Enrique Urbizu nos trae en No habrá paz para los malvados un thriller muy bien contado que en este momento rotan en cartelera comercial como una gran novedad. No es mala en absoluto, pero pues ganarle a La piel que habito en mejor dirección y mejor película en Los Goya de 2012 me llenó de grandes expectativas que a la postre no fueron colmadas -o como diría el Presidente de la República, me dejó colgado de la brocha-.
Santos Calderón (José Coronado) es a todas luces un policía de Madrid corrupto, borracho y descuidado. Su apariencia no denota las medallas que carga y su pasado es más oscuro que su perfil. Una noche cualquiera, entrada la madrugada, entra al bar Leidy’s -ojo, el bar es colombiano, lo cual hace más ocurrentes las referencias a sus protagonistas y sus particularidades- y le dicen que está cerrado. Borracho, muestra su placa y exige servicio, servicio que condescendientemente es ofrecido por su dueño que es caleño. No sabemos si actúa o si lo reconoce de tiempo atrás, Santos Calderón palidece y con trémulo riega su trago, el dueño le pide otro pero Santos Calderón desenfunda su revólver y mata al dueño, la mesera y al encargado.
Su obrar no ayuda. Se roba el disco de las cámaras, busca eliminar los testigos pero se le escapa uno, un muchacho que logra salir corriendo después de golpear a Santos Calderón y empieza a ir tras las pistas que logra ir consiguiendo. La juez Chacón (Helena Miquel) es asignada al caso y empieza una investigación paralela de la mano del oficial Leiva (Juanjo Artero) misma generación y compañero de Santos Calderón en la academia. La lucha por la verdad se enfrasca en un mundo de corrupción y burocracia donde ni la jueza o Santos Calderón la tienen fácil.
Cuando una historia no tiene un héroe clásico narrativo sino más bien lo transforma y lo vuelve anti-héroe es muy posible que uno genere lazos empáticos más profundos con el protagonista o que la historia se vuelva más creíble. Lo divertido de la cinta de Urbizu es que al no apuntarle al clasicismo del héroe, no sabemos en cierto punto a quien hacerle fuerza, ¿al muchacho que huyó? ¿A Santos Calderón? ¿A la jueza? Urbizu en eso es genial y nos mantiene en vilo toda la peli.
El thriller es enriquecido con una delicada partitura de Mario de Benito y tanto el director como el editor Pablo Blanco aprovechan la música como un buen condimento, es usado en pequeñas porciones y en la medida justa. El resultado una narración pausada, con un sentido del tiempo muy oportuno y lo más interesante una sensación de que uno está observando un comic urbano honesto y muy original.