Es increíble la poca resonancia de esta cinta en los círculos más prestigiosos del cine. Tan sólo una nominación para Fassbender en los Globo de Oro. La peli paso casi inadvertida no sólo en los Oscar y los BAFTA’s igualmente pasó en los decepcionantes Spirit de este año donde sólamente obtuvo una nominación a mejor director.
Como sabemos esta es la segunda ronda de este equipo liderado por el Steve McQueen, joven promesa del cine británico que ya nos trajo Hunger, y Michael Fassbender, su actor fetiche y garantía de todo su drama en la pantalla. Su química es tan grande y tan impactante que ya firmaron su tercer proyecto juntos llamado 12 Years A Slave y que incluyen a otro grande como Brad Pitt siendo desde ya mi peli más esperada para el próximo año.
Shame es la desgarradora historia de un adicto al sexo viviendo plácidamente en Nueva York y de cómo se perturba su estatu quo con la súbita llegada de su hermana a la ciudad. Sus rutinas se ven alteradas, su percepción de tranquilidad se ve amenazada y la relación misma con su hermana empieza a hundirse en un hoyo muy profundo. Al igual que en Hunger el poder de McQueen para controlar la bestia, mostrarnos todos sus planos y todas sus secuencias en ese ritmo parsimonioso es un gran espectáculo. No tiene prisa en absoluto y sus largas tomas o sus planos de una sóla toma se han vuelto parte inconfundible de su estilo donde el actor es el centro y su diálogo su utilería. La osadía del director para usar este tipo de secuencias expresan su profunda madurez en la pantalla y nos da la sensación misma del renacimiento alemán con todo su neo-expresionismo. Si en Hunger la escena del cigarrillo con el cura nos tomó por sorpresa y nos robó el aire que respirábamos, Shame podría darnos dos o tres ejemplos de la misma calidad. Sin embargo me quedo con la escena de Carey Mulligan cantando su cadenciosa “New York, New York” sensualmente pausada, con un perfecto sentido del tono y con un poder escalofriante en cada uno de nosotros. La letra cala tan profundo que casi rompemos en lágrimas al mismo tiempo que Fassbender.
La historia no es para nada sencilla, es densa y tiene muchas aristas para analizar. Por lo mismo, lejos de ser una pieza aburrida, la historia además tiene unos delicados juegos de tiempos matizados en una perfecta sincronización en el montaje cuyo responsable es Joe Walker, a quien conocemos de Harry Brown y de la misma Hunger. Unos planos evocados casi como suspiros nos mandan de un lado para el otro y se nota la acuciosidad de cada detalle tanto en la narración como en los diálogos o el maquillaje.
En serio, no entiendo el desparpajo de las grandes ceremonias al blanquear de esta forma esta cinta. Dicen que el pensamiento parroquial de Hollywood vetó la cinta y a su protagonista por la publicidad que venía adquiriendo; en teoria, los continuos planos de desnudez frontal de Fassbender elogiaban las dimensiones de su miembro y que en este sentido no veían con buenos ojos que una cinta de este calibre empezara a resonar en el medio. Si fuera por la MPAA no se me haría raro en absoluto y los aliento a que no se la pierdan en cine; anoche la ví y aunque tiene buena taquilla los distribuidores siempre nos pueden despertar con una amarga sorpresa.