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No es casual, o por lo menos no me parece que así lo sea, que la peli empiece con una panorámica vertical que termina en un contrapicado mostrando las columnas dóricas de lo que parece ser un juzgado (después se aclara que son los juzgados criminales de Nueva York). No es casual que llegado al punto máximo, se haga corte al interior del juzgado en una posición de picado y se comience un recorrido de cámara para mostrar un día normal dentro de las cortes en un plano secuencia hasta llegar a un tribunal donde se juzga a un muchacho de 18 años que es acusado de apuñalear a su padre.

Digo que no es casualidad porque su creador es Sidney Lumet y esta peli es la primera que representa el paso del director de la TV al celuloide. Por un lado es la idea perfecta para la introducción de un caso judicial el cual se quiere explorar de lo general a lo particular. Otra forma de verlo es un tanto más frívola que quiere demostrar que el realizador sabe usar a cabalidad los medios que se le disponen. Sin embargo, y creyendo que las dos suposiciones anteriores son ciertas, la razón de este juego de cámaras no es más sencilla que la descripción por parte del autor del interior de uno de los edificios que actúa como fundamento del sistema judicial de los Estados Unidos, que a su vez es metáfora del cimiento sobre la cual está erigida la justicia norteamericana. Ahora bien, esa metáfora no está trazada sólamente en la forma pero su fondo tampoco es el debido proceso, ni un juez justo, ni la posibilidad de acceder a una defensa así no tenga con qué costearla, ni la premisa que todo acusado es inocente hasta que se demuestra lo contrario, la comparación se hace en el último eslabón del proceso: La deliberación del jurado.

El jurado es un cuerpo de personas escogido para presenciar un proceso judicial de manera imparcial para someter un juicio o una pena al ente acusado. Es ley que el resultado de ese juicio sea unánime, es decir, que la totalidad de las personas envueltas en la emisión del dictamen estén de acuerdo en que es culpable o no-culpable (aquí también hay otra figura bonita del proceso, al presumir de una manera francesa que nadie es completamente inocente, simplemente libre de culpa de los cargos que se le imputan).

En fin, el jurado de este joven de 18 años es un grupo de 12 hombres típicos neoyorquinos, típicos norteamericanos, que entran en un dilema cuando once de ellos piensan de un sopetón que es culpable y el último restante no está seguro de tomar su vida en sus manos de una forma tan ligera e inócua (al declararlo culpable de los cargos, el joven enfrentaría directamente la silla eléctrica por ser responsable de asesinato en primer grado). Este personaje, un arquitecto de mediana edad, vestido de lino y bien afeitado, da la sensación de representar a la clase media alta, educada y progresista de Estados Unidos y se debe enfrentar con argumentos al resto de la población que es desconsiderada, grosera y con pocos fundamentos sobre la culpabilidad del muchacho, tan sólo una sed de venganza ciega que se sobrepone sobre cualquier razonamiento.

La peli tiene un ritmo extraño, con movimientos de cámara no muy convencionales logra airear lo que básicamente es un sólo espacio durante toda la peli, doce personajes y un sólo dilema. Sin embargo Lumet y su compañero de cámaras por casi una decena de títulos, Boris Kaufman, se arriesgan a seguir filmando con planos secuencias que pueden agregarle cadencia a la historia y hacerla lenta. Si me lo permiten, creo que el final es predecible pero la argumentación y el desarrollo de los personajes son guiños que nos permiten sobrepasar ese infortunio sin tantos inconvenientes. Muchos de ustedes podrán o no aburrirse con los argumentos judiciales, para mi es un placer ver este tipo de pelis por la reconstrucción de los hechos, de chiquito era fanático de Perry Mason y The Paper Chase y era básicamente de lo que se trataban ambas series (incluso Quincy con Jack Klugman curiosamente uno de los doce hombres en cuestión). Sin embargo, esta peli no tiene reconstrucción de los hechos gráfica, escuchamos las versiones de cada uno de los personajes, nos hacemos una idea del caso y la revisamos una y otra vez a lo largo de la peli hasta que casi sabemos cada uno de los detalles expuestos por la fiscalía, es un dialogo sincronizado entre los personajes, sus líneas y nosotros como espectadores, incluso hay un momento de la peli que el arquitecto le habla a la cámara y nos involucra genialmente en el diálogo, no somos más espectadores, conocemos el caso perfectamente y nos pregunta cuál es nuestra opinión.

Como es costumbre el reparto de Lumet es reconocido por su actuación. Henry Fonda es aclamado como mejor actor en los BAFTA’s y Lee J. Cobb nominado en los Globo como mejor actor de reparto. Lumet no le va nada mal consiguiendo ser nominado en los Oscar, BAFTA’s y Globo como mejor director de una película dramática y logrando Oso de Oro y premio OCIC en la Berlinale. Muy buena peli que entra inmediatamente en el segundo puesto de mi lista de filmes de este querido maestro.

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