Este año por primera vez, voy a llegar a la ceremonia de los Oscar viendo todas sus principales nominadas; por una parte la fecha del evento está bastante tardía –lo hemos dicho en varias ocasiones; tanto que incluso se empezaron a mezclar con eventos de este año como Sundance o La Berlinale– y permitió que una gran parte de las favoritas llegaran tranquilamente a salas; el otro hecho es que con el nuevo alcance del internet y Netflix tenemos mucho más acceso a este tipo de prestigiosas piezas. Casualmente, después de haberlas visto todas, dejé lo mejor para el final cuando me topé con Nebraska de Alexander Payne y puedo afirmar tranquilamente que es la mejor de la velada.
Siendo un gran director y un gran escritor, Alexander Payne me había dejado un poco descontento con The Descendants hace un par de años; dicho esto y sin ser su mejor logro, dicha peli se batió como valiente en los Oscar contra The Artist que fue la favorita en las tres categorías con las que compitió; al final esto determinó parte de mi desilusión esa noche.
Nebraska es una road-movie sobre la familia Grant que vive en Billings, un pueblito de Montana en la frontera con Wyoming; el papá es Woody Grant y lo interpreta Bruce Dern, Kate Grant es June Squibb y los hijos son Ross, Bob Odenkirk, y David interpretado por Will Forte; por su parte Ross es presentador local de TV y David es un vendedor de equipos de sonido; Woody y Kate llevan años de amargo matrimonio, soportan el alcoholismo de Woody como un mal llevadero dentro de la familia aunque la desesperación los empieza a sobrecoger cuando además Woody comienza una etapa senil casi insoportable.
El nudo se plantea cuando Woody dice que se ha ganado un millón de dólares y debe reclamarlos en Lincoln, Nebraska a través de una carta que le llegó por correo; David se da cuenta del engaño que lo único que quiere es seducir a su padre para comprar suscripciones de una revista e intenta detenerlo; testarudamente Woody asume su aventura y está dispuesto a desarrollarla así sea solo, a lo que David responde con un permiso en su trabajo para poder acompañarlo. Su primera parada antes de Lincoln es en el pueblo natal de Woody en el condado de Madison; allí lo recibe la familia de su hermano y los recuerdos de un pasado no muy afortunado.
Nebraska es una historia sencilla, lineal y muy gutural. No es melodramática pero ajusta un par de crudos golpes de angustia que duelen profundamente. Su héroe es un viejo decrépito y senil que no está tranquilo sin una cerveza y el escudero de este quijotesco personaje es su hijo menor; la cuestión de Cervantes vuelve y se recrea aquí mismo cuando nos preguntamos quién está más loco, Woody por creer que es millonario o David que comienza a creer en el heroísmo de su padre y lo acompaña en su empresa fielmente. Me recuerda mucho A Straight Story que es tal vez la peli que más me ha cautivado de David Lynch pero Payne audazmente se logra zafar de la referencia presentándonos algo completamente nuevo.
Este año, aunque su pieza es aún más sólida, la tiene menos clara para ganarse la estatuilla. Con The Descendants, Payne estaba apadrinando a un gran influenciador como lo es George Clooney en Hollywood; este año va con una riesgosa peli filmada en blanco y negro, sin muchos mecenas de su parte, compitiendo contra monstruosas producciones como Her, Dallas Buyers Club, Gravity o The Wolf of Wall Street. El fuerte de las piezas Payne sigue siendo el guión, esta vez de las manos de Bob Nelson que debuta en el puesto, pero que de nuevo la va a tener muy difícil contra Spike Jonze o Eric Warren Singer y David O. Russell
El despliegue de actuaciones es bastante bueno. Tanto Bruce Dern como June Squibb –o incluso Will Forte que también está nominado como mejor actor de reparto en los Spirit– deberían estar satisfechos con sus nominaciones en los Oscar y los Spirit, además del reconocimiento de Dern como mejor actor en Cannes.
Gran peli y gran historia que no debemos olvidar en la estridencia y el jolgorio de la temporada de premios. Alexander Payne exalta la belleza de las planicies del medio oeste americano con una bella fotografía (Phedon Papamichael) que casi parece una recolección de fotos antiguas, donde a veces nos olvidamos que estamos viendo un largometraje y no un sonoviso como La jetée (Chris Marker, 1962).