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Bond 25

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Estaba seguro que no iba «abrir la boca» para emitir un sólo comentario alrededor de lo que pudiera ser muy divertido en una Bond 25 si Rami Malek es el anunciado villano.

Por la cabeza sólo se me pasó un personaje con algo de frenesí, angustia y errático, muy humano pero ojalá también pudiera ser todo eso con algo de deformidad física (que apenas fue elegantemente sugerida en Casino Royale con Mads Mikklesen y sus lágrimas de sangre o definitiva y prefectamente en Skyfall con Javier Bardem cuando se quita su prótesis facial); lo que quiero decir es que por mucho que estuve gritando de emoción cuando anunciaron que Sam Mendes repetía detrás de cámaras después de Skyfall, que el título de la pieza iba a ser SPECTRE y que Blofeld iba a ser Christoph Waltz, la decepción no hubiera podido ser más pareja a esa primera euforia.

SPECTRE no es que haya sido un desatino absoluto; me imagino que cuando se revisa en estos días Quantum of Solace no es tampoco tan, tannnnn mala, pero es que su precedente era Casino Royale, que fácilmente puede estar en el Top 3 de cualquier fanático de Bond. A SPECTRE le pasó lo mismo, con Skyfall que es una peli de vendimia pura, donde el mito se recoge en una sola pieza excepcional; uno agradecía que Craig hubiera repetido, la línea de drama se hubiera mantenido con Neal Purvis y Robert Wade, y que el maestro Sam Mendes reforzara ese encanto perdido en la infame de Marc Foster.

Sin embargo, no fue Mendes, no fue el equipo reiterante de Purvis, Wade y John Logan (recientemente añadido en Skyfall ), ni tampoco Waltz o Craig. En fútbol, uno puede perder y ganar (o empatar) pero se habla de cómo se logra ese resultado; para nadie es un secreto que soy delirante hincha del Liverpool, un equipo que juega el todo por el todo, le apuesta todo al rojo, en un cincuenta-cincuenta donde puede perder o ganar, no juega a defenderse y por lo tanto sus partidos son una montaña rusa de emociones; a uno no le importa si perdió 3-0 contra el Barcelona, lo que nos importa es que dominamos todo el partido, a la mitad del segundo tiempo íbamos perdiendo uno-cero y el equipo bufaba como un toro tratando de enterrar su estocada; no pudimos y nos hicieron el segundo; no renunciamos y nos sorprendió ese maldito tiro libre de 30 metros; y, sin embargo, seguimos combativos tanto que nos taparon la doble de Firmino y Salah que el vertical devolvió con ese doloroso sonido metálico. SPECTRE se relajó y dejó que la historia la avasallara; Blofeld estuvo bien y la historia estuvo bien pero hubo demasiada indulgencia que perdonar; para mi el pecado mayor fue la explosión determinante sobre Blofeld, esperé poder perdonar todo y ver al austriaco quemado, deforme, casi calvo y con una marca horrorosa en la mitad de la cara y nos salen con esto:

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En serio, el maquillaje en la sutil quemadura de Sean Bean siendo el 006 de Goldeneye lo supera grandemente.

Hoy vuelvo a gritar de emoción, euforia y frenesí.
Revisaba IMDb y me topé que el director de Bond 25 es Cary Joji Fukunaga, fuerza gráfica demoledora en True Detective, creador de The Alienist, Beasts of No Nation y Maniac, que además pertenecerá a un reestructurado equipo de escritura al lado de Purvis y Wade, y otra leyenda andante, Scott Z. Burns, la mente detrás Side Effects, Contagion, The Informant! (dirigidas por Steven Soderbergh) y de Ultimatum cerrando la fantástica trilogía Jason Bourne.

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Dice IMDb que el rumor es que regresan a los orígenes; que es muy posible que el arco histórico tenga relación con Dr. No. Por mi lado, quiero ver un partido abierto en pantalla, atacando todo el tiempo, dispuestos a ganar el encuentro hasta el último minuto y ojalá disfrutando un excelente desempeño de Malek con media cara deformada y un brazo cibernético.

Me encanta la referencia de Gert Fröbe en Goldfinger:

Bond: Do you expect me to talk?
Goldfinger: No, Mr. Bond, I expect you to die!

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Bond 15: The Living Daylights

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Pasaron sólo dos años para que EON pudiera volver a renovar la cara de James Bond. En 1962 el escocés Sean Connery definía el 007 como mujeriego, jugador y sofisticado; en 1969 el australiano George Lazenby tomaba el testimonio con un agente menos torpe, más audaz, que hacía sus escenas de acción sin doble aunque fue el más vulnerable sentimentalmente al casarse y trágicamente perder a su esposa (Tracy), la producción no congenió con él y rápidamente sería relevado otra vez por Connery en 1971, quien sin embargo, a pesar de los ruegos, volvería a abandonar el barco para que en 1973 Roger Moore lo retomara por siete episodios; Moore definiría al 007 como juguetón, coqueto y mucho más gracioso hasta 1985, cuando muy cansado renunció a la franquicia.

Dentro de este pequeño resumen, Roger Moore es un gran héroe al sobreponerse a Albert R. Brocolli y su perspectiva de que la única forma de interpretar a James Bond es la ofrecida por Sean Connery. Moore desde el principio afirmó que aceptaba el papel sólo si le era permitido aportarle su visión personal lo cual era una espada y una pared para Broccoli que, si o si, debía aceptarlo en aras de sacar adelante su producto.

En 1987 el encargado de comandar la franquicia fue Timothy Dalton. Un galés de 43 años que se aventuró a desarrollar The Living Daylights bajo una nueva producción que incluía a Broccoli, el ya posicionado Michael G. Wilson y por primera vez su hermana Barbara Broccoli -estrenándose en el puesto-. La producción partió de los 30 millones de dólares y la recepción fue muy buena con un recaudo de 192 millones, un fenómeno que seguramente no se esperaban los de EON que siempre que cambiaron de protagonista la taquilla se resintió fuertemente.

