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The Irishman

Para nadie es un secreto que el problema de Martin Scorsese con los audiovisuales contemporáneos no tiene nada que ver con la TV o sus productos por si mismos; en varias ocasiones lo hemos visto dirigir y producir este tipo de piezas, generalmente, asociado a HBO que muy congruente a su leyenda es otra cosa; y no son pocas tampoco, desde Vynil y Boardwalk Empire hasta una cantidad innumerable de documentales de todo tipo dirigidos a este medio. No es ni siquiera lo comercial su tema directo con Marvel Studios y su comparación con parques temáticos, es precisamente que Disney volvió esa sub-subcategoría de la serie B (cómic-superhéroe) en un acto panfletario que los pueda beneficiar en sus negocios transversalmente, negando la naturaleza misma del arte del cinema para compartir experiencias, generar empatías o deconstruir perfiles psicológicos. Una relación que él mismo define de humano a humano.

No quiero alargar mucho esta introducción porque mi objetivo no es volver esta entrada un foco de lo que hace o no Buena Vista International, así que mejor avancemos.

Quiero pensar que es tan abierto a esta discusión que incluso fue motor de la preproducción del Joker que terminó atrayendo a Robert De Niro y dándole luz verde a la dupla Todd Phillips/Joaquin Phoenix pero luego un proyecto más llamativo, más de lo suyo, como The Irishman, empezó a copar la totalidad de su atención hasta que abandonó el barco. Entrelíneas pareciera que estaba muy interesado en el perfil del villano que ya tenía Warner Bros. -y que supuestamente lo habría desarrollado en un prototipo Todd Phillips– para dirigirlo y traer a Leonardo DiCaprio como protagonista -sabiendo de antemano que Phillips tenía desarrollada la idea exclusivamente para Joaquin Phoenix-. Creo que en la pelea, el maestro perdió interés por el proyecto pero dejó asociado a De Niro, una gran agitación que terminó funcionándole de maravilla a la producción, a la peli misma y, ojo al dato, dejó enclavada a Emma Tillinger Koskoff que produjo Joker y le permitió usar el resto del equipo de The Irishman para terminar la grabación.

Scorsese tiene una excusa para hacer una pieza audiovisual. Sea una peli, un corto, un episodio de una serie, un documental. El tema obviamente es importante, dará la forma del contenido, la dirección de arte, la fotografía, la iluminación, todo lo estético y todo lo de fondo. Esta afirmación es tan ambigua que se ajustaría a cualquier director de cine incluso si pudiéramos reunir y resumir tipologías en los temas que Scorsese ha venido acumulando con el paso de su carrera. Sin embargo, algo que me fascina de él, en todas sus piezas, es su capacidad pedagógica. Es un maestro. Cada obra en su portafolio es una Masterclass de narrativa; audiovisual, textual o rítmica. Son cadentes, son distintas, han venido evolucionando con el paso del tiempo y han tomado una lógica y una «manniere» muy de su personalidad pero no necesariamente se ha estancado o se ha vuelto iconoclasta como podría ser la tentación y tendencia.

Su profundo conocimiento del Nuovo Cinema Italiano -esclarecido en varios documentales que le conozco sobre encuadres, narración y estética- definió su rúbrica a principios de los 70’s.
Amigos y amigas, estamos hablando de una leyenda andante que ya por 1974 había desarrollado clásicos instantáneos como Mean Streets y Taxi Driver. De los 80’s a mediados de los 90’s podría uno decir que cada uno encuentra sus favoritos «martinianos» (o «scorsesianos» como prefieran) -los míos sin lugar a dudas Goodfellas, Cape Fear y The Age of Innocence-, algunos alegarán que su esencia está en su genial pedacito en New York Stories o una y cada una de las nominadas que perdió el duelo final en la irresponsable época de Los Oscar que lo marginó de su(s) correspondiente(s) distinción(es). No importa. Descubrir cuál es la preferida de cada uno y definirla como la mejor del portafolio del realizador es un acto futil y sin sentido. Lo importante es que se le reconoció como Cinema de Autor, el suyo, y el de varios de sus colegas contemporáneos… Casi me atrevo a decir que fue la época dorada del cine.

