Get the Gringo es la primera apuesta de Adrian Grunberg como escritor y director de un largo. Sus casi 22 referencias en Hollywood son como cinematógrafo o segundo asistente de dirección. Para ser su primera pieza realmente no lo hace mal.
La promesa de Get the Gringo es sencilla como todas las pelis de acción. Si vamos a ver una cinta de Bruce Willis esperamos persecuciones, mucho sarcasmo y un giro en la historia que nos haga reflexionar un poco en la trama; si vemos una de Stallone no esperamos profundidad en los diálogos -por el contrario visiones muy cortas de procesos políticos o prejuicios sociales de pocos fundamentos-, pero si muchos golpes, disparos y explosiones; si vemos una de Schwarzenegger encontraremos escenas de persecución, también muchas balas, explosiones y diálogos de una sóla línea pegajosos y sugestivos; y así podríamos analizar todo el reparto de The Expendables y gastarnos toda la entrada analizando el género de acción.
En Get the Gringo el protagonista es Mel Gibson y si uno va a ver una peli de Gibson tiene que sentarse a pensar a qué lo están invitando. Generalmente, es un hombre solitario, contando detalladamente su historia de venganza casi con la propiedad de una novela negra. La furia y la amargura corroe su sangre y sonríe sólo hasta el final de la historia.
Grunberg empieza muy muy bien y nos hace una gran promesa -que creo es su principal error-. Gibson es un criminal en el borde de la frontera entre Estados Unidos y México que lleva unas bolsas de dinero supuestamente de un robo; desesperado toma la decisión de atravesar el muro y llegar a algún paraje del desierto de sonora entre Baja y Tijuana. La policía federal se encarga de él y lo lleva a una prisión local donde es despojado de su botín. No sabemos realmente dónde ha aterrizado geográficamente, no sabemos su nombre verdadero, ni su pasado, ni su historia. Grunberg nos plantea genialmente un spaghetti western donde el héroe es un ladrón en un pueblo fantasma dominado por el caos, la corrupción y la ley del más fuerte.
La narración de Gibson es vivaz, ocurrente, oscura y como siempre muy entretenida por el tono que aplica con su voz profunda y ronca. Sin embargo, Grunberg no logra mantener el dinamismo y el ritmo se le cae a la altura del segundo acto. Lo peor es que empieza a resolver las escenas de manera demasiado ingenua y la historia termina siendo muy mediocre. De vez en cuando, surgen chispazos que vuelven a emocionarnos pero la resolución del pleito y la lamentable imitación de Clint Eastwood entierran la peli en un profundo abismo del cual no pudo salir.
La cinta es divertida si uno va y logra mantener bajas las expectativas, la fotografía es promedio al igual que las actuaciones del reparto pero la banda sonora complementa muy bien el ambiente que se crea en la cárcel. El problema -y lo decía antes- es que el planteamiento del «western» no es esperado y la cárcel vista como el pueblo fantasma nos llama mucho la atención y hace elevar cualquier perspectiva que tuviéramos de la cinta. Vale la pena verla en salas y la están rotando en este momento en cartelera comercial.