El británico John Glenn dirige The Living Daylights; Richard Maibaum y Michael G. Wilson de nuevo son los únicos encargados del guión; y aunque el título es tomado de una historia corta de Ian Fleming, su excusa es sólo para la introducción de la pieza y ya no se volverían a usar títulos de novelas por lo menos en veinte años. Al igual que en las anteriores presentaciones, de los otros actores, Timothy Dalton está oculto en medio de una escena de acción que desconocemos, los acordes de John Barry suenan de fondo y su rostro se revela en pantalla -imaginamos hubo una ovación en los teatros-; poco a poco vamos descubriendo que es un entrenamiento especial para agentes Doble Cero del MI6 pero algo sale mal y el agente 004 muere y leemos «Smiert Spionam», y el galés remata diciendo “Bond, James Bond”, mientras se enreda en los brazos de una morena, y A-ha entona su versión de The Living Daylights para los créditos iniciales. A pesar de que el autor de esos créditos es Maurice Binder, el mismo que estuvo durante años al frente de su diseño, por primera vez en veinticinco años las mujeres de esas tomas salen vestidas 😕

El argumento de la peli empieza cuando James Bond, como agente 007, es encargado de vigilar la deserción del General Georgi Koskov, oficial de la KGB interpretado por el neerlandés Jeroen Krabbé, durante el intermedio de una presentación en Bratislava; hay un agente oficialista encargada de impedir el intercambio, una francotiradora a la que Bond tiene que eliminar pero al darse cuenta que es una hermosa chelista, refuta la orden y simplemente la inhabilita; Koskov sano y salvo informa que hay una nueva política revivida dentro de la KGB que es la de muerte a los espías (Smiert Spionam) a cargo del General Leonid Pushkin (John Rhys-Davies); Koskov es entonces secuestrado y se asume que ha sido devuelto a Moscú, mientras tanto Bond emprende un viaje a Tánger en busca de Pushkin para eliminarlo, finalizar su orden de muerte a más espías y así evitar un escalamiento entre las tensiones de la Unión Soviética y todo Occidente.

A este punto de la franquicia, el análisis se vuelve súper interesante -por no decir ñoño- porque pasaron los ya nombrados actores, es la pieza XV entre veintitrés -más de la mitad-, son veinticinco años de crecimiento de la producción y las referencias a las pelis del pasado se vuelve el pasatiempo favorito. Sobreviven Desmond Llewelyn como Q, Robert Brown como M, Geoffrey Keen como Sir Frederick Gray (Minister of Defence) y Walter Gotell como el General Anatol Gogol; The Living Daylights traería consigo a John Terry como Felix Leiter y a Caroline Bliss como Moneypenny. Jeroen Krabbé más que un villano interpreta a un gran antofonista y su desempeño grabaría su imagen siniestra en otras pelis de Hollywood como The Fugitive e Immortal Beloved; las chicas Bond -igual a los créditos iniciales- tienen un cambio radical al dejar de tener nombres sugestivos y así Maryam d’Abo es la hermosa chelista Kara Milovy -aunque la regla es absoluta y con un perfil más bajo Virginia Hey interpreta a Rubavitch. Al lado de Koskov aparece una figura oscura y sureña, el oficial retirado Brad Whitaker interpretado por Joe Don Baker, una recreación maligna del bufonesco Sheriff J.W. Pepper (Live and Let Die, The Man with The Golden Gun) que interpreto Clifton James. Hay que tener muy en cuenta a este Joe Don Baker, porque jugará un papel parecido -pero invertido- a Charles Gray quien en You Only Live Twice interpreta al agente aliado Dikko Henderson para después en Diamonds Are Forever ser el mismísimo Ernst Stavro Blofeld. Como lo expusimos antes casi nada está expuesto al azar y todo puede ser referido a capítulos en el pasado del 007.

El logro más grande de este capítulo es que permite refrescar la franquicia y se olvida de la ramplonería de Moore y de Connery -aunque de nuevo Broccoli haya presentado a Timothy Dalton como el preciso para representar esa juventud de Connery que tan le hizo bien a la franquicia-; The Living Daylights transformó la comedia que era James Bond en un thriller, si de bajo presupuesto, pero el giro es vasto y expreso. El súper agente, sigue tomándose sus martinis secos, mezclados pero no revueltos, de nuevo es un mujeriego, tiene un par de líneas graciosas pero es serio y oscuro. Las escenas de acción son más osadas y el desarrollo de la narrativa es concisa, bien hilada y lo mejor al convertirse en thriller la acción conlleva tensión y suspenso. Esta fue la primera vez, que EON tuvo la intensión de desarrollar una peli como precuela de toda la serie, al final decidieron continuar y mejor referirse a ella como un perfil del personaje.

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Bond 14: A View to a Kill

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Siete veces actuó Roger Moore como el súper agente de inteligencia británica 007; siete episodios que empezaron con Live and Let Die y terminaron con esta A View To Kill; siete entregas que lo ponen como el actor que más veces interpretó a James Bond y que puso su rúbrica por encima de las intenciones de Albert R. Broccoli y EON Productions que sólo buscaban copiar lo propuesto por Sean Connery al principio de la franquicia. Curiosamente, y lo comentábamos en la reseña de Octopussy, parecía que Moore sólo había alcanzado magnificencia en su primera salida pero que con el paso del tiempo, de los escritores, de los directores y de las decisiones de producción, el 007 volvía de nuevo a ser ramplón, ordinario y vulgar, no obstante, A View To Kill es recordada como una gran despedida del londinense.

Era el año 1985 y la aceptación de A View To Kill se da en parte gracias al desempeño de Christopher Walken que sin deformidades físicas acuñaba uno de los más recordados y clásicos villanos de Bond. Atrás había quedado la sofisticación del 007 y de 58 años Roger Moore -incluso 3 años más viejo que Sean Connery) se estaba cansando de la saga, al punto del hastío, después de 12 años de haber estado al frente de la producción. En palabras suyas, Moore se sentía incómodo en su papel de mujeriego y jugador cuando le tocaba encamarse con niñas que más parecían sus hijas.