¿Y qué de su estilo reconocemos en The Irishman?
(Que finalmente es nuestro centro de discusión)

Me atrevo a decir que su declaración fue tan contundente (la de Buena Vista) que lo primero para poderla afirmar y más llamativo, al fin y al cabo, fue traer a su guardia pretoriana en cabeza de Joe Pesci y Robert De Niro; en el marco meramente de la historia se necesitaba una tercera pieza que terminó siendo Al Pacino convencido por De Niro -discrepo que el ideal hubiera sido él, ya hablaremos de eso-. Después vendrían los centuriones; los optios, Rodrigo Prieto que ha venido trabajando con el maestro desde hace ya tres proyectos atrás (The Wolf of Wall Street, Silence y ahora The Irishman), un viejo conocido para las partituras con Robbie Robertson y Emma Tillinger Koskoff para completar el resto de la producción; y si me lo permiten, diría que no existiría Martin Scorsese sin su pilus prior centurion: Thelma Schoonmaker, la dama detrás de su ingenio, capaz de desenredarlo y de ordenarlo para presentarlo.

Esa es su firma.
Un ejercito conocido organizado y bien dispuesto.

Se quejan que Scorsese se volvió loco con Netflix y sus tres horas veintinueve minutos porque es demasiado para una peli pero se olvidan de Silence (2 horas 41 minutos), The Wolf of Wall Street (3 horas), The Aviator (2 horas 50 minutos), Gangs of New York (2 horas 47 minutos) o Casino (2 horas 58 minutos) ¿O es que sólo se nos hace excesivo esos 29 minutos por fuera del promedio? Scorsese está más del lado de Ettore Sottsass, aquel que fundó el Memphis Milano y que diseñó la esencia de los años 80’s llena de colores y texturas; un rococó que tenía como lema que «con menos hay aburrimiento» en claro contraste con el minimalismo de la Bauhaus. Después del paso de los años -y cada vez más, por lo mismo, estoy más seguro de eso- el adulto mayor está con menos tapujos en la boca, su interés no es callarse nada, por el contrario tratar de decirlo todo y casi que al mismo tiempo. Scorsese no es diferente (por eso Thelma Schoonmaker es una pieza esencial para la cordura de su narración), dispone su ejercito y los colores su verborrea de las mafias ¿Cuál en este caso? La de los camioneros de todo Estados Unidos y así una gran pieza para disfrutar y analizar.

Ahora bien, Al Pacino suena muy bien en las marquesinas de la pieza pero no cuadra su Jimmy Hoffa en su desempeño. Sus gritos, sus movimientos, todo su rol se refiere y se hace muy cercano a Tony Montana, no estoy comparándolo con el Jimmy Hoffa de Jack Nicholson -no sé cuál sea mejor- pero todo parecería más coherente si Stephen Graham y Al Pacino hubieran intercambiaddo papeles; si querían darle más protagonismo hubieran podido tranquilamente hacer más énfasis en esta relación con Tony Pro, una rivalidad entre Detroit y Florida; igual Pacino hubiera podido asumir su posición con gallardía así como loable fue la actitud de Anna Paquin en un modesto pero protagónico personaje o el mismísimo Joe Pesci que creo hizo el papel de su carrera, sobrio, pausado, implacable, sereno, letal. No me saco la idea de que embelezados con la figura de Pacino se les olvidó alguien que hubiera funcionado mucho mejor, y en honor a los viejos buenos tiempos: Ray Liotta.

