Lastimosamente me dejé influenciar por la prensa, más exactamente por la W Radio, porque se dijo que era un ladrillo e ingenuamente les creí. Por ese entonces estaban llegando todas las pelis de los premios y le di poca importancia. Digamos que el ritmo se alcanza a perder un poco cuando el director extiende innecesariamente la obra a un poco más de dos horas -fácilmente le pueden sobrar treinta o treinta y cinco minutos- pero es una gran pieza del querido director Stephen Daldry, quien otra vez toma un libro y lo adapta magníficamente a la pantalla -esta vez la excusa fue la novela de Jonathan Safran Foer quien ya nos había encantado con su Everything Is Illuminated-.
Me encanta que el tema central de la cinta son los eventos del 11 de septiembre pero no. Es inquietante, es audaz, es intensa y muy astuta. Mucho más que calificar, juzgar o inferir una sentencia, el realizador aborda la temática del terrorismo como una casualidad más y la explora como un factor importante en la psique de un niño que perdió su padre. Es importante saber cómo lo perdió pero no es lo fundamental ni en la cinta ni en la historia. Cuando Spike Lee hizo su 25th Hour el año siguiente a estos eventos, sentí algo de resentimiento, algo de inquietud pero nunca un homenaje sencillo, como esta peli, a la población neoyorquina y cómo estos eventos la afectaron profundamente -conozco personas que ni siquiera pueden acercarse a Tribeca o tocar el tema porque rompen en llanto-. Para alguien que viva en Nueva York esta es una cinta conmovedora, para alguien que guste de Nueva York va a disfrutar al máximo con el mapa que Daldry nos muestra en el imaginario de su pieza.
La pieza obtuvo dos nominaciones importantes en los Oscar (mejor peli y mejor actor de reparto para Max Von Sydow), al final, no ganó ninguno pero su protagonista, Thomas Horn, si consiguió mejor actor en los Broadcast Film Critics Association Awards y dos reconocimientos más en Phoenix.
La cinta al igual que Oskar, su protagonista, es maniática, desequilibrada, a veces un tanto torpe. Una metáfora directa del Sindrome de Asperger que aparentemente sufre este niño y que es una especie de autismo donde se ven involucrados la comunicación, la empatía con los otros y algo de torpeza física. La cinematografía de Chris Menges y el montaje de
Claire Simpson estuvieron muy bien y sumados al ingenio de Daldry se logra una sensualidad exquisita en la misión de este niño pero lo que realmente me encantó además de la pieza misma fue la partitura de Alexandre Desplat, injustamente poco reconocido -no reconocido en absoluto- en todos los círculos. Estridente, neurótica, bien orquestada, acompañante y gran complemento son las características de la producción de este gran maestro en la pieza.
Tomaba notas de la cinta mientras la observaba y mientras anotaba que “…la tensión del sexto mensaje me encantaba“, pensaba que estaba curado con este tipo de pelis. En muchas ocasiones, casi fijo, lloraba cuando había una relación disfuncional o chueca o truncada por algún factor entre un padre y un hijo (un claro ejemplo es Nuovo Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore con la tácita relación paternal entre Spaccafico y Salvatore que me hace chillar como quinceañera). Sin embargo, al final se descongelaron sendos lagrimones de cocodrilo, lloré hasta el sentimiento y me desahogué como hace rato no lo hacía.