Aparte de Walken como Max Zorin, la pieza es recordada por la diferencia de sus chicas Bond; por un lado la ingenua Jenny Flex (Alison Doody) que se rinde a los encantos del súper agente y por el otro el contraste de la sexual Tanya Roberts encarnando a una dulce y frágil Stacey Sutton versus Grace Jones la ruda y visualmente ácida May Day que interpreta la mano derecha y siniestra perversión de Zorin.

En el pasado ya habían asesinado a los agentes John Strangways, Dikko Henderson y 009 entre otros; esta vez el muerto es el agente 003 y Bond es enviado a investigar su asesinato en Siberia; allí encuentra un microchip ruso que Q analiza y devela como un producto de Zorin Industries; con esta pista, Bond se dirige al tradicional Ascot Racecourse en Inglaterra, un hipódromo donde el caballo de Zorin acostumbra correr. En los corredores del hipódromo se topa con Sir Godfrey Tibbett (Patrick Macnee actor británico que es reconocido por hacer dupla con la bellísima Dame Diana Riggen The Avengers) otro agente del MI6 que le informa sobre sospechas de dopaje en los caballos de Zorin; ambos investigan los establos pero May Day elimina sus contactos, atenta contra Bond y finiquita la vida de Tibbett, definitivamente uno de los momentos más duros de la franquicia incluso por encima de la muerte de la Contessa Teresa di Vicenzo en On Her Majesty’s Secret Service. En una jugada genial del argumento el General Gogol le reclama a Zorin la muerte sin permiso de estos agentes y se evidencia una doble cara del agente de la KGB que más o menos siempre se ha visto como un aliado del 007 y obviamente del MI6. Por fin se esclarece el plan completo de Max Zorin que depende de controlar el mercado y la manufactura de microchips en el mundo, un plan un poco infantil y desproporcionado pero que lleva con extrema delicadeza y finura este A View To Kill a los niveles de calidad de Goldfinger u On Her Majesty’s Secret Service.

Después del fugaz éxito de su competencia con Never Say Never Again (con Sean Connery en 1983), EON aumenta el presupuesto de su producción también a 30 millones de dólares para obtener un recaudo neto de 152 millones. Esto le permite a James Bond ir a París, San Francisco, Oakland, Chantilly (de nuevo en Francia), el Lago Vatnajökull (en Islandia), West Sussex (en Inglaterra) y obviamente Londres. Pero la franquicia estaba herida, fraccionada y aumentar los presupuestos de la producción no iba a salvarla; Roger Moore estaba cansado, Lois Maxwell también se retiraría y la llegada de un nuevo actor para interpretar otro James Bond iba a ser más que suspicaz dentro de la fanaticada. Sobrevivirían Robert Brown como M, Desmond Llewelyn como Q y Walter Gotell como Gogol.

El éxito se vio reflejado, no sólo en la calidad y tono de la cinta, sino en la recordación que Duran Duran aportaría a la pieza gracias a las múltiples nominaciones que lograron con John Barry así como las también numerosas versiones del tema central -entre mis favoritas la cantada por Skye, la ex-vocalista de Morcheeba-.

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Bond 13: Octopussy

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Después de haber logrado una muy buena cinta en Live and Let Die de Guy Hamilton, que definía el Bond que Roger Moore quería ser, la franquicia se fue desmoronando y nunca logró convencer completamente en su calidad; a pesar del éxito taquillero, James Bond volvía a ser una serie de pelis ramplonas y a veces de muy mal gusto; su identidad se perdía y el mismo Moore se hacía viejo.

En la décimo tercera salida de James Bond, Octopussy de 1983, regresa el británico John Glenn como director. De nuevo EON le apuesta a una gran producción con un presupuesto inicial de 27 millones para que al cabo de más o menos catorce semanas la cinta recibiera 187 alrededor del mundo.

George MacDonald Fraser, Richard Maibaum y Michael G. Wilson son los encargados de darle vida a una historia corta de Ian Fleming dentro de la colección Octopussy and The Living Daylights. Bajo la sospecha de que agentes soviéticos están tras el asesinato del 009, James Bond es enviado a investigar. Dicho agente fue encontrado muerto con un huevo Fabergé falso en su poder, entonces Bond sigue la pista de una subasta de un Fabergé original y logra intercambiarlos; en la misma subasta se sumerge en una disputa por el huevo con un príncipe afgano llamado Kamal Khan (Louis Jourdan) para después seguirlo hasta su palacio en India; es allá que descubre que Khan trabaja para el General Orlov (Steven Berkoff) quien quiere expander los límites de la Unión Soviética en Europa, sin embargo Magda (Kristina Wayborn), una de sus secuaces tatuada con un pulpo azul, le roba el huevo original; tratando de recuperar el huevo, el agente del MI6 llega a otro palacio, esta vez en Udaipur, dirigido por Octopussy (Maud Adams) la adinerada líder del culto del pulpo a cuyo séquito pertenece Magda; Bond logra esclarecer el plan completo de Orlov apoderándose de antiguos tesoros rusos cambiándolos por réplicas pero en un giro, un tanto más que ridículo, se da cuenta además que dichas réplicas contienen una ojiva nuclear que planea explotar en un espectáculo de exposición de los tesores dentro de una base aérea norteamericana para así desacreditar su plan armamentístico, desencadenar un desarme mundial y así apoderarse de las tierras abandonadas.

