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Mud

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Mud es el cierre de la ópera prima de Jeff Nichols a quien ya conocimos en Shotgun Stories y Take Shelter. Con una poderosa consistencia para contar historias dentro de lo más profundo de Estados Unidos, a veces en el sur o a veces perdido en el vasto medio oeste americano, Nichols ha logrado cautivarnos y conmovernos con relatos sencillos pero con dramáticos giros. Sus héroes son vilipendiados por el resto de la comunidad y al esperar una respuesta a esa violencia somos sorprendidos con una reconfortante esperanza, casi como moraleja, de cada uno de sus desenlaces.

Mud no es diferente. Con un pequeño guiño a su ciudad natal, Little Rock, Arkansas, Nichols nos cuenta la historia de dos niños, Ellis y Neckbone, que han encontrado un bote, en lo alto de una copa de un árbol, en medio del bosque, perdido en una isla dentro de los meandros del Río White. Reconocemos a Ellis porque es interpretado por Tye Sheridan (The Tree of Life), mientras Jacob Lofland debuta en su primer papel en el cine con Neckbone. Su casa en el árbol es genial, sus escaleras son lianas, tiene camarotes, revistas de adultos y un dueño, algo que definitivamente no esperaban. Mud es una especie de vagabundo, vive en el bote, sólo posee una camisa de la suerte, su pistola, pan y fríjoles para alimentarse. Investiga a los niños que se han filtrado en su hogar y los insta a un trueque por comida.

Ellis se rinde a la aventura y se conmueve rápidamente con las historias de Mud que envuelven un amor furtivo con Juniper (Reese Whitherspoon), un vengador (Paul Sparks), un padre enceguecido por la venganza (Joe Don Baker), un aliado (Sam Sheppard) y un muerto. Neckbone es más cauteloso y no se fía del extraño, quiere fijar las reglas del trueque pero Mud siempre termina cambiándoselas. Al ruedo y para generar algo de contexto ingresan Sarah Paulson como la madre de Ellis que está cansada de vivir en una casa flotante en las riveras del río, su padre Ray McKinnon un auténtico sureño que se resiste a vivir en otro lado y no podía faltar Michael Shannon, en un papel terciario, interpretando al tío y tutor de Neckbone.

La trama gira entorno al bendito bote, Mud quiere seducir a Juniper para huir juntos en él. Para hacerlo, debe repararlo y pide al par de niños que le llevan todos los repuestos de una lista y ellos lo ayudan sin chistar; a cambio y sin darse cuenta, Mud les ofrece lo único que es suyo, su historia, sus experiencias y sus aprendizajes. Es así como entienden que una mordida de una serpiente de algodón puede quitarle la vida a una persona en minutos, que su cura sólo puede ser ofrecida una vez, que uno se puede apegar a un primer amor a muy temprana edad, que uno puede dejarse llevar por la insensatez de sus requerimientos o sencillamente que no se debe confiar en el hombre que sólo tiene una camisa y una pistola, siempre habrá un doble juego en sus condiciones.

Cuando vi esta cinta, otra vez me fascinó el relato vívido y vigorizante de Nichols que gracias a ello logró competir oficialmente en Cannes. Me llamó mucho la atención la relación entre Mud y Ellis porque sentí que el realizador nos ofrecía una actualización del legendario Huckelberry Finn de Mark Twain; cuando leí por primera vez Tom Sawyer, nunca pude entender el personaje de Huck’ Finn, un niño maduro para su edad, desapegado a las comandos de la sociedad, reticente a la escuela pero de buen corazón; de alguna forma siempre pensé que Huckelberry era más grande de lo que aparentaba y Mud apunta justo en ese clavo. Mud es la respuesta al Huckelberry Finn de Tom Sawyer que siempre había buscado. Con su diente despicado y su empalagoso acento, otra vez el trabajo de Matthew McConaughey, esta vez como Mud, es impresionante. No sabemos si fue Nichols o el mismo McConaughey el que le dió orígenes a Mud en lo profundo de Texas, pero ese detalle hizo que el papel le calzara perfectamente y lo glorifique como uno de los actores más importantes del momento, no sólo por caracterizar fielmente al texano promedio, sino también por la capacidad de sacar y sacar versiones muy diferentes y súper interesantes de cada uno de sus últimos trabajos (Bernie, Killer Joe, The Paperboy, Magic Mike).

