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Hace más o menos dos años escuchamos y estuvimos atentos del proyecto del estadounidense Jamie Bradshaw y del ruso Aleksandr Dulerayn que simplemente nos enamoraron con su propuesta, en los avances de su cinta Branded.

Hoy nos topamos que la peli se encuentra en Netflix y aunque es poco usual, tal vez deberíamos observar primero el corto y ver lo que nos prometieron.


El corto vende un thriller de ciencia ficción y suspenso envueltos en un mundo dominado por las marcas comerciales, con unos efectos especiales impresionantes, llamativos y muy impactantes. Leelee Sobieski, Jeffrey Tambor, Max von Sydow y un ruso que, se parece a Stephen Moyer o Ben Chaplin pero que en realidad, se llama Ed Stoppard son el reparto envuelto en la producción. No parecía una mala opción por el contrario bien atractiva y con buen presupuesto alejado de lo comercial de Hollywood.

El problema es que, en vez de parecer una co-dirección de Bradshaw y Dulerayn, la pieza parece un rompecabezas claramente divorciado en la realización de cada uno de ellos. La primera parte parece dirigida por Bradshaw y plantea la conspiración de Max von Sydow, en una organización altamente poderosa y con los límites borrosos de la ética y la moral para definir lo correcto y lo incorrecto; además este segmento define a Misha (Ed Stoppard) como un héroe en ascenso en la publicidad, desde un simple empleado de una tienda de vodka hasta lograr ser el ejecutivo de su propia agencia; todo el mundo en los trabajos tiene un jefe y el de Misha es Bob (Jeffrey Tambor) que recurrentemente lo ha venido traicionando y ha usurpado sus logros como propios.

Misha conoce a Abby (Leelee Sobieski) que prácticamente se le declara diciéndole que lo conoce de toda la vida y que siempre ha estado muy pendiente de él.

El segundo segmento después de este intermedio le apuesta a la reconquista de Misha de su destino, de la adquisición de nuevos poderes que le permiten dilucidar no sólo la verdadera imagen de las marcas, cómo nos manipulan sino también sus puntos débiles, a tal punto que se vuelve un gran estratega de mercadeo. El héroe ha escogido su batalla, conoce su musa y ase un nuevo destino. El problema es que su triada no logra su cometido si no sacrifica, o mejor si no da prioridad, a alguno de sus deseos.

La fábula de mercadeo puede ser interesante para la academia de publicidad y mercadeo para revisar utopías o mercados ideales. En el argumento se vislumbran par chispazos de genialidad al determinar como hipótesis que La Revolución Volchevique, más que una revolución popular triunfa, y lo hace durante tantos años, por sus estrategias de mercadeo. Punto a favor de la dupla Bradshaw y Dulerayn, que también comparten créditos en el equipo de escritura. Sin embargo, el resto de planteamientos son aburridos o pierden su impacto muy rápido en desarrollos lechosos y opacos. A mi parecer todo el segmento de Jeffrey Tambor es innecesario, fatuo, inocuo. No le ayuda a la historia en absoluto; si se le hubiera aceptado como planteamiento de la historia podría haberse logrado en la misma tónica del principio de la peli, con un narrador omnisciente, y haberse ahorrado una hora de desarrollo mamertoide de la historia. El gran afectado es el segundo segmento, el interesante, el fantástico, el del corto-avance pues no tiene tiempo de construcción, crecimiento o evolución; termina siendo la narración de desenlace de un comic que infortunadamente nunca llegó a ser.

Una pieza. Dos historias. Dos narraciones distintas, y ninguna forma de anidarlas da como resultado un planteamiento pobre y aburrido, un desarrollo del nudo interesante pero inútil para lo que se había prometido y, finalmente, un final atropellado, muy clichesudo y muy lejos de las promesas que nos hicieron este par de realizadores.

 

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