With Blood on My Hands es la segunda pieza que vi de la trilogía Pusher de Nicolas Winding Refn. Refn había logrado llamar la atención fuertemente en Cannes con su debut, en su visión del mundo del narcotráfico en Copenhague -para mi cero apologética-. Humanizando al jíbaro, la figura más baja de la cadena del negocio de estupefacientes y la que asume todos los riesgos de la misma, Refn no sólo logró una voz sino que a partir de Pusher definió su estética y su narrativa. Después las cosas no salieron muy bien con Bleeder, su segunda pieza, o con Fear X, su tercer y más ambicioso proyecto. Decidió recaudar dinero para volver a su punto de partida y convencer a inversionistas que lo mejor que les podía suceder es reinvertir en una trilogía que tenía el sello ganador -en el material extra de la trilogía hay una especie de docudrama, llamado The Gambler, que explica todo este proceso de financiación-.
Los medios no fueron los más adecuados o los más altruistas pero Refn consiguió el dinero que le ayudaría a financiar de una manera inteligente el presupuesto para dos pelis más. “Inteligente” significaría de corte independiente, bajo presupuesto, aunque ya no en 16mm sino ahora en 35mm, y con una estética que ya conocía. Todo esto le significaría un ahorro en producción y de alguna forma una retribución segura.
La primera carta que se jugó fue traer a Mads Mikkelsen a bordo. Refn aunque es muy fiel a sus protagonistas y le gusta seguir trabajando con los actores que ya conoce, ya había desarrollado un capítulo entero en torno a Kim Bodnia; o le daba un papel muy pequeño o simplemente no lo llamaba. Mads Mikkelsen por el contrario había demostrado gran calidad en el desarrollo de Tonny, un compinche de Frank y su historia había quedado abierta. Mikkelsen también había trabajado en Bleeder y, finalmente, se quedó con el protagónico. El personaje de Frank (Bodnia) apenas fue nombrado en la historia una sola vez.
La presentación de la historia (como el paredón de Pusher, es con una luz cenital dirigida a la cara de los personajes) introduce a Tonny, Smeden, Charlotte, Ø y Kusse-Kurt (representados por Mads Mikkelsen, Leif Sylvester, Anne Sørensen, Øyvind Hagen-Traberg y Kurt Nielsen respectivamente). La mayoría de sus actores son naturales lo que le permite a Refn ahorrarse mucho presupuesto pero por otro lado, modifica el guión para que más o menos sus mismos nombres sean los que se usen en la cinta interactuando con ellos directamente, burlándose en algunos casos de ellos mismos, como por por ejemplo Kurt Nielsen interpreta a Kusse-Kurt que más o menos se puede traducir como «La perra Kurt», pero sobre todo porque les permite estar atentos a las líneas y lo que se dice de ellos para así molestarse, alegrarse o sorprenderse naturalmente. Punto para Refn.
Con Pusher se domina la cotidianidad del jíbaro. En With Blood on My Hands, Refn nos abre el espectro a otro tipo de relaciones, ya no el jíbaro como individuo responsable ciento por ciento de su negocio, aceptando todos los castigos que sus superiores impongan, no importa lo injustos que sean, sino un jíbaro que tiene problemas con su padre, que lo subestima o lo reconoce como una vergüenza. Sí trafica con droga pero hay muchas más capas con Tonny en esta segunda pieza. Se retoma su ingenuidad, su falta de táctica y sobre todo su deseo de mostrarse como una mejor persona frente al Duque. Otra vez, una mala decisión genera dos respuestas encontradas y cada resolución frente a estas situaciones se va propagando en errores como una reacción en cadena. El ritmo no se pierde y la historia es entretenida. Al que le gustó Pusher seguramente va a quedar atrapado en With Blood on My Hands con otra excelente historia, de pronto con un poco menos de sorpresa pero igualmente con un desarrollo de personajes muy bueno y con un desenlace acorde a los planteamientos y apuestas del director al principio de la cinta.