Aparte de éste que personalmente considero el único descache, y ya finalizando la entrada, no sólo para The Irishman sino para cualquier peli de Scorsese hay que prepararse bien, hay que haber dormido bien, comido bien y no haber tomado mucha agua, hay que estar alerta para todo el aluvión que se viene encima y sentarse a disfrutar sus tres horas veintinueve minutos. Tres cosas me llamaron la atención a primer golpe de vista y que están intrínsecamente relacionadas con las declaraciones de Scorsese (1) Martin Scorsese no está en contra de la tecnología, la ciencia y los desarrollos dentro del cine, filmó su peli en digital y con un despliegue de efectos especiales loquísimo para contar la historia de tres personajes durante treinta años de historia con los mismos actores, es decir, no es Christopher Nolan evangelizador del formato iMAX sino casi que es Richard Linklater y su perspicacia experimental (2) así como Linklater creo que valida otros estilos de narración cinematográfica actuales, ingeniosos y originales -no sé si me siguen pero hay muestras perceptibles de muchos autores- e.g. Wes Anderson (cuando enumera las pistolas, cuando nombra las muertes y su ficha técnica), Quentin Tarantino (con su caprichosa oda a la sangre y el «gore») seguramente cuando la revise pueda encontrar otros pero, lo que intento decir es que Scorsese armó un gremio tácito de realizadores en frente a nuestras narices (3) la más intrigante de todas, a la altura del minuto 30 de la tercera hora (2:30hrs), De Niro mira a la cámara; quedé perplejo -me alegré de tener Netflix porque podía devolverme a revisar a ver si había sido yo o qué-; repetí el minuto y sí miró a cámara, con la boca abierta continué viendo y ¡Juepuerca! Otra vez, De Niro miró a cámara por segunda vez y a la altura del minuto 33 un poco más evidente volvió a mirar; en este juego de validar técnicas y sus realizadores ¿Quién le habla a la cámara y rompe la cuarta pared? Generalmente, se hace en comedias de grandes genios como Mel Brooks o los Monty Phyton tal vez Woody Allen y de pronto un poco más serio Michael Haneke o los muchos intentos de Terry Gilliam de consumar su Quixote, no recuerdo que lo haya hecho antes ¿The Departed tal vez? ¿Bringing Out the Dead? Pudiera ser The Last Temptation of Christ pero ¿Por Qué lo haría Scorsese justo en The Irishman? Sólo se me ocurren conjeturas como que el guiño es hacia el público, nos quiere de aliados en su campaña porque seguro no tiene que ver con la validación de Deadpool (*)

* Estoy viendo el documental The Irishman In Conversation y sí, parece ser un error de De Niro y una indulgencia tanto de Scorsese como de Prieto donde sobrevive la esencia de la escena por encima del error. Y es que explican que todo el tema del CGI de ILM, para volverlos más jóvenes o más viejos, requería una concentración absurda, ya que había dos cámaras por cada actor para los efectos además de las “narrativas”; hay un chiste en el docu donde están Pesci y Scorsese hablando y Pesci dice que todo el mundo le daba órdenes de no mirar la cámara, no mires la cámara, no mires la cámara, ¡Cuál puta cámara! -respondía-, en mi época sólo había dos cámaras y ya.

Haciendo relación al CGI de ILM en el docu, Scorsese dice que hay una situación de alivio para él en cuanto no tiene que tener un actor para cuando el personaje tiene 30 años, otro para cuando tiene 50 y otro para cuando tiene 80 años, no tiene que explicar la escena, la línea, la intención, el primer actor ya lo sabe y además es un actor de primera categoría que es cambiar de moldear su eje histriónico para lograrlo. Ahora bien, a muchos actores les puede gustar el reto o no, pero es un reto. Es un personaje en sus 30’s, en sus 50’s y en sus 80’s, tienen pegadas unas marcas en la ropa y casi como en teatro tienen que darlo a entender con voz, con expresión corporal, con talento. El CGI es el nuevo maquillaje se pueden ahorrar horas y horas de maquillaje, se va a perder ese romanticismo que también tenían las pelis con efectos de «stop motion», pero va a haber una consistencia tanto del personaje como de sus rasgos a lo largo de la peli que va a ser un gran aporte de esta tecnología de ahora en adelante… Lo de las cámaras, ya se revisará… Forget ’bout it!

Nota personal: ¿Recuerdan mi juego con Richard Nixon en este blog? Al final de la entrada de The Butler está la definición «colección de interpretaciones de Richard Nixon; un personaje histórico pero shakespeariano y vil ala Richard III que se considera deforme y sensible al desprecio de su pueblo». A partir de allí se pueden ver esas interpretaciones recolectadas aquí. Hace rato no lo jugaba, tal vez porque con el paso del tiempo, Nixon ya no es un referente tan claro y se ha perdido interés en su figura a medida que Vietnam y el asesinato de JFK se va quedando olvidado. Incluso en Watchmen el presidente es Robert Redford, Nixon apenas pasa nombrado. En The Irishman, vuelve a parpadear la imagen de un Nixon, no como Richard Nixon sino el Presidente Nixon, y su responsable Jeff DeHart, prácticamente un desconocido pero si aparentemente un comediante imitador. Divertido. No sólo porque aparece en sólo dos instantes muy fugaces sino porque además lo hace de una manera muy sutil lo cual le aporta mucha gracia y agudeza al impostor 😉

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Widows

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Cuando uno se refería, no hace mucho, a Steve McQueen uno pensaba en persecuciones, acción y mucha emoción, gracias a que en el portafolio del nacido en Indiana se encuentra The Great Escape, Papillon, The Towering Inferno y, por supuesto, la así denominada persecución automovilística más intensa del mundo del cine, Bullitt. Pero ahora (sobre todo porque el actor lleva casi 40 años de muerto), su homónimo ha retomado la voz de los cinéfilos como un director serio y de culto.