Las hitorias del súper agente cada vez se han vuelto más rebuscadas y los giros en la trama rayan en la ridiculez y el absurdo. Como decíamos antes se desdibuja la esencia que había desarrollado Roger Moore para desarrollar un personaje infantil, sin mucho desarrollo y de nuevo el 007 vuelve a sus rondas de mujeriego, teniendo relaciones sexuales con dos o tres chicas Bond por peli; por ejemplo, en este episodio una dupla de suecas; lo que resulta más molesto es el llamado exagerado e innecesario de atención hacia una de ellas en el título como objeto de mercadeo.

Después de un periodo de duelo (For Your Eyes Only), M vuelve al ruedo encarnado por Robert Brown; lo acompaña obviamente Desmond Llewelyn (Q), Lois Maxwell (Moneypenny) y los ya reconocidos Geoffrey Keen (Sir Fredrick Gray, Minister of Defence) y Walter Gotell (General Gogol).

La gran curiosidad, sin embargo, fue que ese mismo año, Sean Connery vuelve como el agente secreto del MI6 a sus 53 años, en una producción paralela, gracias a que el escritor Kevin McClory se había quedado con los derechos de la historia de Thunderball y con los personajes de S.P.E.C.T.R.E. -por esa razón nunca más volvimos a saber de Ernst Stavro Blofeld —- sin embargo, en la novela For Special Services aparece una señorita Nena Bismaquer que resulta ser su hija y se rumora que de esa forma se puede concretar el regreso en los Blofeld a los Bond de Daniel Craig-; McClory como productor invierte 36 millones de dólares y recibe 160; uno podría pensar y porqué entonces no continuó desarrollando historias del 007, sencillamente porque sólo tenía los derechos de Thunderball y no podía usar una sola historia más de Fleming; el nombre de la cinta fue Never Say Never Again, de la cual haremos reseña al final de toda la producción de EON, y tiene relación a la frase del mismísimo Connery al final de la producción de Diamonds Are Forever cuando sentenciaba que “nunca más” volvería a interpretar al 007.

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Bond 12: For Your Eyes Only

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La escocesa Sheena Easton con su melodiosa voz, su tema For Your Eyes Only y las siluetas de las clásicas sirenas de Maurice Binder introducen a James Bond en una nueva década de la franquicia. El año es 1981, Roger Moore interpreta su quinto Bond y el director es John Glenn; un viejo conocido de la serie que empezó su carrera filmográfica como director de la segunda unidad en On Her Majesty’s Secret Service, debutó en esta pieza y terminó haciendo cuatro pelis más de la saga -superando a Guy Hamilton que logró la no despreciable cifra de cuatro episodios-.

Una particularidad de esta cinta es que Michael G. Wilson no se limitó a producir solamente al lado de su padre sino que además en esta, al lado de Richard Maibaum, colaboró en el desarrollo del guión. La confianza fue alta y la producción aporta 28 millones de dólares de presupuesto para que se desarrolle la décimo segunda aventura del súper agente que al final recuperó 195 millones, cerrando otro buen negocio para EON. La entrada de Glenn a la dirección, sin embargo, es el peor deterioro que le pudo pasar a James Bond; no sólo no supo sortear la personalidad adquirida de Moore sobre el 007 sino que cuando este se aparta de la saga, Glenn tampoco supo conectarse con Timothy Dalton en lo que terminó siendo el fondo del espía británico.

Una baja sensible en el reparto fue Bernard Lee que después de varios quebrantos importantes de salud a causa de un cáncer estomacal fallece justo después de estrenar Moonraker; la producción toma la decisión de no reemplazarlo en For Your Eyes Only en honor a M, el jefe del 007 durante once capítulos, y complementa su vacío con el uso de los personajes del General Anatol Gogol (Walter Gotell) y Sir Frederick Gray, Ministro de Defensa (Geoffrey Keen) además obviamente de Miss Moneypenny (Lois Maxwell) y Q (Desmond Llewelyn).

For Your Eyes Only está basada en el mismo título de la serie de cuentos cortos de Fleming -cinco en total y que también incluye Quantum of Solace– pero en la trama específica de uno de ellos, Risico. Bond es informado por el Ministro de Defensa que el bote St. Georges ha sido hundido y que contiene el ATAC (Automatic Targeting Attack Communicator) importante dispositivo de defensa británico que coordina y comunica la escuadra de submarinos Polaris; Bond debería rescatarlo con premura porque los rusos también estarían interesados en el dispositivo que tiene la capacidad de activar los misiles del resto de submarinos. Mientras tanto el General Gogol ya ha informado a su contacto en Grecia donde supuestamente se hundió el St. Georges. En un juego del gato y el ratón, MI6 contrata al arqueólogo marino Sir Timothy Havelock para encontrar el St. Georges pero este es asesinado por un sicario cubano llamado Hector Gonzales a quien Bond sigue hasta España para encontrar al autor intelectual pero de nuevo el sicario es asesinado por un tercero; esta vez es Melina Havelock, hija del profesor quien toma venganza de la muerte de su padre por sus propias manos. Con la ayuda de Q y el recuerdo de los hombres que rodeaban a Gonzales, Bond sigue a Emile Leopold Locque, otro sicario, hasta Italia que lo lleva a Luigi Ferrara y que finalmente lo conduce al nombre de Milos Columbo. Un par de giros y otro par de traiciones finalmente desencadenan un final a buen término, un poco rebuscado, un poco aburrido.

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Bond 11: Moonraker

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De nuevo el británico Lewis Gilbert sería el encargado de liderar la realización de James Bond pero esta vez EON tendría una nueva dirección en la producción al sentar por primera vez a Michael G. Wilson, hijo de Albert R. Broccoli, al lado de su padre como remplazo de Harry Saltzman y su prudente salida años atrás. Se había anunciado en los créditos finales, como en otrora, que el siguiente capítulo iba a ser recreado en la novela For Your Eyes Only pero se tomó la decisión de usar mejor Moonraker donde se podría aprovechar el ambiente y los escenarios del espacio exterior debido al repentino éxito que fue Star Wars. Sin embargo el guión autorizado para desarrollar Moonraker era tan distinto de la novela original que se autorizó de nuevo «una novelización» de la pieza a cargo de Christopher Wood -ya lo había hecho con The Spy Who Loved Me-.

