Con las pelis de Lee Daniels sucede una cosa particular y es que a veces quedamos sin palabras, a veces con algo de frustración y otras muy pocas con algo de rabia; posiblemente porque se enfrasca en la presentación de una problemática social que a veces no desarrolla del todo bien o porque se va al otro extremo donde casi se vuelve explotación emocional -como creo que me pasó con Precious-. En todo caso, guste o no guste, a Daniels se le siente mejor contando historias donde explora la sensibilidad negra aunque cuando intenta improvisar en otros géneros, como en The Paperboy un thriller de suspenso, arrasa en taquilla y con un capital inicial de 12 mil dólares logra una cifra en recaudos bien por encima del millón.
Cada presupuesto se lo ha ganado a pulso y resulta interesante que sigue manteniendo su corte independiente -a pesar del hito anteriormente descrito-; por ejemplo en The Butler invirtió 30 mil y ya ha recogido 150 mil dólares. Nada mal. Pero con ese reparto que ampliamente va desde Forest Whitaker hasta Jane Fonda (además de Alan Rickman, Vanessa Redgrave, Oprah Winfrey, David Oyelowo, Mariah Carey, Alex Pettyfer, Terrence Howard, Cuba Gooding Jr., Lenny Kravitz, Robin Williams, John Cusack, James Marsden) las facturas podrían haber llegado hasta el cielo y la sofisticación de los camerinos pudieron haber convertido la producción en una cinta de explotación más del orden de Michael Bay.
Existen dos lecturas importantes en la pieza reunidas en la profunda necesidad de rebelión de los negros como ciudadanos de su país en contra de las injusticias que la sociedad norteamericana les ha infligido. La primera lectura es la de la acción violenta o pacífica en contra del estatu quo y referida claramente en el nacimiento del Movimiento de los Derechos Civiles al sur del país, evolucionando en las subversivas Panteras Negras; la otra, que puede ser el punto central de la historia, es que el servilismo o la actitud servil del negro no es acobardamiento sino que es per sé un movimiento de lucha y subversión diferente, con resultados menos evidentes, con reconocimientos mucho menos laureados pero con logros imposibles de conseguir de cualquier otra forma. Obviamente, uno se puede dejar embelesar por la narración cadente, lineal y parsimoniosa del mayordomo de la Casa Blanca, interpretado impecablemente por Whitaker, sumado a la presentación de los presidentes de Estados Unidos -con sensacional parecido- como protagonistas de la historia norteamericana, que en otras piezas harían de héroes de sus propios relatos, pero que en The Butler son meros puntos de referencia del paso del tiempo. Digo que haríamos mal en dejarnos llevar por ese lado de la historia porque nos olvidamos de la reflexión de que por más de cinco décadas y diez presidentes los negros de Estados Unidos han estado en una posición injusta, han luchado por cambiar sus posiciones y han demostrado que no son una minoría que va a aceptar más ultrajes y violaciones.
Es clave de analizar que con un manejo sutil del guión, Daniels profana uno de los más importantes héroes de la historia americana, Ronald Reagan. Alan Rickman ejecuta el papel de Reagan por no más de tres escenas y es digno de un Oscar; un poco de maquillaje, un par de gestos y, de nuevo, el histrionismo de su voz camuflan perfectamente a Hans Gruber (Die Hard), el Coronel Christopher Brandon (Sense and Sensibility) o Severus Snape (en la serie completa de Harry Potter) picos de su popularidad y estrellato. Reagan en The Butler es palanca y es gatillo; por un lado, es usado para los fines revolucionarios de Cecil y, por el otro, es la gota que rebasa su paciencia y que lo llevan a mirar con otros ojos a su hijo. Un giro ingenioso y letal por parte de Daniels que seguramente le va a negar su opción en los premios de La Academia pero de pronto le da fuerza en los Spirit.
Tengo un juego en el blog que es la colección de interpretaciones de Richard Nixon; un personaje histórico pero shakespeariano y vil ala Richard III que se considera deforme y sensible al desprecio de su pueblo. Por una parte, John Cusack entra a este juego al lado de Christopher Shyer (J. Edgar), Robert Wisden (Watchmen), Frank Langella (Frost/Nixon) y Anthony Hopkins (Nixon). Al igual que Reagan, Daniels maneja con guante blanco esta figura; Cusack repite con el director en un papel igualmente grotesco como el de The Paperboy pero un poco más sutil e interpretando a un suspicaz, resentido y desconfiado Nixon; detalles tan sencillos como la prótesis de la nariz, la mirada, el pelo grasiento y desordenado resumen la visión de Cusack y Daniels del ex-presidente donde no hizo falta que levantara los brazos o sonriera, por ejemplo; pero este par va aún más lejos, en el momento más álgido de una conversación privada, encorvado en su silla y con una mirada de profunda desconfianza, una mosca aparece, sobrevuela su pestilencia y hace evidente su aletear interrumpiéndonos a nosotros como espectadores pero haciendo expresa su hediondez. Magnífico.