Neil Jordan nos trajo en cartelera recientemente Ondine -aún hoy, después de tres semanas, está en las salas de Cinemanía pero seguramente la quitan mañana-, una fabula de una «Selke» que es atrapada en una red por un pescador, en un pueblito de Irlanda. El pescador tiene una hija y está separado de su mujer; eran un par de alcohólicos y renunciar a su adicción significó también renunciar a su matrimonio con ella. Las cosas no van fáciles, la pesca está muy dura y las necesidades del día a día no esperan pero su encuentro con esta misteriosa mujer lo afecta para bien.
El pescador es Colin Farrell, un actor extraño. Me parece que tiene buen gusto cuando se decide por proyectos independientes y logra piezas realmente interesantes, por ejemplo In Bruges que es una gran peli o incluso Parnassus donde interpretó al tercer Tony y le ayudó a salvar el proyecto a Gilliam después de la muerte de Heath Ledger. Sin embargo, cuando opta por el cine comercial, por la industria, no es que lo haga mal -en serio no me parece un mal elemento-, pero pareciera que le diera vuelo a ese chico malo con el que es estigmatizado y no sólo arma escándalos sino además estas piezas terminan no siendo tan buenas.
En Ondine, estoy seguro que no todo el mundo va a estar convencido. Me sucedió lo mismo con Lady in the Water de M. Night Shyamalan donde se relataba una historia de hadas y el público castigó al autor por su falta de suspenso o lo infantil del desarrollo. Aquí sucede lo mismo, no estamos hablando de The Good Thief, Michael Collins o definitivamente no estamos hablando de The Crying Game. Ondine es una «selke», una especie de sirena de la mitología irlandesa, una mujer foca que viene al mundo de los hombres y se quiere quedar por eso esconde su traje de foca para poderse establecer durante siete años pero su esposo viene a buscarla para hacerla recapacitar e intentar convencerla de que volviera. La historia se resuelve muy bien y me divirtió mucho. Disfrutar la peli es dejarse llevar por la fantasía y atraparse por la narrativa del director
Me cautivó la fábula y volverme a reencontrar con Jordan. Pero si uno es más agudo, la música de Kjartan Sveinsson es encantadora y así no parezca la fotografía está a cargo de Christopher Doyle (The Limits of Control, My Blueberry Nights y, en general, casi todas las pelis de Wong Kar-wai). Recomiendo verla en cine pero si no aprovechar que HBO la rota ocasionalmente en este mes.