La cinta tuvo un notable éxito, con un presupuesto cercano a los 34 millones de dólares y un recaudo inicial de 210 millones, como nunca había sucedido con otra pieza. El aumento del presupuesto no sólo permitió locaciones exóticas en Brasil, Argentina, Paraguay, Guatemala, Italia, Francia, Inglaterra y Estados Unidos, permitió además una recreación del espacio exterior dentro de los inmensos estudios Pinewood y una nominación por mejores efectos especiales dentro de los Oscar de La Academia gracias al trabajo de Derek Meddings, Paul Wilson y John Evans. A pesar de la notable gloria, Moonraker retrocede en la payasada y errores de las primeras instalaciones del 007; el gran despliegue de las escenas de acción alcanza a difuminar, pero no eliminar completamente, el uso exagerado de dobles de acción, los chistes flojos y un perfil del súper agente que suponíamos ya habíamos superado. Empieza un decaimiento que empieza a notarse en Roger Moore, al igual que otros elementos dentro de la producción que vendrán haciéndose más evidentes con el paso de los años.

En Moonraker, el epónimo transbordador espacial ha sido secuestrado del dominio británico y se le es encargada la investigación a James Bond. En camino a su misión, en un vuelo no comercial, Bond es asaltado por el capitán y la tripulación que trae de nuevo a colación a Jaws (Richard Kiel) quien se había salvado súbitamente al final de The Spy Who Loved Me. El fabricante del transbordador es Hugo Drax, presidente de Drax Industries, y es allí donde se dirige el 007 como punto de partida en aras de descubrir lo sucedido con el Moonraker. Drax es interpretado por Michael Lonsdale y a su cargo están Chang (Toshirô Suga), Jaws, la astronauta y doctora Holly Goodhead (Lois Chiles) y su asistente Corinne Dufour (Corinne Cléry). Al llegar a Drax Industries, Bond sufre su segundo atentado después de conocer a la doctora Goodhead y es cuando empieza una larga persecución de Drax por Venecia, Rio, Iguazú y a través de la Amazonía brasilera hasta finalmente ser capturado por Jaws y llevado a la presencia de Drax donde Bond ve elevarse el Moonraker y dilucidar su plan completo. Previamente, Corinne se había rendido a los encantos del 007 y le ayudó en su investigación pero antes de lograr cualquier resultado Drax se dió cuenta de su traición y la mató. Toda la producción se translada al espacio exterior donde Bond y Goodhead deben detener los planes de Drax y el uso de un neurogas sobre toda la faz de la Tierra.

El reparto se siente abundante en estrellas francesas y tiene una razón de ser. EON Productions conforma una alianza anglo-francesa donde, según el acuerdo, cierto número de actores debían llenar cierta cantidad de puestos en los roles para cumplir el tratado. Al lado de ellos Bernard Lee, Lois Maxwell, Desmond Llewelyn, Geoffrey Keen y Walter Gotell completan el listado de protagonistas.

La narración de Moonraker se hace excesivamente larga, sincopada y llena de persecuciones infructuosas; pero no sólo es decepcionante la forma de resolver todos los problemas sino que las inusitadas ayudas que recibe el súper agente son más que inverosímiles. Moonraker parece un rompecabezas armado con las tramas de Goldfinger, Thunderball, You Only Live Twice y The Spy Who Loved Me. Finalmente, con un giro exageradísimo y profundamente empalagoso entre Jaws y su novia Dolly el desenlace de The Spy Who Loved Me es prácticamente calcado. Aunque los efectos son realmente buenos y la cinematografía alcanza un buen punto de calidad, Moonraker es de las peores cintas de James Bond.

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Bond 10: The Spy Who Loved Me

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1977 es un gran año para James Bond. La décima peli se estrenó en agosto, pasaron ya quince años desde el primer lanzamiento de la serie y Roger Moore establecido en su rol se apodera de su tercer establecimiento. Todo parece indicar que las dudas se despejan y lo que parecía una franquicia en decaimiento, se ha vuelto de nuevo una gran joya de la productora EON. El londinense Lewis Gilbert regresa a la silla del director, aquel que trajo You Only Live Twice, la más grande y espectacular de las piezas del súper agente 007, vuelve con el reto de sacarle todo el jugo a The Spy Who Loved Me y digamos que lo logra. Con un presupuesto modesto de 14 millones de dólares, la peli logra un recaudo de 185 millones, por encima de los 100 y cercano a los 200, lo que supone que James Bond es aceptado por el público y está otra vez de moda.

Claramente, esta cinta se basa en las grandes persecuciones de On Her Majesty’s Secret Service cuando al principio de la cinta Bond huye de una emboscada soviética en zonas nevadas de Austria. Sin ser tan espectacular como la anterior de Lazemby, The Spy Who Loved Me logra cautivar al espectador con unas muy buenas escenas de acción. Aunque la peli se basa en el título de la -también décima- novela de Ian Fleming no se parecen en absoluto; el relato del británico casi parece una novela erótica sobre las experiencias de Viviane Michel, una joven canadiense al servicio de un alemán, que es apetecida por su apariencia en varias ocasiones, unas incluso con interrupciones violentas que llegan al límite de la violación. No, la cinta de Gilbert empieza con la desaparición de un submarino y le es encargado a James Bond su búsqueda tras la pista de que su sistema rastreador se ha visto en el mercado negro de Egipto; allá se topa con su par rusa, la Mayor Anya Amasova, agente Triple X de la KGB, interpretada por Barbara Bach y quien también está interesada en el rastreador. No obstante, en una inusual alianza de sus respectivos jefes, Bond y Amasova unen fuerzas en contra de su enemigo en común, Karl Stromberg interpretado por el bávaro Curd Jürgens. La misión es detener a Stromberg que es capaz, mediante su abisal asentamiento llamado Atlantis, seguir inhabilitando y secuestrando submarinos, sin embargo, Amasova se entera de que en su escapada en Austria, Bond habría liquidado a su amante y tomaría venganza de su amado.

