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Nymphomaniac: Volume II

[Continúa]
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Es preferible que si no han visto la primera parte de Nymphomaniac, no vean la segunda parte –mejor aún que ni siquiera lean esta entrada en absoluto–. A diferencia de muchas otras secuelas, Von Trier realmente pensó su pieza como un todo y no como un juego de volúmenes más fácilmente comerciable. Esto da pie para que la peli abra con una exculpación o un descargo de responsabilidad bastante peculiar que, por lo anteriormente explicado, puede ser tomado como una justificación comercial del distribuidor o una simple jugada de manipulación de Von Trier.

Joe (Charlotte Gainsbourg) nos ha venido relatando la historia de su vida, en un afán por confesar sus pecados y absolver sus culpas; Joe es una mujer entrada en sus cuarenta años que desde muy joven experimentó una vertiginosa serie de aventuras sexuales que profusas fueron desencadenando una patología y evidenciando un síndrome. La patología es la de convertirse en hipersexual y el síndrome el de la pérdida total de sus orgasmos.

El desenlace de la obra se autodivide también en tres capítulos “The Eastern and the Western Church (The Silent Duck)”, “The Mirror” y “The Gun”.

La trama continúa con el matrimonio en conflicto que sobrellevan Joe y Jerôme (Shia LaBeouf), quienes se definen enamorados, voraces en apetito sexual y embarazados de Marcel, un hijo completamente inesperado para Joe quien a su vez experimenta una insatisfacción sexual por la desconexión de sus órganos sexuales con su libido; Jerôme más que preocupado por la insatisfacción de su mujer le sugiere que busque experimentar con otros hombres que la ayuden en la búsqueda y consecución de esa satisfacción; de esa forma se topa con K (Jamie Bell), una especie de terapeuta conocido por sus tratamientos altamente violentos y de alguna forma juzgados como sadomasoquistas. K logra despertar sensaciones perdidas pero también su relación también destruye el matrimonio, el trabajo y el estatu quo de Joe, una metáfora del maltrato que también empieza a recibir su vagina.

La historia en este segundo volumen se desenvuelve hacia la madurez de Joe, define los antecedentes del callejón donde fue violentamente asaltada y donde subsecuentemente fue recogida por Seligman (Stellan Skarsgård). La historia no es tan apasionante y creativa como en el primer volumen y es consecuencia directa de la larga pausa en el entreacto –que tomó cerca de un mes–; ciertamente hay una pérdida en el ritmo de la narración –visual y textual–, y el mismo Von Trier es consciente cuando Seligman y sus pausas ya no son tan divertidos, expresamente identificado en una de las líneas de Joe cuando se refiere a los nudos de K, en una de sus sesiones; sea cual fuere la razón, agradecemos que de todas formas, de principio a fin, las figuras cinematográficas y literarias, que aparecen constantemente en el diálogo de Joe y Seligman, sean explicadas por el autor y no son parte de un discurso posterior e intelectualoide donde se descifra cada uno de sus semas bajo la interpretación personal. Es cierto, para mentes inexpertas e inocentes de filosofía, como la mía por ejemplo, la secuencia lacaniana que aleja el sexo de Joe de su éxtasis, pasa tan frugal e inadvertida, que tan sólo deja clara la genialidad de Lars Von Trier, demandante de un análisis mucho más profundo de cada una de las capas de su pieza y mucho más estudiado que el humilde punto de vista de un fanático del cine, como cualquiera de nosotros en el blog. Nosotros nos quedamos con un cierre de la pieza un tanto torpe pero con la aparición de L (Willem Dafoe) y la alegoría a la introducción de Antichrist cuando Marcel se asoma al balcón.

Lars con Trier es, sin duda, uno de esos pocos autores que permite referirnos a sus obras como piezas de arte; un arte moribundo, casi extinto, consecuencia de la feroz existencia y voraz competencia de Hollywood en nuestras carteleras. Nos permite además detenernos a estudiar muchas complejidades dentro de su discurso, algunas veces existencialista, otras veces dialéctico, fundamentalista y quien sabe que más corrientes filosóficas puedan ser exploradas en él. Nymphomaniac es una declaración de su insolente pensamiento, una demostración de que ser denominado persona non grata es tan sólo una vía para desencadenar una serie de imágenes provocativas y alucinantes como combustible y disparador de su intelecto.

