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Bond 7: Diamonds Are Forever

[Continuación]
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Es el año de 1971 y tras cuatro años de ausencia Sean Connery vuelve como el súper agente 007. George Lazenby es historia y Diamonds Are Forever es la séptima salida de la franquicia, de nuevo interpretando una novela original de Ian Fleming. Visiblemente cambiado, con sus 41 años encima, y con un perfil diferente, el escocés tiene la sartén por el mango; Eon Productions hace pruebas de reparto con varias alternativas norteamericanas para llevar a Bond a un público más americano pero nada resulta convincente; la presión de United Artist los sobrecoge y vuelven a llamar a Connery; este pide un millón 250 mil de dólares, la opción para portagonizar dos pelis de United y la inclusión dentro de la producción de Bond 7. Un acuerdo realmente impresionante para la época.

El francés Guy Hamilton es convencido para volver a dirigir, gracias a que Harry Saltzman y Albert R. Broccoli aceptan que la única verdadera cinta con aires de rompetaquilla fue Goldfinger y quieren volver a darle ese estatus a la franquicia. Los presupuestos por todas las negociaciones empiezan a crecer y Diamonds Are Forever empieza con 7 millones 200 mil dólares para finalmente recoger un poco más de 116 millones. Hamilton, pues, parece tener la clave para monetizar la saga pero analizándolo bien, hay varias razones y no muy agradables para los fanáticos de Sean Connery.

Todo colapsaría en On Her Majesty’s Secret Service pero al final parece más un gran boicot de la producción que no quería que, ni la pieza triunfara, ni que George Lazenby continuara. Desde Maurice Binder -con una de las presentaciones más mediocres – hasta los mismos Saltzman y Broccoli que se cansaron de su modelo australiano, todo fue un gran salto al vacío. Pero gracias a Lazenby y Peter Hunt, Diamonds Are Forever no es otra payasada en la que estuvo involucrado Connery. Puede atribuírsele al cambio de década, que se siente mucho, pero las escenas de acción son más elaboradas y no hay tanto montaje en estudio, los dobles son dobles y no compiten en pantalla con los protagonistas en las escenas de acción, aún siendo un imperdonable mujeriego, Bond es más cuidadoso con cada una de ellas pero sobre todo la historia parece mejor estructurada y la trama no se resuelve completamente en 10 minutos al final de la cinta.

La historia vuelve a traer a colación Ernst Blofeld, el reconocido Número Uno de SPECTRE, que al principio de la cinta explica la serie de cirugías a las que se ha sometido para poder cambiar su apariencia. Esta parte no es del todo agradable en la pieza por dos razones sencillas (A) Charles Gray que interpreta a Blofeld ya había actuado en You Only Live Twice como un aliado de Bond en Japón (B) Ernst Blofeld conserva todo su vestuario pero desde la misma You Only Live Twice, su apariencia es caracterizada como un hombre caucásico y calvo; en On Her Majesty’s Secret Service, Telly Savalas pasó por alto la cicatriz de Donald Pleasence pero en esencia era el mismo. Gray por su lado olvida la cicatriz, la calva y con su previa actuación se desentiende completamente de la continuidad en la franquicia. Gravísimo error muy constante en estas primeras pelis del 007.

Blofeld es muerto a manos de James Bond al principio de la cinta. Esto le permite a Bond, seguir adelante y rastrear una mafia de diamantes robados directamente desde Sudáfrica. Gracias a pasaportes falsos, Bond llega a Amsterdam, haciéndose pasar por Peter Franks, uno de los intermediarios y contacto de Tiffany Case -la chica Bond de Diamonds Are Forever que en esta ocasión será interpretada por Jill St. John-. La trama envuelve un poco de intriga, algo de seducción de Bond con Tiffany Case, increíbles persecuciones de carros en Las Vegas y grandes escenas de acción. Sin embargo, la trama alrededor del robo de diamantes, el satélite destructor y el secuestro de un multimillonario tipo Howard Hughes es excesivo.

El esquema ha variado un poco y Bond ya no es tan autosuficiente como antes, necesita ayuda y su equipo se la ofrece sin chistar. Norman Burton es el nuevo Felix Leiter, Bernard Lee cada vez es un más bravo M, Desmond Llewelyn es Q y Lois Maxwell es Moneypenny. La atención del espectador es desviada en varias ocasiones, se pierde ritmo constantemente en la narración y termina la historia tornándose muy aburrida. La crítica además afirma que Diamonds Are Forever es demasiado exagerada, muy sobreactuada y casi una corografiada ridiculez. Sin embargo, por primera ves una peli de Bond es nominada al Oscar como mejor sonido y la taquilla, como habíamos referido anteriormente, también respondió muy bien.