Es grato ver como la trama se alejó de la ficción de SMERSH y SPECTRE, antiguas fundaciones del mal en la mitología de Bond y ahora juega con los relatos de la Guerra Fría, con la KGB o los mercenarios radicales de los 70’s; en parte es gracias a Christopher Wood, en parte al regreso de Richard Maibaum al equipo de escritura pero la verdadera razón es que la producción sufrió varias estocadas que terminaron por definir la siguiente fase en la historia de James Bond. La primera fue la salida forzada del productor Harry Saltzman quien con manejos oscuros no relacionados con la franquicia estaba sacando ventajas personales; Albert R. Broccoli negoció su salida por 20 millones de libras esterlinas -aún no se había empezado la producción y el recaudo era incierto lo que significada un duro golpe despojarse de tanto capital justo en ese momento-. El segundo golpe lo dió Kevin McClory, en los tiempos de Thunderball, quien finalmente se apropió de los derechos de Ernst Blofeld y de su organización SPECTRE, lo cual impedía a EON de usarlo de nuevo en sus producciones; McClory por su lado si reusó la historia de Thunderball, unos años después trayendo de vuelta al ya cincuentón Sean Connery en Never Say Never Again -esta fue mi primera cinta de James Bond en cines-, el título hacía relación a la declaración de Connery después de Diamonds Are Forever cuando dijo que “never again” volvería a interpretar al 007.

Richard Maibaum fue aquel que le dió forma a James Bond en Dr. No, Goldfinger y la misma On Her Majesty’s Secret Service y entiende perfectamente la necesidad de mantener actualizado el tema de espionaje del súper agente; Maibaum también escribió grandes descaches en la franquicia pero desde The Man with the Golden Gun su experiencia había ayudado a que Roger Moore se estableciera como el personaje que llegó a ser.

Es una constante en la cinta que Bond salve a la Mayor Amasova, al principio de las garras de Jaws (Richard Kiel), un gigante monstruoso con una dentadura aserrada de metal, después del Liparus el súper tanque de Stromberg y después de su misma fatalidad cuando los submarinos aliados deben destruir el Atlantis donde se encuentra la hermosa rusa. Aparte de Bernard Lee como M, Walter Gotell que había aparecido desde From Russia with Love como un antagónico ruso regresa a esta pieza como el General Anatol Gogol. Al lado de ellos, Lois Maxwell, Desmond Llewelyn y Geoffrey Keen que interpretaría la introducción por primera vez de Sir Frederick Gray, Ministro de Defensa, llave importante para la producción como posible remplazo de la figura de Bernard Lee que ya sufría de afecciones de salud debido a un cáncer de estómago.

El tema de la cinta sería “Nobody Does it Better” compuesta por Marvin Hamlisch, escrita por Carole Bayer Sager, interpretada por Carly Simon y presentada en los créditos iniciales como se acostumbraba desde la primera cinta por Maurice Binder. Al final la peli lograría lo que hasta ahora ninguna había alcanzado, tres nominaciones al Oscar de La Academia en las categorías de mejor dirección de arte, mejor canción original y mejor partitura original.

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Bond 9: The Man with the Golden Gun

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La producción toma un paso atrás en finanzas y a pesar de que confían en que Roger Moore es la respuesta correcta, el presupuesto para la realización de The Man with the Golden Gun pasó de 35 millones a tan sólo 13 millones; se recogieron casi 98 millones lo cual significó un gran negocio pero de todas formas la producción se vio afectada.

Guy Hamilton repite como director en su cuarta versión del súper agente 007 y supera a Terence Young quien logró apenas sólo tres capítulos -entre los que se encuentran los más deplorables hasta ahora-. Además de Hamilton, vuelven también Tom Mankiewicz como guionista, Ted Moore como director de fotografía, Maurice Binder en la secuencia de títulos, John Barry en la partitura original y se siente como la franquicia se va volviendo legendaria cuando todos se juntan en torno a Bernard Lee como M, Lois Maxwell como Moneypenny, el mismo Roger Moore y Desmond Llewelyn quien regresa como el gran Q.

Francisco Scaramanga el asesino de fama mundial hace una amenaza abierta al 007 al mandarle una bala de oro con su nombre directamente al MI6. Scaramanga interpretado por Christopher Lee entra a la cima de villanos de la serie por la particularidad de armar una pistola gracias a implementos personales de oro como una cigarrera, una pluma o un encendedor. Pero no hay mucho desenvolvimiento en este capítulo, todo gira en torno a una conspiración de Scaramanga por adueñarse de una estación de poder solar; lo interesante es que a pesar de que no tuvo mucho tiempo en pantalla Christopher Lee logra un villano, sofisticado, exótico que sin deformidades físicas es catalogado como uno de los mejores de la franquicia. Se habla de su muerte como una de las mejores, no se si es la época o qué, pero personalmente me pareció una intriga sosa sin mucha justificación -me refiero al duelo de los veinte pasos y después la casa de los espejos-.

En The Man with the Golden Gun aparecen dos chicas Bond. Maud Adams como Andrea Anders quien colecta las balas doradas para Scaramanga en un casino de Macau -una escena que se evoca posteriormente en Skyfall– y Britt Ekland como Mary Goodnight -gran nombre-. Este par de suecas se complementan con Hervé Villechaize el enano mayordomo de Scaramanga famoso por su papel de Tatoo en La Isla de la Fantasía y Clifton James como el Sheriff Pepper que vuelve aparecer un poco forzado debido a su popularidad alcanzada en Live and Let Die.

