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The Hobbit: The Desolation of Smaug

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Se debe reconocer que la segunda parte del Hobbit es vastamente superior a su primera parte, An Unexpected Journey y que incluso podría ser comparada con The Fellowship of the Ring para superarla. Contrario al resto de pelis que conforman estas dos franquicias, The Desolation of Smaug nos lleva a esos momentos de los 80’s en que adorábamos las historias de aventuras como Indiana Jones, The Goonies, Conan, Labyrinth o The Adventures of Baron Munchausen -incluso cabe incluir Back to the Future así su aventura sea más de ciencia ficción-.

En este capítulo, la docena* de enanos, Bilbo Baggins y Gandalf continúan su travesía hacia la «Montaña Solitaria» (no se el número exacto de enanos pero seguro son más de diez); deben atravesar el «Bosque Oscuro» pero Gandalf descubre una pintura que lo hace desviarse hacia el norte sin mayores explicaciones para sus compañeros de travesía; los advierte de no perder el rumbo y de no entrar a La Montaña sin él. Mientras unas arañas gigantes atacan al grupo y los aprisionan, Gandalf se encuentra con Radagast (aquel hechicero que guarda los pajaritos bajo su sombrero) para investigar las tumbas de Nazgûl, siendo para mi el punto más crucial de este episodio.

Por su parte, Bilbo y los enanos, son rescatados/capturados por Elfos, entre ellos Legolas, no sin antes Bilbo descubrir como el anillo empieza a corromper su carácter; reclusos en el Reino del Bosque de Thranduil, ambos reyes, Thorin y Thranduil, intentan llegar a un acuerdo para la liberación de la compañía pero el orgullo herido del rey enano no le permite negociar con el oportunista elfo y prefiere quedarse recluso que colaborar en la codicia del reino que los aprisiona; a la vez, que Bilbo libera a los enanos haciendo uso del anillo, un grupo de Orcos liderados por Azog, atacan El Reino en busca de ellos por órdenes de Dol Guldur; encontrándolos precisamente en las puertas del desembocamiento del río en las cascadas, los orcos se enfrentan a los elfos, que persiguen a los enanos, que también atacan a los orcos.

El desenlace de esta aventura termina con la compañía en una barcaza humana dirigiéndose a la ciudad de Esgaroth, al lado del lago ad portas de La Montaña; Esgaroth, pero sobre todo sus habitantes descendientes de Dale, tienen una fantástica historia relacionada con los enanos y Smaug, el dragón que vigila el botín escondido bajo la montaña y que planta los cimientos de la tercera parte del Hobbit.

Peter Jackson y Guillermo del Toro acuñan una de sus mejores pelis, esbozando todas las conexiones dentro de las dos franquicias de Tolkien. Es tan buena que por fin hay algo interesante para contar en la siguiente etapa. Qué pasó con Thranduil, Galadriel y Elrond, qué decide Thorin sobre el Arkenstone, cómo regresa Bilbo a su Pradera, cuándo recupera Gollum su anillo, cómo es el desenlace entre Smaug y Bard, cómo se juntan Saruman con Sauron; todas estas inquietudes generan una expectativa grandiosa que tan sólo puedo identificar como excitación en aquellos fanáticos que leyeron sus libros.

Aparte de que la aventura y la acción anduvieron en paralelo durante toda la cinta -cosa que derrumba, arrasa y hunde todo el primer capítulo del Hobbit-, Benedict Cumberbatch alcanza uno de sus mejores desempeños en el año (por encima de Into Darkness, The Fifth Estate), sin siquiera aparecer en pantalla; bastaron su voz, su tono y su profunda calidad histriónica para darnos escalofríos en las entrañas de Smaug y nos prepararemos para verlo renacer del fuego de Sauron cuando se reivindique como el nigromante o hechicero de magia negra causante de la verdadera devastación de toda la Tierra Media. Aunque aún nos falta por ver August: Osage County y 12 Years a Slave, es claro que Cumberbatch nos muestra poco a poco su plumaje y sus grandes capacidades, tomando por fin, después de muchos años de pequeños papeles, el mando del estrellato del cinema mundial y dando cátedra del antagonismo que no veíamos desde Gary Oldman, Kevin Spacey, F. Murray Abraham o incluso más atrás con Vincent Price.