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Snowpiercer

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Si hay algo impresionante en esta cinta de Bong Joon-ho es el maquillaje y la dirección de arte. El coreano a quien conocemos por Tokio! y Madeo se tomó muy en serio este ítem en su primer paso hacia la industria hollywoodense. El destellante reparto liderado por Chris Evans, Jamie Bell, Tilda Swinton, John Hurt, Ed Harris, Octavia Spencer, Song Kang-ho, Ko Ah-sung, Ewen Bremner y la fugaz Alison Pill aparecen en pantalla completamente irreconocibles gracias al excelente trabajo de Gabriela Polakova como maquilladora y las adiciones protésicas de Matthew Smith.

Snowpiercer es una historia de ciencia ficción a bordo de un colosal tren que en un ininterrumpido viaje atraviesa al mundo, constantemente, todos los años. Su misión cinética es no permitir que sus tripulantes se congelen; décadas atrás, infructuosos intentos de la humanidad por detener el calentamiento global trajeron un perpetuo invierno que prácticamente acabó con la población, restando sólo los pasajeros del «Snowpiercer» como cariñosamente llamaron la bestia creada por Wilford, Ed Harris; Wilford había previsto el congelamiento de la Tierra y se había apresurado a construir un tren que en medio de su movimiento permitiera un espacio de albergue y amparo.

Pero no todo es color de rosas dentro del tren. Wilford en su idealización también diseñó clases sociales y zonas estratificadas para esas clases sociales dentro del tren lo que genera múltiples contradicciones en su discurso liberador. La perspectiva de Joon-ho se ve desde el punto de vista de los más marginados que están sometidos a todos los vejámenes imaginados como rendirse a tener que entregar sus hijos a cierta edad para la explotación del tren o la invariable rutina de comer diariamente proteínas prefabricadas en una desagradable presentación gelatinosa. Esto conlleva a la muchedumbre a sublevarse y tratar de tomar las riendas del tren para tratar de sobrevivir donde antes muchos estérilmente fallaron.

Snowpiercer está basada en una novela francesa llamada Le Transperceneige de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette, y aunque no podemos determinar la fidelidad a la fuente, se siente un ritmo narrativo literario bastante consistente pero también un poco desnaturalizado del formato cinematográfico. Los capítulos son extensos, cíclicos y muy descriptivos; la revolución de Curtis toma demasiado tiempo antes de que llegue a algún término y mientras en algunos tramos es dinámica y coherente, estaciones pausadas para comer sushi simplemente hacen el montaje irrelevante.

Recién hablábamos del desempeño de Ed Harris en Sweetwater, que sin ser mediocre si fue muy pobre; en Snowpiercer, Harris se encuentra en su método, en su zona de confort, definiendo un personaje aristocrático, autoritario y con agendas oscuras en sus planes. Harris logra salvarse de Sweetwater con este papel, sobre todo halado por las sendas presentaciones de John Hurt, Ewen Bremmer y Tilda Swinton que no falla: qué señora actriz. El libreto se queda corto no en desarrollo, sino en mejores desenlaces para algunos personajes y se nota en los vacíos que dejan sus ausencias a medida que avanzan en el tren; Snowpiercer adolece de un exceso de puntos focales y un sólo receptor, como lo es Chris Evans que, personalmente, siento le queda grande el papel.

Veremos qué sucede con la escena coreana en Hollywood. Snowpiercer resultó ser muy promedio a pesar de las grandes expectativas y de los geniales aportes visuales. En este duelo, Park Chan-wook con Stoker sigue liderando su paso al cine occidental por sobre Bong Joon-ho y The Last Stand respectivo debut de Kim Jee-woon.

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Nymphomaniac: Volume I

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La última creación de Lars von Trier llega a nuestras salas en una inusitada eficiencia por parte de los distribuidores. Mucho antes que en otros países –incluido Estados Unidos–, la extensa pieza llega partida en dos partes cuyo primer volumen ya está rotando en nuestras salas.

La historia es sobre Joe, una niña que descubre sus genitales precozmente e investiga sobre ellos, en una especie de lúdico aprendizaje hasta que entrada su adolescencia explota el placer que estos le generan, desencadenando una serie de aventuras sexuales que desenfrenan una patología, sólo revelada en el desenlace de este volumen. Su historia es relatada en su madurez a través de una mujer agobiada por sus experiencias en un manto de arrepentimiento, culpa y un fuerte juicio propio; dicho relato le es contado a un hombre maduro que la recoge de la calle, cuando yacía quebrada en el adoquinado.