Como advertíamos, a pesar de tener locaciones exóticas en Tailandia, Hong Kong, China e Inglaterra, el bajo presupuesto no permitió un mayor desenvolvimiento de la saga. Roger Moore se acostumbraba al papel y el resto de la producción recogió buenas regalías. Aunque no es la peor, The Man with the Golden Gun tampoco es la mejor y sin mucha pena y con poca gloria se ubica consistentemente en el promedio de toda la serie.

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Bond 8: Live and Let Die

[Continuación]
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Es 1973. Han pasado dos años y la solución de traer a Sean Connery como James Bond, ni funcionó ni fue a largo plazo. EON Productions en cabeza de Albert R. Broccoli, intentó convencer al escocés de volver al proyecto pero este fue reticente y determinante. Saltzman siempre quiso darle un giro al súper agente para volverlo más americano y armó una larga lista de posibles actores para finalmente ofrecerle el papel a Clint Eastwood quien, sintiéndose alagado, declinó por pensar que el actor debía ser un británico; Broccoli, de acuerdo con Eastwood, encontró una salida reconocida y más segura para la saga. En la época en que el Dr. No se anunciaba en las marquesinas de los teatros de cine, varias opciones de espionajes basadas en las historias de Ian Fleming también comenzaban a aparecer en la TV; una de ellas The Saint con siete temporadas ininterrumpidas proclamando como estrella a Roger Moore. Por su cuenta, Moore ya había participado en pruebas de reparto para interpretar al 007 que finalmente le fue concedido a Connery para el Dr. No y a George Lazenby para On Her Majesty’s Secret Service.

Moore concentraba, de esa forma, varias claves importantes para la producción del siguiente James Bond, estrellato, aceptación del público, ganas de hacer el trabajo y apuesta a largo plazo. El británico sólo pidió no ser puesto a imitar a Sean Connery ni a Simon Templar (The Saint), por lo que el guionista Tom Mankiewicz intentó darle un aire de más frescura y más comedia a sus partes. Las líneas cómicas tan características de Connery se convirtieron pues en escenas más amplias que abrazaron la sofisticación y un poco la insolencia que caracterizarían al súper agente posteriormente.

Live and Let Die fue escogida porque se quería traer a escena el tema de las panteras negras; tomando como excusa la novela homónima de Fleming, por primera vez, un actor negro interpretaría un antagónico en la serie. Yaphet Kotto fue el encargado de darle forma a Kananga en las profundidades folclóricas de Nueva Orleans y lo hizo impecablemente. El director encargado iba a ser Guy Hamilton, el francés que obtuviera hasta ese momento el mayor éxito de la franquicia con Goldfinger y que volvió en Diamonds Are Forever, también con relativo éxito. En principio, Hamilton no quería filmar en Nueva Orleans por haber tenido muy cerca el Junkanoo en Thunderball pero la producción lo convenció de que era otro Bond y ya habían pasado ocho años, lo cual hacía irrelevante su petición.

La historia empieza con la desaparición y supuesto asesinato de tres agentes especiales del MI6, en dudosas circunstancias mientras vigilaban el accionar del Dr. Kananga en Santa Mónica, una isla caribeña en donde ejerce su tiranía. Bond se desplaza a Nueva York para encontrarse con Felix Leiter (David Hedison) y recibir el informe, mientras el mismo Kananga también se desplaza a la ciudad para un encuentro diplomático en la ONU; un par de persecuciones después conllevan a Bond a Harlem y a la pista de Mr. Big otro de los villanos de este capítulo. Gracias a Mr. Big, Bond descubre a Solitaire (la bella joven y virginal Jane Seymour) que lee el futuro mediante su inmaculada peculiaridad, el tarot y de esta forma es la mano derecha de esta facción. Obviamente Bond la seduce, la inhabilita 😉 y emprende la cacería sobre Kananga.

El esquema de Bond se aferra a la franquicia en busca de una nueva identidad perdida con Connery y Lazemby. Pero de aquí en adelante todos en la producción de la serie deberán reconocer que lo logrado en On Her Majesty’s es lo mejor que les ha sucedido. Como explicábamos antes, Moore se aferra a un perfil más coqueto, juguetón y cómico con su personificación pero Lazemby enseñó que no todo es una payasada, que las peleas no pueden ser tan coreografiadas, que el uso de dobles debe ser la última opción (en esta peli en particular hay una escena que es realmente asombrosa y que justificaba el uso de dobles: el paso de Bond sobre una camada de lagartos en el pantano – las escenas de cómo se filmó esta toma son escalofriantes y obviamente no las iba a hacer Roger Moore), que se puede sufrir y que James Bond no es ramplón. Live and Let Die es la mejor cinta de Roger Moore, un roletazo de cuadrangular; hay unas excelentes persecuciones, las locaciones exóticas en el sur y en el Caribe son geniales, la canción insignia compuesta por Paul McCartney -que le significó la segunda nominación de Bond a un Oscar– personalmente es la mejor de la franquicia y se le notó madurez a todo el equipo que por fin se empezaban a olvidar del sonsonete de que el único súper agente 007 fue Sean Connery. Bernard Lee sigue siendo M y Lois Maxwell es Moneypenny. Los créditos fueron diseñados por Maurice Binder quien seguía usando temas de la peli con mujeres desnudas; esta vez modelos negras, pintorretiadas como vudistas mexcladas con fuego, colores muy cálidos y sus clásicas siluetas.

Notas personales. El interés de usar la novela de Fleming también se dió en un momento del cine llamado «Blaxploitation» o cine de explotación negra; varios recursos del género como los chulos, sus vestimentas estrafalarias, el mismo Harlem, los carros y la jerga fueron introducidos sin pena en la cinta. El presupuesto inicial fue de 35 millones de dólares y aunque la retribución de 91 millones no fue tan alta, de nuevo, Lazemby había enseñado que un cambio en el personaje podía generar desconfianza en el público, que no necesariamente era malo sino más bien algo natural y que no tendrían que sonar las alarmas inmediatamente.

