Otra gran joya de nuestra cartelera por estos días -la otra si lo recuerdan es Stoker del coreano Park Chan-wook-. Una obra maestra de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, que logró llevarse el Oso de Oro y el Premio del Jurado Ecuménico en la Berlinale del año pasado.
Este par de hermanos, que a modo de curiosidad han realizado siempre proyectos juntos desde 1954 y ya completan 22 piezas cinematográficas, se juntan de nuevo para desarrollar una especie de docudrama con los presos de la Cárcel de Rebibbia, a las afueras de Roma. Su primera intención es documentar la evolución de la puesta en escena de la obra Julio César de William Shakespeare, de la mano del director de teatro Fabio Cavalli. En palabras de ellos mismos -que logramos escuchar gracias a una entrevista presentada al principio de la peli-, la idea era darle un golpe a la realidad, era declamar el pasado violento de estos personajes y la mejor forma fue a través del cine, obvio, y del blanco y negro. Porqué el blanco y negro, porque la realidad es a color y al hacerlo de otra forma contraria se le hace el quite, se la hace más dramática, se la trata con violencia.
Por un lado, la precariedad del asunto adorna de cierta forma el contexto de los reclusos, que se toman muy a pecho y con una pasión profunda sus papeles. Tanto, que sus líneas los superan y los sobrecogen. Unos lloran, otros no se olvidan del día a día en sus mazmorras, otros pelean, otros soplan sus armónicas y otros ensayan. Poco a poco, el guión que declaman los va definiendo y va dominando sus psiques. Pero antes, Los Taviani nos dan un golpe bajo al enfrentarnos a los reclusos en su máxima vulnerabilidad cuando se hace la selección del reparto. La instrucción es increíble y nos iguala en humanidad con esta suma de individuos. Es notable como un ejercicio tan sencillo, como el que propone el director Fabio Cavalli, desenfunda todos los matices de las personalidades de cada uno de los reclusos y de cómo, después cuando les va asignando sus roles, uno a uno pareciera que los tuvieran predestinados. ¡Ojo! Antes nos advierten que por mucha empatía que sintamos frente ellos, no debemos olvidar los huérfanos, las madres solteras o los hijos que se quedaron sin hermanos por culpa de ellos mismos. No olvidar que así su comportamiento haya cambiado frente a las cámaras o arriba en las tablas del escenario, ante todo son criminales, muchos de ellos con cadenas perpetuas que aseguran que no fueron dulces lo que se robaron.
La idea nace de una visita que hicieron los realizadores a la prisión y vieron como uno de los presos yacía en un patio leyendo El infierno de Dante, intercambiaron unas pequeñas frases enfrascándose en una ligera y sana discusión, un escalofrío los recubrió y decidieron montar una obra con ellos inmediatamente. Pero diferente a lo que pedía el director de la cárcel, Los hermanos querían usar la extensión completa del reclusorio, no sólo el teatrino, apropiarse de su cotidianidad y lograr sacar adelante una obra tan compleja como Julio César. Los rostros dramáticamente retratados por Simone Zampagni, la música que los acompañaba y el juego de tiempos y colores que se logró en el montaje de Roberto Perpignani hacen de Cesare deve morire una tarea infaltable y súper entretenida.