Joe es interpretada por cinco actrices; a sus dos años por Ronja Rissmann; a sus siete años por Maja Arsovic; a sus diez años por Ananya Berg; en su adolescencia y su temprana juventud por Stacy Martin; y en su madurez por Charlotte Gainsbourg. Es precisamente Charlotte la que le cuenta sus vívidas experiencias a Seligman, el hombre que la recoge y que es interpretado por Stellan Skarsgård.

En Nymphomaniac hay un juego entre el relato de Lars von Trier y nosotros como espectadores donde la expectativa juega un papel importante en la tensión; por un lado, discutiblemente el título de la obra es «Ninfómana» pero este término es problemático porque siempre es tomado como un prejuicio sobre la sexualidad abierta o liberal de una mujer, mientras que ‘ninfómano‘ no es de uso común o por lo menos no se conoce como comportamiento negativo de un hombre. Investigando un poco el término médico correcto es «hipersexualidad» y por lo tanto la cinta debería traducirse como «Hipersexual»; esta condición se conoce cuando hay un aumento repentino del apetito y la actividad sexual pero aunque se asocia a medicamentos o problemas médicos su causa es mayormente desconocida.

Trastornos en la salud mental, como el desdoblamiento bipolar, el alto consumo de alcohol o narcóticos pueden resultar como disparadores de esta condición. Joe al no estar expuesta a ninguna de estas circunstancias, se hace una apuesta general en la que su inquietud exacerbada termina provocando la situación de pulsión imnanejable a través de un comportamiento sexual errático. La posición de Seligman se siente como la de un psicoterapista y no condena los supuestos síntomas que han acarreado una moral socavada en Joe; mientras ella bajo una mirada judeo-cristiana interpreta su búsqueda hedonista como pecado, culpa y deformación de su alma. Es un diálogo interesante el de Seligman y Joe, no obstante un poco acartonado cuando se empieza a volver predecible.

El primer volumen de la historia se reparte en cinco capítulos: “The Compleat Angler”, “Jerôme”, “Mrs. H”, “Delirium” y “The Little Organ School”; sin embargo, en ritmo cada media hora, independiente a los capítulos, la pieza va denotando una estructura particular donde cada 20 minutos aproximadamente se cuenta una historia completa (inicio, nudo, desenlace) y es comentada por los dos interlocutores principales; esto hace que la sesión de dos horas sea entretenida, no pierda tensión ni interés aunque, ahora en retrospectiva, pueda que no se diferencie mucho del diálogo que pudo haber entre Sylvia Kristel (Emmanuelle) y George Lazenby (On Her Majesty’s Secret Service) en Emmanuelle’s Love.

En fin, el volumen uno de esta extensa obra que es Nymphomaniac define los dos primeros actos de la historia hasta el punto del giro narrativo que devela el nudo de la trama; como siempre Lars von Trier se toma su tiempo y lo hace tan bien que no nos preguntamos si hubiera sido necesario partir la historia en tantos capítulos o extenderla tan vastamente. La única comparación que se me viene a la cabeza de una obra parecida es Il Decameron de Pier Paolo Pasolini pero la vi hace tanto que no valdría la pena la referencia; la otra es Kill Bill de Quentin Tarantino una extensa y caprichosa historia de venganza que se pierde precisamente dentro de la longitud de su narración; obviamente para terminar de dar un juicio de Nymphomaniac es necesario atender su desenlace y ver si las expectativas se cumplen o se descarrilan en su impulso.

Una de las trampas en las que uno cae, y lo sugeríamos previamente en la entrada, es que el título Nymphomaniac, sumado al espíritu provocador de Von Trier y la campaña propagandística que se hizo alrededor del sexo no simulado en la peli hace que esperemos una pieza cruda, descarnada, grotesca pero que al final es un ejercicio dialéctico, un poco subido de tono y si muy pícaro; me pasó lo mismo en Brokeback Mountain de Ang Lee cuando en la escena del campamento, Heath Ledger aviva la fogata y en un plano muy posterior, muy desenfocado, sale Jake Gyllenhaal desnudo por ahí; uno piensa que se avecina una escena fuerte de cine rosa candela pero al final Gyllenhaal se mete a la carpa y no sucede nada, dejándonos una sensación inquieta de que los prejuiciosos, perversos y morbosos somos nosotros como espectadores. Tal cual es la sensación de esta primera parte, un tanteamiento de la situación, un humor sofisticado y una recurrente analogía de la sexualidad de la mujer con la pesca profesional de río.

