El año pasado Matthew Akers y Jeff Dupre realizaron un documental sobre la artista Marina Abramović. Nada del otro mundo pero lo traemos a colación por su reciente nominación a los Spirit de este año en la categoría mejor documental.
Marina Abramović es una artista serbia establecida en Nueva York que practica la forma de arte conocida como «el performance» (o «la performance» como dicen en Argentina). Con treinta años de ejercicio la artista se autodenomina “La abuela del Performance“.
«El performance» es un evento donde un actor o grupo de actores se comporta de cierta manera para una audiencia. Hay un cierto grupo de artistas, al que pertenece Abramović, que por diversas razones quisieron ser contestarios, atraer miradas y comunicar ciertos mensajes específicos con «el performance» dentro de sociedades reprimidas que de otra manera hubiera sido poco posible. A pesar de que la música coral, las óperas y el ballet pertenecen al género de «el performance», con este tipo de artistas “contestarios” tengo muchos problemas de aceptación. Su intención en principio puede ser buena pero dentro del arte pretencioso, aburrido y esnobista creo que no puede haber un elemento más disociante que este ejercicio. La audiencia y la crítica deciden que entre más florituras tenga su discurso de interpretación sobre una obra «performance» más acertada es su perspectiva. El punto es que al final, el arte se convierte en superficial y/o mamertario, se aleja de la audiencia o peor crea una casta intelectualoide impenetrable perjudicial para las intenciones iniciales de la obra.
El documental Marina Abramović: The Artist Is Present lo estuvieron rotando hace un par de meses en Cinemax pero en su momento me pareció tan promedio que no tuve ganas de reseñarlo siquiera. Para no patinar en lo mismo que veníamos diciendo anteriormente, digamos que tiene varios puntos positivos como por ejemplo el resumen de la obra artística de la serbia, revelación de su intimidad y por lo tanto de su vulnerabilidad como ser humano. Muchas veces, en la universidad veía fotos de sus actuaciones y me parecían llamativas tanto por la peculiaridad de sus obras como por la belleza oscura del fenotipo serbio, que tanto me fascina. Verla en el documental fue grato porque humanizada, Abramović se preocupa por su apariencia, por la moda, por la comida y de cierta forma se «neoyorquinizó». Me cayó bien. Su obra ‘The Artist Is Present‘ fue presentada durante tres meses en el MoMA y básicamente era la reinterpretación de sus “ritmos” más vistosos, o más llamativos, a través de un colectivo con el que se reunió, previamente, otro par de meses en una casa aparte en la campiña para poderlos entrenar. La evolución histórica fue muy interesante y la representación final de cada uno de los “ritmos” realizados por otras personas fue un factor artístico que no me esperaba.
La respuesta de sectores radicales de Nueva York o de magazines televisivos de farándula y espectáculo fue más que increíble, sus presentadoras se exaltaban de saber que en un museo de Nueva York hubiera una artista sentada esperando a que la audiencia pasara mientras en otras salas había gente desnuda colgada: ¡habrase visto! – decían-.
Si les interesa el tema, hay que estar pendientes de los documentales de Cinemax los martes y los jueves, de pronto vuelven a pasarlo. Por mi lado, creo que lo juzgue demasiado duro, la gráfica manejada es muy buena y el hilo narrativo está bien.