Llegué en primera instancia a esta peli porque nominaron a John Hawkes en los Oscar de este año. Digamos que a lo largo del blog tenemos una serie de apariciones de Hawkes que nos han llamado la atención, unas sencillas como Wristcutters, Contagion, Me and You and Everyone We Know o un poquito más dramáticas y elaboradas como Winter’s Bone, por la que también fue nominado a los Oscar del año pasado. Esta vez sencillamente no entendí qué pasó y qué fue lo que conmovió a La Academia para que que Hawkes se llevara este reconocimiento. No digo que haya estado mal pero hay un ejercicio que he venido haciendo con la lectura del blog WhatCulture y es preguntarme si es una buena actuación (obvio), si es la mejor actuación de ese actor y qué hubiera pasado con la peli sin esa actuación en particular.
Las preguntas se resuelven con una buena actuación de Hawkes que incluso nos alcanza a infundir un profundo miedo con su sóla escuálida apariencia, no es su mejor actuación de todas formas, es muchísimo más interesante su papel en Winter’s Bone y de pronto sin él la peli hubiera podido mantener su calidad -aunque me contradiga un poco con el comentario anterior y su siniestra presencia en la pantalla-.
Digamos que es una pieza terriblemente estresante. Martha Marcy May Marlene es la historia de una niña que llega a un campamento liderado por Hawkes donde se reciben jóvenes que necesitan ayuda por sus rechazos en el pasado o su necesidad de atención. Esta niña interpretada muy bien por Elizabeth Olsen, hermana menor de las gemelas Olsen, nos narra en un juego bellísimo de tiempos tanto su pasado como su estadía en el campamento. Su cara de terror al huir de él y refugiarse en casa de su hermana nos da pistas de los horrores que pudo haber vivenciado pero sólo hasta poderlos ver recordados en su mente no podríamos imaginarlos. La pieza es una gran cinta del joven director Sean Durkin que ganó Sundance como mejor director y además recibió reconocimiento de fuertes círculos del ala independiente como Los Angeles, Chicago y Boston -además nominaciones en los Spirits y el círculo de críticos de Toronto-.
La peli maneja una fotografía exquisita, a cargo de Jody Lee Lipes, quien maneja unos planos audaces y una fotografía desaturada muy fuerte, para nada lavada pero como de archivo de un rollo de película análoga de paseo. Una sensación muy bien lograda que aporta tensión y calidez a la historia. En serio, muy bien. Por el otro lado, Zachary Stuart-Pontier logra un montaje increíble, la historia fluye pero a través de los planos que junta. Se empiezan a sentir los cambios de tiempos o incluso la paranoia de Martha que no logra entrever entre la realidad, sus sueños y su pasado.
Creo que todo es muy bueno hasta el final. Sean Durkin además de ser el realizador, es el escritor de la peli. Sabemos cómo nos gusta esta faceta en un realizador, sin embargo en esta historia se excede bastante. A diferencia de Shame, su final abierto frustra porque no permite desarrollo, trunca la imaginación y la hace una historia plana casi aburrida y sin sentido. Con McQueen en Shame nuestra cabeza sigue dando vueltas en los juicios y prejuicios del rol de Fassbender y la necesidad de dejarnos el final abierto es una jugada muy inteligente del director para dejarnos inquietudes importantes cosa que lamentablemente no sucede aquí.
La cinta vale la pena verla y esperaría un poco más de desarrollo en el siguiente proyecto de Durkin que se nota tiene mucho potencial.