William Friedkin es un nombre grabado ya en los anales de la historia de Hollywood con grandes piezas del thriller, el terror y el suspenso. Son ejemplo de su ingenio The French Connection, The Exorcist, Jade y, hace no tanto la retorcida pero increíble, Bug. Su rúbrica es el manejo de las tensiones y los ritmos en una historia para convertirlos en poderosas armas contra el espectador que de una u otra forma queda chocado frente al planteamiento del realizador. No es muy dado a escribir sus pelis pero definitivamente cada una tiene su estilo inconfundible; en 1972 incluso ganó Oscar a mejor director por su desempeño en The French Connection y fue nominado por The Exorcist.
Killer Joe es una cinta de 2011, arraigada en los profundos y más recónditos parajes de Texas, cargada de esa intensa esencia sureña, donde la solución más eficaz a los problemas más simples son muertes y asesinatos. Emile Hirsch interpreta a un don nadie que busca refugio en la casa rodante de su padre. Ha sido expulsado de la casa de su madre y planea asesinarla para quedarse con el seguro de vida. Su existencia es un completo desorden, su hermana, Juno Temple, es una joven de dieciséis años que tiene principios de esquizofrenia, Thomas Haden Church, su padre, es mecánico, arregla exhostos y es un completo ignorante; completa el círculo disfuncional que llaman familia, Gina Gershon que está casada con Church y parece ser la más cuerda de todos. Hirsch les comenta el plan y hasta la hermana menor asiente en que es la mejor solución.
Entra en escena Matthew McConaughey como un detective de policia que asume estos trabajos extraoficiales, de manera muy profesional y que han chapado su fama como matón prestigioso e implacable.
La historia ronda todos los posibles rincones de la putrefacción social en la que conviven estas personas y llega a unos límites que rayarían en lo absurdo pero que seguramente en pueblos de baja educación podrían ser la norma del día a día.
Fuerte, contundente, excelentemente narrada y con un final escalofriante que se cocina a fuego lento desde el puro planteamiento de la historia, esta cinta me recuerda a The Killer Inside Me de Michael Winterbottom. Su mensaje está lleno de capas que uno puede ir descubriendo con una segunda o tercera revisión. El desarrollo de los personajes es delicado, no son transformaciones radicales pero tranquilamente Killer Joe también podría ser un thriller de corte psicológico. Fiel al género de suspenso que le encanta Friedkin, lleno de matices -en esta ocasión ultraviolencia familiar- la pieza fue digna de nominación al León de Oro en Venecia.
Podemos decir que la música original condimenta ligeramente cada escena y le va subiendo el calor a la historia, que la cinematografía de Caleb Deschanel es encantadoramente oscura y oxidada pero lo que más me llama la atención de esta cinta es Matthew McConaughey. Olvidándose un poco de la corriente principal que había surfeado por años, papel tras papel que le iba ofreciendo Hollywood, tuvo un giro en Bernie, se dedicó a papeles más costumbristas y cercanos a su cultura de origen. Sin embargo eso no lo es todo, el riesgo que deposita en Killer Joe desarrollando un papel brutal y antagónico bien opuesto a su perfil de galán se reafirma con The Paperboy de Lee Daniels y Mud de Jeff Nichols que define su nueva -o por lo menos su más reciente- posición frente a la industria: está interesado en roles de mayor reto, de mayor amplitud en el espectro y de una complejidad más profunda en los perfiles psicológicos. McConaughey no se ha caracterizado por ser un excelente actor pero el rigor con el que viene asumiendo estos papeles independientes, con estos grandes directores, ha dejado marca y por lo menos se está destacando dentro de repartos impresionantes.
Killer Joe es una pieza fantástica de Friedkin muy recomendada para los amantes del costumbrismo y el thriller de suspenso.