Mud es un film noir, dentro de lo más profundo de Arkansas, relatado por un maestro contador de historias como lo es Jeff Nichols, con tintes de thriller y suspenso. Sin tener que hacer retrospectivas, prólogos o epílogos, el escritor y realizador nos muestra lo que en esencia es una historia lineal pero con rasgos de paradojas temporales donde Mud es Ellis y Ellis es Mud. Nichols es una mente ágil y brillante, sino la más de los últimos tiempos en Estados Unidos; sabe perfectamente lo que quiere y en el tono que desea que se lo entreguen. Si, es impresionante el trabajo de McConaughey pero el resto del reparto sin sobrepasarse, ni quedarse atrás logran acomodarse a esa sensación sureña que expele en cada fotograma. Un ejemplo palpable es Tye Sheridan que parece un monstruo de la actuación; su desarrollo es más bien sobrio pero tiene brotes sensacionales de furia, dolor y rabia; logra transmitir precisamente esas sensaciones al público y nos deja boquiabiertos. La música es tan sólo otro personaje más del sur acompañada de banjos, dobros, fiddles y la partitura original de David Wingo.

Gran camino le queda por delante a Jeff Nichols, que por ahora se alista para los festivales de fin de año pero que desde ya prepara junto a Michael Shannon, Joel Edgerton y Kirsten Dunst su cuarto proyecto, Midnight Special; un drama entre la relación padre-hijo con un ligero tono de ciencia ficción; aunque son sólo rumores, por ahora, suenan muy bien y la promesa de Nichols al frente de este equipo de primera línea es garantía de calidad.

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Shotgun Stories

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Al mejor estilo del medio oeste americano, Jeff Nichols nos introduce en el primer filme de su portafolio, dentro de una historia en lo profundo de Arkansas, con toda su idiosincracia y su profunda calma. Casi asfixiante.

Los protagonistas son tres hermanos llamados Son, Kid y Boy Hayes; en principio, resulta curioso el hecho de que los hayan nombrado de esa forma pero luego es profundamente inquietante la capacidad de negligencia para que un padre pueda haber llamado así a sus hijos. En el evento del funeral del progenitor, se esclarece el pasado alcoholizado del difunto y el desprecio que existía hacia ellos; él y su madre «llena-de-odio» lograron aislarlos de cualquier educación y condenarlos a trabajos de exigencia física porque parecen no servir para nada más.

Son Hayes, interpretado como siempre excepcionalmente por Michael Shannon, no vive en paz y está dominado por su pulsión hacia las apuestas y el juego. Su esposa se inclina por abandonarlo y su joven hijo de aproximadamente ocho años parece no entender nada del asunto al vivir tranquilamente en un pueblo donde no pasa mayor cosa. Por el mismo estado de quietud, llama inmediatamente la atención del espectador las cicatrices que Son aguanta en su espalda; nadie las nombra, todos las observan y todos las comentan, nosotros sólo sabemos que son producto de cuidar a sus hermanos. Punto.

El ambiente altamente volatil entre los hijos cristianos del padre y los descuidados hermanos termina en una riña a causa de un fuerte pero honesto discurso de Son el día del funeral de su padre. Esa chispa fue suficiente para explotar el duelo que termina en sangre y que como testigos vaticinamos como una gran venganza. Los ignotos hermanos parecen sentenciados a extinguirse en este fuego abrasivo pero Nichols nos ofrece una opción, una lección de tolerancia que hasta el mismo final no sabremos si es aceptada por uno y cada uno de ellos.