Por eso cuando escuchamos que McQueen, el director irlandés, saca una nueva pieza en cartelera llamada Widows y que tiene como reparto a Viola Davis, Michelle Rodriguez, Elizabeth Debicki y Liam Neeson, pues uno se hace a la idea que es otra historia de método, dramática y bastante seria. Hasta este punto uno tan sólo llega a intrigarse porqué no aparece Michael Fassbender en esta lista, su actor fetiche durante toda su ópera prima.

Aún así, no bien se expone el planteamiento de la historia, algo no cuadra. A Neeson se le junta Jon Bernthal, Garret Dillahunt, un tal Manuel Garcia-Rulfo y Colin Farrell. El reparto, la trama y el tono parece ahora más la esencia de Taken, The Grey o Unknown. Presenciamos lo realmente insólito de esta pieza: Steve McQueen, el director de culto dramático irlándes está desarrollando una peli tipo Steve McQueen de Indiana. Una «heist-movie». Boquiabiertos y sin aliento presenciamos esta maravillosa experiencia. Ya no importa nada. Importa todo. Cómo se desenvuelve McQueen en unas arenas movedizas como estas y si logrará salir adelante de su zona de confort, son las dos dudas que revuelan nuestra mente.

La historia es sencilla. La peli se llama ‘viudas‘ por las esposas de unos malhechores a quienes algo les sale mal en su último trabajo y terminan muertos. Las deudas las aquejan y deciden continuar con el siguiente trabajo planeado en agenda. Punto. Un planteamiento directo.

Hay escenas que sobresalen por su peso. La relación de Veronica (Davis) con Harry (Neesom) está cargada de una imaginería exquisita. Artilugios completos de McQueen y Sean Bobbitt, que repite como su director de fotografía, así como, Joe Walker cierra este triángulo al ser otra vez el encargado del montaje (Hunger, Shame, 12 Years A Slave). Aún así, por sobre todo el material, me queda grabada una escena en particular; Jack Mulligan (Farrell) es un candidato como edil del Distrito 18, después de dar un discurso mediocre en un lote baldío y de ser inquirido por un molesto periodista sale corriendo a su carro; la escena se torna un plano secuencia con voz en off entre Mulligan y su asistente personal (Molly Kunz); el diálogo es tan cercano a la aclamada escena entre El Cura y Bobby Sands de Hunger; no hay cortes, todo se elabora en los tonos y la interacción de respuestas entre los actores, cada uno se alimenta del otro y es cuando por primera vez el personaje de Kunz se descuaderna y discute de tú-a-tú con Mulligan. Para mí esta escena paga la boleta. Además que la simbiosis entre McQueen y McQueen es completa porque esta escena parece parte de una persecución.

Entrelíneas, dejando atrás la historia del robo (que no deja de ser anecdótica), McQueen tiene un discurso político fuerte. Por un lado, sigue trabajando con irlandeses, parece un dato menor pero hay una respuesta de origen en su declaración. Luego, más hacia adentro, hay una crítica hacia los políticos de origen irlandés en su forma de presionar y de conseguir sus términos, casi que la metáfora se hace directa con JFK. Y finalmente, apoyando el movimiento #MeToo, lejos de hacer una mamertada, otro golpe de opinión es que su reparto es una historia de tres, cuatro, incluso cinco chicas que se quedaron sin sus proveedores; no cualquier tipo de proveedor, uno violento, abusivo y desleal; en vez de quedarse cruzadas de brazos se imponen en un trama machista y sobresalen, para bien o para mal en el desenlace de la pieza.

Nota personal: Escojo precisamente el afiche de versión francesa porque le da poder de imagen a las chicas en vez de sus contrapartes

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X-Men: Days of Future Past

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Siete pelis se han hecho con mutantes dentro del Universo Cinemático de Marvel (MCU) en FOX. A saber: X-Men, X2, The Last Stand, Origins, First Class, Wolverine y ahora Days of Future Past. Siete pelis en las cuales no hay mucha concordancia a los comics, ni a la serie animada, sino más bien han sido la excusa para lanzar una extensa franquicia cuyo único elemento aglutinante, y subsecuente protagonista, se lo ha llevado insospechadamente James Howlett, por unos conocidos como Logan por la mayoría de nosotros como Wolverine.