Desmond Llewelyn actor distintivo como Q por primera vez desde From Russia With Love en 1963 no aparece en la cinta; aunque varios de los trucos y dispositivos de Bond si aparecen, Llewelyn venía trabajando en unas series de TV que lo hacían molesto para algún sector de la producción que no lo quiso llamar para esta edición; de pronto por eso mismo el rescate de Solitaire se hizo con una Smith & Wesson Model 29 y no con la clásica Walther PPK.

No hubo un carro insignia. Las grandes persecuciones se hicieron en lancha en los grandes pantanos de Luisiana.

Aparte del personaje Jane Seymour con su sugestivo nombre, por primera vez una chica Bond era negra y se involucraba románticamente con el 007. Rosie «la entallada» Carver fue interpretada por la bella Gloria Hendry y se mezcló perfectamente en la trama -como curiosidad apenas, Gloria Hendry después de Bond, continuó su carrera en el cine en la serie B y fue gran estrella del ya nombrado género de Blaxploitation. Otro actor, Clifton James añadió el toque ramplón y payaso con su personaje del Sheriff Pepper, no sólo fue un ícono en la historia sino que también se aseguró una aparición más adelante en futuras producciones de Bond. En general, el cambio fue bueno y Roger Moore se adaptó perfectamente.

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Bond 7: Diamonds Are Forever

[Continuación]
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Es el año de 1971 y tras cuatro años de ausencia Sean Connery vuelve como el súper agente 007. George Lazenby es historia y Diamonds Are Forever es la séptima salida de la franquicia, de nuevo interpretando una novela original de Ian Fleming. Visiblemente cambiado, con sus 41 años encima, y con un perfil diferente, el escocés tiene la sartén por el mango; Eon Productions hace pruebas de reparto con varias alternativas norteamericanas para llevar a Bond a un público más americano pero nada resulta convincente; la presión de United Artist los sobrecoge y vuelven a llamar a Connery; este pide un millón 250 mil de dólares, la opción para portagonizar dos pelis de United y la inclusión dentro de la producción de Bond 7. Un acuerdo realmente impresionante para la época.

El francés Guy Hamilton es convencido para volver a dirigir, gracias a que Harry Saltzman y Albert R. Broccoli aceptan que la única verdadera cinta con aires de rompetaquilla fue Goldfinger y quieren volver a darle ese estatus a la franquicia. Los presupuestos por todas las negociaciones empiezan a crecer y Diamonds Are Forever empieza con 7 millones 200 mil dólares para finalmente recoger un poco más de 116 millones. Hamilton, pues, parece tener la clave para monetizar la saga pero analizándolo bien, hay varias razones y no muy agradables para los fanáticos de Sean Connery.

Todo colapsaría en On Her Majesty’s Secret Service pero al final parece más un gran boicot de la producción que no quería que, ni la pieza triunfara, ni que George Lazenby continuara. Desde Maurice Binder -con una de las presentaciones más mediocres – hasta los mismos Saltzman y Broccoli que se cansaron de su modelo australiano, todo fue un gran salto al vacío. Pero gracias a Lazenby y Peter Hunt, Diamonds Are Forever no es otra payasada en la que estuvo involucrado Connery. Puede atribuírsele al cambio de década, que se siente mucho, pero las escenas de acción son más elaboradas y no hay tanto montaje en estudio, los dobles son dobles y no compiten en pantalla con los protagonistas en las escenas de acción, aún siendo un imperdonable mujeriego, Bond es más cuidadoso con cada una de ellas pero sobre todo la historia parece mejor estructurada y la trama no se resuelve completamente en 10 minutos al final de la cinta.

La historia vuelve a traer a colación Ernst Blofeld, el reconocido Número Uno de SPECTRE, que al principio de la cinta explica la serie de cirugías a las que se ha sometido para poder cambiar su apariencia. Esta parte no es del todo agradable en la pieza por dos razones sencillas (A) Charles Gray que interpreta a Blofeld ya había actuado en You Only Live Twice como un aliado de Bond en Japón (B) Ernst Blofeld conserva todo su vestuario pero desde la misma You Only Live Twice, su apariencia es caracterizada como un hombre caucásico y calvo; en On Her Majesty’s Secret Service, Telly Savalas pasó por alto la cicatriz de Donald Pleasence pero en esencia era el mismo. Gray por su lado olvida la cicatriz, la calva y con su previa actuación se desentiende completamente de la continuidad en la franquicia. Gravísimo error muy constante en estas primeras pelis del 007.

Blofeld es muerto a manos de James Bond al principio de la cinta. Esto le permite a Bond, seguir adelante y rastrear una mafia de diamantes robados directamente desde Sudáfrica. Gracias a pasaportes falsos, Bond llega a Amsterdam, haciéndose pasar por Peter Franks, uno de los intermediarios y contacto de Tiffany Case -la chica Bond de Diamonds Are Forever que en esta ocasión será interpretada por Jill St. John-. La trama envuelve un poco de intriga, algo de seducción de Bond con Tiffany Case, increíbles persecuciones de carros en Las Vegas y grandes escenas de acción. Sin embargo, la trama alrededor del robo de diamantes, el satélite destructor y el secuestro de un multimillonario tipo Howard Hughes es excesivo.

El esquema ha variado un poco y Bond ya no es tan autosuficiente como antes, necesita ayuda y su equipo se la ofrece sin chistar. Norman Burton es el nuevo Felix Leiter, Bernard Lee cada vez es un más bravo M, Desmond Llewelyn es Q y Lois Maxwell es Moneypenny. La atención del espectador es desviada en varias ocasiones, se pierde ritmo constantemente en la narración y termina la historia tornándose muy aburrida. La crítica además afirma que Diamonds Are Forever es demasiado exagerada, muy sobreactuada y casi una corografiada ridiculez. Sin embargo, por primera ves una peli de Bond es nominada al Oscar como mejor sonido y la taquilla, como habíamos referido anteriormente, también respondió muy bien.

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