Nichols ya nos había maravillado con otro drama crudo y áspero con Take Shelter, su segunda pieza también protagonizada por Shannon. Siendo esta su primera peli nos demuestra de qué está hecho, con una pasmosa narración lineal y una obra en cinco actos. El primer acto fundamenta los sólidos establecimientos de la trama; el segundo, se toma su tiempo para describir y perfilar psicológicamente a los personajes principales; el tercero, reaviva el fuego de la trama con un interesante nudo; el cuarto, aparece como el desencadenamiento del apocalipsis para estas dos familias; para, finalmente, en el último acto definir un desenlace de final abierto donde la esperanza de que todo salga bien es tan frágil como la tolerancia misma de cada uno de sus personajes.

Nichols de un sólo golpe logra irrumpir en varios festivales como un niño prodigio. Gana Austin, Seattle, Newport, en círculos bastante independientes, así como, también obtiene reconocimiento en Chicago y los Spirit de 2008.

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Take Shelter

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Para hablar de Take Shelter de Jeff Nichols, necesariamente se debe hablar de Michael Shannon. Shannon por primera vez me impresionó en Revolutionary Road de Sam Mendes, un papel pequeño, sin mucha fuerza en la historia pero que Shannon abrazó y le valió su única nominación a los Oscar, que perdería con Heath Ledger. Antes había tenido otros papeles, con grandes directores también, Before the Devil Knows You’re Dead de Lumet, Bug de Friedkin, entre muchos otros. Su figura es impresionante, y su mirada con esos ojos saltones y su ligero estravismo le proporcionan una presencia oscura y sicótica sin mucho esfuerzo.

Su historia con Nichols se remonta a Shotgun Stories -primera pieza del escritor-director- y desde entonces hay un pequeño encantamiento entre el realizador y su actor preferido, donde el proceso empieza desde la misma aprobación de la historia por parte de Shannon, cuando Nichols le muestra los primeros bocetos de guión.

La primera y segunda vez que vi Take Shelter pensé en un sicótico, con rasgos esquizofrénicos, delirios y alucinaciones. Una versión muy literal de la cinta que basa su historia en la enfermedad que desarrolla Curtis en un pueblo del medio oeste norteamericano. Me fascinó su fotografía (Adam Stone), la ambientación musical (David Wingo) y la sutileza de los efectos especiales para dar el sentido tensionante de sus sueños, convertidos en pánico y paranoia cuando Curtis estaba despierto. Hace poco la repetí y la asociación me llevó, esta vez, a Noé como referencia. Un hombre aislado de su comunidad, que siente profundamente que su familia se ve amenazada por una tormenta tan grande, que le urge confeccionar con prontitud un resguardo lo suficientemente seguro para todos. Es juzgado, vilipendiado y de cierta forma humillado por sus alucinaciones hasta estallar en neurosis cuando es confrontado. Sus miedos más profundos empiezan a alejar a los amigos y conocidos pero su lucha se hace más fuerte cuando sus pesadillas penetran su grupo familiar, conformado por su esposa Samantha (Jessica Chastain) y su hija Hannah (Tova Stewart) -no se salva ni el perro-.

Take Shelter puede ser catalogada como una peli de profundo suspenso pero es a su vez una historia llena de ternura, la historia de este hombre que tan sólo busca proteger su familia a toda costa y del profundo amor de su esposa que incondicional, también a pesar de todo, busca la forma de apoyarlo, cuidarlo y ayudarlo a buscar una solución sensata a todos sus miedos. El final es indescriptiblemente conmovedor y abierto. Una exquisitez para cerrar con broche de oro.

Nichols presentó el año pasado Mud -que aún esperamos ansiosamente en Colombia-, que a la postre se catalogó como la mejor cinta norteamericana en Cannes, incluso peliando por una Palma de Oro. Para los que aún no conocen apartes de la producción, oficialmente la semana pasada salió una segunda versión de su corto:

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