No importan los arcos, ni los guiones, ni si las adaptaciones fueron buenas o si algunos directores fueron mejores que otros. De tanto en tanto, en este MCU de FOX, todos han tenido graves indulgencias que a la postre han generado vacíos en sus conjugaciones. De esta forma no hay buenos ni malos entre Bryan Singer, Brett Ratner, Gavin Hood, James Mangold o Matthew Vaughn; todos sin excepción dieron más relevancia y prioridad a Mystique (Jennifer Lawrence/Rebecca Romijn), al ya nombrado Wolverine (Hugh Jackman), desarrollaron de ceros figuras como Rogue (Anna Paquin), Phoenix (Famke Janssen), Sabertooth (Tyler Mane/Liev Schreiber) o hicieron ridículos a otros tantos como Cyclops (James Marsden), Deadpool (Ryan Reynolds), Gambit (Taylor Kitsch) o Angel (Ben Foster); pero sobre todo en su común denominador, la anarquía, las historias no concordaban; unas veces Charles Xavier (Patrick Stewart) estaba condenado a su silla de ruedas, mientras en otras campantemente caminaba frente a las cámaras; en unas Emma Frost era una joven adolescente (Tahyna Tozzi) y unas décadas atrás era una despampanante mujer (January Jones); o la mejor de todas en una época Bolivar Trask era un enano (Peter Dinklage) y unas décadas después se convertía en negro (Bill Duke).

X-Men parecía entonces que no se podía juzgar como un universo cinemático coherente pero de alguna forma habían logrado conquistar un borroso camino narrativo, entre todas sus salidas. Después de las estocadas recibidas por The Last Stand y Origins, sin importar las buenas taquillas, la franquicia parecía moribunda hasta que Matthew Vaughn, producido por Bryan Singer, planteó una especie de arco de origen con First Class y todo tuvo una nueva luz de esperanza, justo cuando FOX más lo necesitaba. Singer aprovechó esa luz e intercambió papeles con Vaughn. Partió de los planteamientos de First Class, generó una formidable campaña de expectativa recogiendo la estética de Vaughn y trajo dos items que los fanáticos pedíamos a gritos (A) los centinelas y (B) alguno de los arcos de la serie animada.

Days of Future Past aparece como un excelente paso hacia una gran y más sólida franquicia. Mientras, Vaughn establecía una confrontación entre los mutantes de Xavier y The Brotherhood of Evil Mutants de Sebastian Shaw (Kevin Bacon) el contexto del final de los 60’s parecía aceptarlos con una buena tónica y una excelente ambientación. Tanto el comic como el contexto histórico fue excelentemente aprovechado y se alcanzó la cima de calidad y narración en la franquicia. Vaughn, de alguna forma rehizo el relato explotado en X-Men (2000) y replanteó desde allí el inicio de los mutantes con una nueva dosis de grandes actores. Singer fue ambicioso y pensó que era la oportunidad perfecta para unir los dos repartos y Days of Future Past le calló como anillo al dedo.

El problema eran los vacíos narrativos que la anarquía de X-Men había desarrollado dentro de FOX. Singer fue contratado para resolver el tema y poder establecer un universo donde se pudiera producir filmes a largo plazo y utilizó una solución deus ex machina, un poco facilista, sostenida en los viajes a través del tiempo. Al modificar algo del pasado no podemos asegurar que el futuro no sea alterado y si este evento del pasado es grandilocuente pues sus consecuencias en el futuro serán directamente proporcionales. Viajar en el tiempo debe ser manejado con aún más pericia que cualquier otra disculpa en el guión porque implica la multiplicidad de universos paralelos –o en el caso de Days of Future Past conciencias paralelas–, y aún más incongruencias narrativas debido a las exponenciales variables que genera cada decisión. A pesar de resolver todo a los trancazos –o como decimos en Colombia a-la-maldita-sea–, es un punto interesante y viable, el uso de saltos en el tiempo a través de conciencias paralelas, de esta forma las ilusiones de ver a Bishop (Omar Sy) haciendo su trabajo en el tiempo se disuelven pero Wolverine se vuelve una mejor opción. Además la referencia a The Terminator (1984) de James Cameron es un lujo en la cinta; el futuro áspero y oscuro del inicio de la cinta, coincide con el mundo dominado por las máquinas de Cameron, tanto que en algún momento se espera que entre el pie de un T-800 y aplaste un cráneo humano, en primer plano; los viajes en el tiempo se han usado en varios relatos pero atravesar el pliegue del tiempo y el espacio para llegar a un punto del pasado completamente desnudo es también original de Cameron y aquí también Singer le hace un guiño con la desnudez y el desconcierto de Wolverine en su viaje.