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Bond 6: On Her Majesty’s Secret Service

[Continuación]
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Bond 6 es crucial dentro de la genealogía de la franquicia. Era 1969 y Sean Connery había renunciado dos años atrás después de haber protagonizado cinco pelis como el súper agente 007. No sólo interpretó el personaje de ficción de Ian Fleming sino que lo caracterizó y lo hizo una figura pública. Hablar de James Bond es hablar en cierta forma de Sean Connery y cada actor que pase al frente va a ser juzgado con esa misma vara. Sumado a la salida de la estrella, las cintas no lograban romper taquillas de la forma deseada como sucedió en Goldfinger o la misma Thunderball y Eon Productions, productora de la multimillonaria empresa, cada vez veía más apretado el nudo aunque igual las cifras seguían siendo ridículas (se invertían nueve y se recibía un ciento millones de dólares, es decir, una retribución mayor al 1.000%). El caso es que On Her Majesty’s Secret Service fue la primera pieza sin Connery, recibió ingresos que no se veían desde 1964 y eso asustó a todo el mundo.

Durante la búsqueda del reemplazo de Connery, Albert R. Broccoli y Harry Saltzman querían un sustituto exacto del escocés, que tuviera el atractivo de Laurence Olivier y la rudeza de Cary Grant. Tarea que no sólo iba a ser complicada sino que de alguna manera imposible por el gran carisma desplegado por el actor dentro y fuera de la pantalla. Sin embargo, el australiano George Lazenby acababa de filmar unos comerciales para una popular marca de chocolates donde con una impresionante sonrisa, vestido formalmente, cargaba un guacal de madera al hombro y lograba saludar a las chicas sin casi inmutarse. Eon se interesó en él y le pidió a su agente que lo llamara para una audición, la cual no dudó en traerlo de vuelta de unas vacaciones en París. Lazenby con una apariencia relajada quiso dar una buena impresión y lo primero que hizo cuando llegó a los estudios, fue buscar una barbería; pidió una meticulosa afeitada y de peinado un «Sean Connery». En ese mismo lugar se encontraba Broccoli y afirmó que este sería su siguiente estrella. Pero aún le faltaba mucho por recorrer al modelo australiano. Ambos, Broccoli y Saltzman, no lograban decidirse aún y teniendo parte del libreto pusieron a hacer pruebas a sus cinco mejor opcionados. A Lazenby, que no era actor, le tocó pelear con su coreógrafo de peleas y le rompió la cara. No saben si fue el golpe, la forma en que peleó o el hecho de que hubiera tumbado a una mole bielorrusa como lo era Yuri Borienko pero eso bastó para que ambos productores dieran la aprobación por el australiano.

El primer error de la producción fue sentar en la silla del realizador a Peter Hunt. Aunque su producto final es de un promedio aceptable, los anteriores directores trataron de poner su punto de vista sobre los personajes de Fleming, al contrario de Hunt que se interesó por hacerle un homenaje a Terence Young -director de Dr. No, From Russia with Love y Thunderball que en lo personal hasta ahora es lo peor de la serie-. Peter Hunt había participado en todas las cintas de James Bond como editor, y en un par como asistente de dirección; era muy amigo de Albert R. Broccoli y rogaba por una oportunidad; al final, fue esta relación la que le permitió al editor emergente quedarse con el puesto y en su vacante dejar como responsable a John Glen. Por un lado, la cinta gana sinceridad al Hunt decidir que quería filmar al mínimo en estudio. No hay que dudarlo, las locaciones suizas y la fotografía de Michael Reed permiten menos montaje falseado en posproducción y unos bellísimos encuadres nunca antes vistos -incluso hoy en día hay escenas verdaderamente increíbles gracias al balance de dichas tomas aéreas con las secuencias filmadas por John Eaves, patinador profesional, que hizo la mayoría de las persecuciones a nivel de la nieve-.

Hunt tuvo otro gran acierto. Al tenerse que demostrar frente al público y hacerse al nombre de Bond, el director le pidió a George Lazenby que hiciera todas sus escenas de acrobacias sin doble. Como habíamos dicho, el modelo australiano sin verdadera experiencia en el medio aceptó sin dudarlo. Lazenby no sólo ofrece un James Bond, más centrado, más humano, menos pendenciero sino que además lo presentó más humano -casi todas las características que le alabamos hoy en día al Bond de Daniel Craig-; Lazenby comprometido con su papel, lee y relee la novela y completamente conmovido llora. ¡James Bond por primera vez llora!. Lastimosamente esta escena pasa por el juicio de Eon y es retirada de la maqueta final. El resto del reparto también sufre modificaciones pero permanecen intactos Bernard Lee que sigue siendo M, Lois Maxwell como Moneypenny y Desmond Llewelyn no puede faltar siendo Q. Esta vez, Bond es forzado a retirarse del servicio porque durante dos años no ha tenido pistas sobre Ernst Blofeld; indignado empieza una operación personal y se topa con el Conde Balthazar de Bleuchamp quien quiere averiguar su linaje a través del profesor Sir Hilary Bray, genealogista del College of Arms de Londres. Bond sabe que es un truco de Blofeld y llega hasta su refugio ubicado en lo más alto de los Alpes Suizos y descubre su fachada: El Instituto para la Investigación de las Alergias Piz Gloria. El 007 debe entender el nuevo plan de Blofeld para dominar al mundo, revelarlo y acabar con él. De paso tratar de atrapar al Número Uno de SPECTRE.