El chileno Manuel Alberto Claro repite equipo con el danés, después de haber trabajado juntos en Melancholia ratificando el buen estado de la producción austral; al lado de Claro también repiten varios actores así como Simone Grau en el arte y obviamente Molly Marlene Stensgaard su llave en el montaje de sus piezas; hay un recurso inédito en esta cinta y es el diseño de los títulos, la infografía y el diseño gráfico, aún no he descubierto de quién es pero espero saberlo pronto porque es un punto destacado dentro de la producción. La segunda parte llega en marzo y ya nos tiene muy ansiosos.

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The Adventures of Tintin

Hay varias pelis dentro de las nominadas este año a los premios de La Academia que he visto y aún no he hecho reseña en el blog. Voy a empezar con esta de Tintín, no sólo por el revuelo de la pieza misma, también por la mega producción que armaron Peter Jackson y Steven Spielberg, la dirección del mismo Spielberg pero sobre todo la gran indiferencia de Hollywood en las nominaciones anunciadas hace pocos días por el presidente de La Academia.

En un principio, cuando no la ví referida en los nominados a mejor peli o blanqueada en la categoría de animados pensé que como había sido lanzada tan tarde de pronto no concursaba este año pero ¡Oh! Sorpresa cuando veo a John Williams nominado por mejor edición musical en la pieza, rápidamente di una ojeada por la sección técnica y tampoco logro nominación por efectos especiales, edición de sonido, mezcla de sonido o incluso dirección de arte. No es la peli del año pero no hay que quitarle méritos, es impresionante desde cualquier punto de vista técnico. Podría equivocarme pero muy seguramente le pasaron factura a Spielberg por retomar y hacer homenaje a un escritor como Hergé criticado por sus comentarios racistas y antisemitas. Ya sabemos que La Academia está regida por judíos recalcitrantes que adoran las cintas lastimeras del holocausto o son súpersensibles con cualquier indicio de suspicacia que los ponga como los malos del paseo.

Spielberg muy ingenuo si no lo detectó en Munich cuando también fue prácticamente blanqueado en esta pieza donde hizo implícito una retaleación vengativa del pueblo judío sobre las muertes acaecidas en las Olimpiadas de Munich en 1970 o como se les conoció después, los eventos del Septiembre Negro.

Mi visión de las novelas gráficas de Tintín no da para tanto. No soy tan conocedor o tan purista para criticar el buen uso de las tres historias o la invención de un tercio de la historia – sin necesidad en absoluto-. Si podemos obviar estos puntos relativos a los fanáticos creo podemos destacar porque la desolación de nominaciones en los premios es bastante injusta.

Primero lo primero. Súper merecido John Williams, no veía una presentación de créditos tan hermosa y tan bien (me perdonará el término Alejandro Ramírez) musicalizada. Impresionante, fluída, fresca, con sonidos opacos, juguetones y muy diferentes a las orquestaciones a las que nos tiene acostumbrados, parecía Danny Elfman. Además que acompañada de esa delicada gráfica bidimensional amalgamada con el 3D es una perfecta opertura para una gran pieza, no veía unos créditos tan bonitos e impactantes desde Catch Me If You Can también de Spielberg. Luego toda la peli es una obra maestra ahí si con toda la audacia, prepotencia y poder de Williams que a simple oído exponía una gran secuencia de aventuras muy impactantes y muy emocionantes.

Digamos que por ahora va a ser complicado que empiecen a dar nominaciones en los Oscar o en los SAG’s por actuaciones en una pieza animada, de ser así Andy Serkis tendría ya una tripleta de nominaciones (aquí interpreta al Capitan Haddock y a Sir Francis Haddock, en Rise of the Planet of the Apes interpreta a Caesar y cómo olvidar a Gollum en toda la franquicia de The Lord of the Rings y The Hobbit). El resto del reparto es impresionante Jamie Bell, Simon Pegg, Nick Frost, Toby Jones y el impresionante Daniel Craig que transformó completamente su voz en un increíble antagónico.

Si pasó desapercibido la mezcla de sonido, la edición de sonido, la dirección de arte, es injusto que no hayan por lo menos reconocido la ardua, minuciosa y artesanal labor de Michael Kahn como editor de la peli. La historia es fluida, de pronto se ralentiza un poco en la ciudad en los tres cuartos de la peli, pero siento que es un problema de guión, de resto impecable. Con unos fundidos magníficos tanto de corte planos como de generación de 3D para algunas secuencias.

Hablando del guión y siendo completamente justos, a pesar de tener a Edgar Wright en el equipo de escritura, mi percepción es que se sobreactuaron, se sobreexcitaron y Spielberg en ningún momento fue capaz de controlarlos. Digamos

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