Sería muy loco que Peter Jackson abandonara su capricho del HFR (High Frame Rate que se relaciona a los 48 cuadros por segundo con los que se proyecta la cinta en formato digital), porque este formato ni le quita ni le pone a la pieza y se convierte en, tan sólo eso, un capricho. Sin embargo, la destreza y profundo abrazo hacia el 3D hacen de The Hobbit: The Desolation of Smaug una peli exquisita para ver en cines; el 3D aporta descripción, desarrollo, contexto y es parte de los acentos de tensión en la narración de la historia; un muy buen ejemplo de cómo usar la herramienta.

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Super 8

Dos monstruos se juntan en la pantalla, el señor Jeffrey Jacob Abrams y el señor Steven Spielberg, para hacer Super 8. Un proyecto que empezó como el secreto mejor guardado de Hollywood cuando en la premier de Iron Man 2 se presentó un corto muy extraño protagonizado por Elle Fanning pero producido por este par de gigantes. No pudieron resolver cómo fue posible que tal secreto no se hubiera colado a prensa en absoluto pero ahí estaba en la pantalla.

Detrás de ese aire misterioso obviamente estaba Abrams, la vieja escuela de Spielberg acostumbrada a mercadear el reparto, la producción, la historia y la dirección, con por lo menos tres años de anterioridad para que empiece una peli, se dejó seducir por este insólito movimiento que causó la misma impresión e incluso más que cualquiera de sus producciones. Aún falta mucho para que se acabe la temporada de verano pero desde ya la crítica y el público califica este proyecto como uno de los mejores, atropellando toda la parafernalia de explotación alrededor de los comics de El Capitán América, Linterna Verde, Thor e incluso los cortos avances de Los Vengadores (aún me queda difícil compararla con el último capítulo de Harry Potter pero seguro se dan guerra).

Es una historia de niños, protagonizada por niños y con una clasificación apta para niños. Debo confesar que tenía miedo que fuera un salpicón con historias clásicas de Spielberg. Y si, pero no. Tiene rasgos de Close Encounters of the Third Kind, Jaws, E.T., Amazing Stories o incluso (sin ser una peli dirigida por él) se siente gran influencia de The Goonies, exitoso filme que produjo al lado de Richard Donner, pero logra salvar su originalidad con el propio estilo de Abrams. A nivel de producción, se siente la industria en cada uno de sus detalles, me permito rescatar el paso del tiempo y la escogencia de reparto, como factores invisibles para el público en general, por lo bien establecidos que están. La historia se hace creíble por la suficiencia en cada uno de sus detalles y valga la oportunidad para alabar el desempeño de Elle Fanning cuyos dotes histriónicos ya habíamos realzado en Somewhere pero aquí de nuevo con un par de pinceladas logra demostrar lo bien encaminada que está su carrera.

La música es compuesta por Michael Giacchino, un eje importante en el equipo de Abrams que ya trabajó con él en Star Trek, Lost y Fringe. Larry Fong por el contrario es más socio de la cinematografía de Zack Snyder con Watchmen, Sucker Punch y 300 aunque ya había trabajado con Abrams en Lost. A nivel de montaje, me he venido dando cuenta que un director es un eje importante en la concepción de una peli y su realización pero no es una pieza cinematográfica hasta que no pase por edición. Y lo más bonito es que, aunque algunas veces el director se sienta al lado del editor a armar su peli, se encuentra más valioso entregarle todo el material a una persona para que esa persona, entendiendo la intención primaria del director, la personalidad misma de la peli, arme todo el proyecto. Una decisión difícil que sólo se le puede confiar a una persona muy cercana y que haya trabajado con ellos durante muchos proyectos. Sucede con muchos directores David Cronenberg, Quentin Tarantino o incluso el gran maestro Martin Scorsese. Maryann Brandon y Mary Jo Markey son editoras que han trabajado con Abrams en Star Trek, MI3, Alias y seguramente van a seguir haciéndolo hasta que Abrams deje de realizar cine.

Como tal, Super 8 es una megaproducción de Hollywood que vale mucho la pena ver en cine, me emocioné, me sobresalté en varias oportunidades y me sentí de nuevo viendo ese tipo de pelis que me hicieron tan fanático de Spielberg pero que en algún momento dejó de realizar.

Nota personal: Al final de la peli, casi como epílogo de la historia hay un evento de Charles Kaznyk que definitivamente paga la boleta y es súper recomendado. Si va a cine no se levante hasta que no lo haya visto.

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