que su partida hacia otras ramas del arte va a ser tan dolorosa para los seguidores y fanáticos de sus piezas cinematográficas.
Bubble es un experimento realmente sorprendente. Ya hemos visto a Soderbergh en otros ensayos, en otras investigaciones y estéticas -como por ejemplo Eros, o Schizopolis o su gran triunfo como prócer independiente Sex, Lies and Videotape-, pero lejos de ser una prueba argumental o temática, Bubble es la resolución de un gran director hacia la industria. No sólo es realizar una peli con bajísimo presupuesto, no sólo es usar actores naturales, no sólo es filmarla en video de alta definición en vez de cinta cinematográfica es hacer una excelente pieza y en contravía de cualquier mercader exponerla al mismo tiempo en salas y DVD’s. Obviamente, los distribuidores no iban a estar tranquilos y trataron de boicotear la cinta, hasta el punto que pocos sabemos de ella e incluso otros muy pocos la hemos logrado ver.
Yo por mi lado siempre estuve pendiente desde 2004 o 2005 cuando vi por primera vez su corto en Apple Trailers pero nunca más volví a saber de ella. Sólo hasta hoy que me animé a pedirla y me llegó por Amazon logré acceder a ella.
La historia basa su escencia en la sencillez. En un pueblo del medio oeste norteamericano -si no estoy mal algún pueblo del sur de Ohio o Virginia del Oeste-, hay una fábrica de muñecas donde dos personas interactúan en una condicionada amistad. Ella, Martha (Debbie Doebereiner), es una mujer de mediana edad que vive con y para su padre; su aflicción más grande es no tener unas expectativas más grandes como para saber en qué gastarse unos 50 dólares extra. Por su parte, él, Kyle (Dustin James Ashley), es un hombre digamos 10 años más joven y tiene como su más cercana aliada a Martha gracias a que ella lo transporta y lo invita a pasar el tiempo; Kyle tiene problemas con las relaciones interpersonales y Martha le ha ayudado a sobrevivir con ese creciente pánico a las multitudes con ataques de pánico como consecuencia.
Entre ir al trabajo, comer donas o pasear en carro, este par de personajes viven su vida morbosamente tranquila hasta que llega Rose (Misty Wilkins) y altera toda su dinámica.
Soderbergh nos asombra con su ojo y su narración (en esta cinta es director de cinematografía y editor). No cualquier persona puede tomar una cámara digital y dar la impresión de ser un gran artista fotográfico. Las tomas de los créditos finales no sólo son hermosas y perturbadoras, tienen todo el carácter de un gran autor, me recuerdan las tomas fotográficas de Mark Romanek o Gore Verbinski cuando hacen investigaciones de locaciones para filmar.
Pero esta peli no sólo es cámaras y buen ojo, es un thriller muy bien desarrollado y a todas luces sólido en investigación de sus personajes. Si algo sabemos de Soderbergh es que es un gran director de actores, y siendo Doebreiner, Ashley y Wilkins, actores naturales sin ninguna experiencia cinematográfica, el logro es absurdo. Sin efectos especiales de ninguna clase o música sugiriendo algún tipo de emoción, los perfiles de los personajes son claros, son reales, son creíbles, son reveladores y piezas fundamentales en la trama del realizador. Un experimento de la más fina vanguardia logrado excepcionalmente por una de las grandes mentes de nuestros tiempos… Repito, como lo hice hace poco, cómo vamos a extrañar a Soderbergh en su ausencia.