Pocas veces logro conmoverme tanto con un documental. Este en particular tenía un ritmo extraño pero su mensaje es contundente y al final a uno se le dobla el corazón. Y es que ver como hay mucha gente, entre ellos muchos colombianos pero sobre todo esos gringos locos que se transladan a vivir a las selvas durante años y años, y que se preocupan verdaderamente por el estado de nuestras selvas es muy emocionante. Lástima que nuestro país en guerra no nos permita a nosotros también transladarnos para allá a conocerlas pero también gracias porque de esa forma muchas de esas selvas se conservan vírgenes y en un estado de aislamiento saludable. Su estatu quo se ve sin embargo afectado por la tala indiscriminada de árboles y la siembra extensiva de coca, ya no para temas chamánicos sino para su comercialización como alcaloide. Hay una gran amenaza y la travesía de Antonio Dorado para reencontrarse con los Cabiyari y los Cubeo la devela crudamente.
Antonio Dorado es un profesor de la Universidad del Valle que se apasiona por el río Apaporis gracias al libro One River de Wade Davis, un alumno del también botánico Richard Evans Shultes. Es Shultes el verdadero eje de la historia porque es él quien logró adentrarse hasta los orígenes del río y vivió con los Cabiyari y los Cubeo durante más de diez años como si fuera uno más de ellos. El profesor Shultes logró catalogar trescientas nuevas especies de matas durante ese periodo que lo hicieron famoso (incluso hay una meseta con su nombre en el Vaupés) y fue gracias a sus vivencia y sus enseñanzas que muchos indígenas no se dejaron influenciar completamente por occidente para proteger sus lenguas y su entorno.
Digamos que la producción no es del todo excelente, se nota que fue realizada con bajo presupuesto y la calidad de la imagen no es necesariamente la mejor pero, y este es un gran pero, hay ocasiones en que uno puede cerrar los ojos y disfrutar tanto del sonido en vivo grabado por Mauricio Vergara que es excelente y maravillador cuando se combina con los ritos de los indígenas así como la música original compuesta por Alejandro Ramírez Rojas. De Alejandro conocemos ya su trabajo en Poker y La vida Era en serio pero creo que este es su mejor trabajo de lejos. Fue maravilloso el acompañamiento que hubo en los momentos de acción, en los de reflexión y de maravillamiento. La ayuda que le dió los Coros de la Universidad del Valle fue lo más impresionante de la pieza. Sentí momentos de pasión cuando la Filarmónica del Valle comenzaba su interpretación y los Coros sigilosamente entraban hasta que, llegado el punto, retumbaban poderosamente en la sala. Varias veces me pasaron escalofríos y fue emocionante.
Se acerca La Reina también de Dorado también con Alejandro componiendo. Esperemos a ver cómo les va en este nuevo proyecto. Por ahora, la audiencia está respondiendo muy bien y esta cinta aún se mantiene en salas. Agradezco mucho haberla podido ver en cine porque de otra forma no la hubiera podido disfrutar tanto como finalmente lo hice.