De nuevo, establecidos en las indulgencias que les debemos conceder a los creadores del MCU de FOX, la cinta prometía solucionar los vacíos conceptuales y narrativos del pasado (en la franquicia). Aunque si se responden algunas inquietudes, Days of Future Past no es precisamente la salvación esperada. Una de las jugadas reiterativas de Singer en esta pieza es que lo que no se pueda explicar en dos líneas de diálogo queda sin resolver en el marco de la historia y así fue durante toda la pieza.

De nuevo, gran cabezazo de Simon Kinberg, Jane Goldman y Matthew Vaughn, encargados de la historia, que resolvieron el tema del salto en el tiempo con viajes de conciencia a través de un inusitado poder de Kitty Pryde (Ellen Page) conocida ahora como Shadowcat pero ¿cómo encontró dicho poder? Junto a los poderes de Kitty, no se nos cuenta cómo Xavier y Magneto (Ian McKellen) se hicieron aliados en el futuro, cómo se llegó al último diseño de los centinelas que aunque tienen coherencia con la persecución de Mystique parecen un resultado de una combinación más poderosa de Rogue, no se explica la conexión de las escenas finales de The Last Stand, es decir, cómo Xavier pasa de la aniquilación total a la reencarnación/reconstrucción de su cuerpo después del enfrentamiento con Phoenix, porqué Trask (Peter Dinklage) le tiene tanto odio a los mutantes –hasta William Stryker tiene una historia que todos conocemos– o la más cruel de todas, después de una alta y enriquecida campaña de expectativa con la muerte de John F. Kennedy, nos hundimos en un vacío donde no se resuelve nada al respecto. Hay posibles soluciones a todo; Wolverine otra vez con Adamantium puede ser un detalle de alianza del guepardo con Magneto al final de The Wolverine y se explica en Days of Future Past de la misma forma que Magneto (Michael Fassbender) manipuló los rieles de acero y casi que se sienten líquido para inyectarlos en otros cuerpos; el tema no son las respuestas que uno se arma sino la desconsideración y casi descaro de los creadores de la historia que no tuvieron reparo en estos hitos importantes en la trama para los fanáticos.

La cinta en su totalidad es interesante. Perdonando otra vez, los nuevos vacíos, y a sabiendas que ya no importan, Days of Future Past está llena de detallitos divertidos que hacen de la peli un gran entretenedor y nos preparan para el gran arco de Apocalipsis en 2016. Obviamente, la escena cumbre de esta pieza podría ser la exploración de los poderes de Quicksilver (Evan Peters) que nos callan la boca a todos los que pensamos que su trajecito de aviador se veía ridículo en los abrebocas de Empire Magazine. Personalmente, siento que la escena de levitación del estadio es absolutamente atrevida, audaz y temeraria; de las pocas escenas rescatables de The Dark Knight Rises está el hundimiento del estadio de los Rogues, este levantamiento está al mismo de nivel de impacto e impresión y sienta el ambiente perfecto para el desenlace. Es cierto, en la cinta se habla más y se tiene menos acción de la esperada, pero los diálogos están muy bien concebidos y no todo tiene que ser grandes dosis de vértigo para cautivar nuestra experiencia cinematográfica; la pausa y el detalle son también elementos de fina coquetería que Singer sin duda logra alcanzar en esta salida.

Nota personal. Hubo un momento de delirio personal cuando William Shatner, en personaje de James Kirk de Star Trek, entrega la línea de diálogo “we’re going backwards in time”. Es una bobada pero una bobada de esas finas que tanto me gustan.

Nota personal 2. En cuanto a mi juego «shakespeariano» de referencias a Richard Nixon, el trabajo desarrollado por Mark Camacho no es del todo atractivo y enriquecedor. Su perfil en la historia es obvio, su desempeño es el mínimo esperado y su caricatura la hemos visto mejor ejemplificada en otras versiones, dejando como resultado un desempeño fútil y sin mucha gracia.

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