Lo primero que toca entender de World War Z es que está basada en la homónima «novela pulp» de Max Brooks. Una historia, que como él mismo lo explica en American Grindhouse, trata del miedo que sintió al experimentarse hipotéticamente en un apocalipsis zombi. Brooks escribió la novela como manual de preparación para una hecatombe de proporciones mundiales y su libro, al igual que el de otros artistas pulp contemporáneos como Seth Grahame-Smith o John Landis, se volvió una pieza de culto importante en nuestra cultura popular.
La cinta viene precedida de una serie de malas críticas producto del apasionamiento propio del fanático que ve como maltratan sus ídolos sea cual fuere la propuesta. Lo segundo es que la producción anunció un retraso debido a la necesidad de refilmar escenas completas en algunas locaciones europeas, lo que significaba que el equipo entero, el reparto y el director asistieran pero se filtró que Forster no iba a participar en esas tomas porque quería seguir trabajando en el montaje y posproducción del resto de la pieza; la acción del alemán fue considerada como desobligante y se inventaron rumores sobre su verdadero ánimo frente a la cinta, lo cual puso a trabajar fuertemente a la gente de prensa de Paramount para lograr desviar la atención y tratar de salvar la taquilla de la peli.
Marc Forster es un gran director y es variado en su portafolio. Podemos disfrutar un drama visceral como Monster’s Ball, un melodrama romántico con Finding Neverland o una muy buena comedia romántica con Stranger Than Fiction. Tal vez la que menos me ha gustado es Quantum of Solace pero debo reconocer que la he visto un par de veces más y ha mejorado muchísimo incluso comparándola de nuevo con Casino Royale. Machine Gun Preacher fue su última peli -los que la vimos nos tocó por MovieCity– y es una biopic sobre Sam Childers un pastor originario de Pensilvania que creó una iglesia en el sur del Sudán para rescatar niños en el fuego cruzado de su guerra y cuando se vió maniatado se alzó en armas para contrarrestar las fuerzas del LRA, lideradas por Joseph Kony; la verdad muy promedio y muy chovinista.
Lo que si sabemos de Forster, como vemos, es que está bien comprometido con Hollywood y su establecimiento. Sus piezas rondan lo comercial pero, en general, son destacadas con buen promedio.
World War Z, protagonizada por Brad Pitt, nada en contra de la corriente para salvarse de su negativo lastre. Administra expectativas bajas y sorprende gratamente en el desarrollo de su trama. Pitt encarna a un exfuncionario de la ONU que sin mayor contexto decidió renunciar a su puesto porque estaba afectando la relación con su familia (su esposa Mireille Enos y su par de hijas). Pudo haber sido peligros directos contra su persona, excesos y adicciones al trabajo o ataques a su psique por lo presenciado en el campo, pero sea lo que sea a lo que dedicase su tiempo sabemos que estaba en el terreno de la investigación y que era muy bueno en ello, tanto que en el brote de la infección el gobierno de los Estados Unidos decide a dedo, de entre sus más de trescientos millones de habitantes, seleccionar quién puede y quién no puede habitar el portaaviones que guía la nueva estrategia en contra de los infectados. Pitt y su familia son uno de los elegidos.
La historia brota en acción casi que desde el minuto 5. Es divertido saber cómo se van a nombrar los muertos-vivientes en cada una de las piezas del género y cómo se van a comportar porque eso define su clasificación; generalmente los más creativos en estos pequeños detalles tienen un punto a favor; en World War Z había varios nombres pero el que más se me quedó grabado es el de los «zekes» en el reducto japonés.
Como en casi toda la cosmogonía zombi no se sabe cómo explota la epidemia pero cuando lo hace es agresiva y voraz. En muchos ejemplos del cine hay contaminación a través de la sangre, en este caso es una combinación rápida entre mordida y saliva porque al parecer el agente sanguíneo no lo transmitía o por lo menos no con la efervescencia en que lo hace la mecánica tarascada. World War Z no es una pieza de terror como tal, pertenece al subgénero de zombis y en particular al de «los rápidos» -en este caso a los muy rápidos-; tienen periodos de hibernación en su ayuno y son súper sensibles a las alteraciones auditivas. La peli se puede catalogar como un thriller de acción con un planteamiento y desarrollo consistentes donde la infección de este patógeno es increíblemente devastadora, fulminate y voraz. Las dimensiones de esta nueva guerra son mundiales y recuerden que zeta significa zombi 😉