Antes de llegar a Piz Gloria, el 007 ha cortejado fielmente a su chica Bond, la Condesa Teresa di Vicenzo interpretada por Diana Rigg (Dama Real de la Corona de Elizabeth II, actriz de la serie de TV The Avengers y de la actual Game of Thrones). La condesa se vuelve el gran amor de Bond hasta el punto en que le propone matrimonio. Los arquetipos y preconcepciones sexistas vuelven a dañar la tónica de la relación pero la escena de la propuesta es bien lograda e impactante. Su desenlace es excelente.

Esta vez Ernst Blofeld es interpretado por Telly Savalas pero con su aparición comienzan los grandes problemas de continuidad. Por un lado, en You Only Live Twice, el actor Donald Pleasence muestra por primera vez la cara del Número Uno. Un caucásico, de testa pelada y una horrible marca en su ojo derecho. Tenemos que ser condescendientes con el tema del actor y la renovación del reparto -que algo si afecta en credibilidad- pero ¿y la cicatriz? Blofeld en la última escena de You Only Live Twice conoce cara a cara a Bond ¿por qué aquí no cae en la cuenta de su presencia? La única solución que puedo llegar a comprender es que efectivamente Richard Maibaum (guionista) se aprovechó de una ligereza técnica de Fleming en la novela de Casino Royale donde hay más de un 007, por eso es posible que George Lazenby rompa la cuarta pared y nos hable al principio de la cinta de la forma que lo hace -pero igual no explica el problema de los rasgos de Blofeld-.

Terminando de rematar la pieza, tanto Peter Hunt como John Glen trajeron de vuelta las payasadas y las volvieron protagonistas en muchas de las secuencias. No sólo decidieron volver a usar aceleración de los cuadros sino que además Hunt filmaba y filmaba tomas asegurando poder cuadrarlas todas en edición; el resultado es un masacote ininteligible con saltos de eje por doquier. La forma de referirse a todos esos errores es contado de manera anecdótica por John Glen y lo único que me permite pensar es que el Casino Royale con Peter Sellers, no estaba tan desfachatado después de todo.

A pesar de Hunt, de Glen, de Maibaum, de Broccoli, de Saltzman y del mismo Maurice Binder que realiza para esta pieza la peor secuencia de títulos de la colección, On Her Majesty’s Secret Service sale aireante como una buena cinta Bond. Pareciera que todos conspiraron para que la peli fuera un fiasco pero Lazenby, Rigg y Savalas lograron ponerle el tono necesario para que fuera todo lo contrario e incluso los Globo de Oro por primera vez nominaron a un James Bond como promisoria estrella. La producción igual no rindió lo que se esperaba y el presidente de United Artists lo explica muy bien, “había que buscar un culpable y finalmente Lazenby fue el sacrificado“.

Nota personal. Dicen que Eon Productions vio carisma y continuidad en George Lazenby y le ofrecieron un contrato para realizar siete piezas más; dicen que la agente del australiano le aconsejó que no tomara este contrato porque la franquicia estaba muerta y anticuada; dicen que Lazenby se creyó demasiado rápido el papel de estrella y se volvió arrogante en la producción y en la promoción de la cinta; dicen que Eon requería un personaje consistente dentro y fuera de la pantalla y Lazenby se negaba a cortarse el pelo y a afeitarse por fuera del estudio. Fuera lo que fuese, George Lazenby pasó a la historia y fue su primera y única vez como el súper agente 007. Fue por lo tanto muy pertinente escoger este afiche para ilustrar esta entrada porque es crucial no saber quién es el nuevo James Bond ni quién será, pues Sean Connery se había ido y Lazenby estuvo de paso.

Una más curiosidad es que en la búsqueda de la locación del Piz Gloria, nombrado en la novela de Fleming, Hunt encuentra este restaurante rotatorio en las cercanías de Mürren, a medio terminar. Se acuerda con los dueños que la producción pagaría la finalización de la obra con tal de poderla utilizar a su antojo en la filmación. No sólo se terminó el restaurante sino que aún sobrevive con el mismo nombre de Piz Gloria con la capacidad de albergar a 400 comensales.

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