The Invisible War es un documental realmente desagradable de Kirby Dick. No por su forma sino por su contenido. Un relato común de más de cincuenta mujeres, heterosexuales y homosexuales, que han sido violadas dentro de las líneas del ejercito, por sus compañeros, sus superiores o en el peor de los casos por los agentes encargados de recibir sus demandas por abuso.
Las cifras son realmente increíbles -y lastimosamente dichos números en la pieza sólo llegan hasta el año 2010-. Alrededor de 108.000 veteranos (entre hombres y mujeres) denunciaron un abuso sexual mientras prestaban su servicio. Entendiendo que tan sólo un 10% de las mujeres denuncia los hechos y que prácticamente ningún hombre lo hace, la suma en realidad podría estar rondando los dos o tres millones de personas abusadas sexualmente en el ejercito de los Estados Unidos. Un número absurdamente chocante por el que valía la pena realizar la pieza. Pero lo más inquietante es que de esos 108.000 veteranos, sólo 60 mil reciben ayudas en salud, son conducidos no más de 300 casos y únicamente han sido sentenciado 55 agentes con penas irrisorias como retiro forzoso.
Si el nivel de atención es microscópico, el trauma físico y psicológico de estas mujeres es inversamente aberrante. Muchas de ellas eran lesbianas, otras eran castas e impúberes y otras sencillamente tienen unas lesiones tan fuertes que requieren de cuidado y revisión diaria, como por ejemplo Kori Cioca, protagonista de los relatos que simplemente ha ido perdiendo el maxilar inferior, gracias a un golpe directo recibido de su agresor que le destrozó la mandíbula en el momento de su violación. El estudio además demuestra que el maltrato, y las heridas causadas por él, son en muchos casos resultado de reiteraciones impunes. Lo más grave es que el violador es definido por expertos como un animal de asecho, que al escapar constantemente del castigo, se siente con más libertad de ejecutar nuevamente sus crímenes, tratando cada vez de ser más cruel y violento. Muchos de los reportes incluían reiteración del agresor en cuatro o cinco oportunidades sin que nada hubiese ocurrido.
La lucha es dura y los resultados aterradores pero lo es aún más la poca atención y eficacia en el tema para resolverlo. Los pocos planes que se han implementado no son más que ridículos y absurdos, como por ejemplo “…si está oscuro no andes sola” o “…si quieres tener una relación con ella espera hasta que esté sobria“, que claramente rodean la negligencia frente a la problemática en sí. Las políticas presidenciales han intentado cambiar las cifras pero los militares en Estados Unidos mantienen un fuero que asegura su impunidad; sin ir demasiado lejos, la misma guardia presidencial establecida en Washington obliga en eventos y/o fechas especiales ir a bares tradicionales a descargarse decenas de litros de alcohol donde siempre terminan un par de jovencitas ultrajadas.
Les decía que el documental es desagradable porque denuncia profundamente los grotescos actos dentro de la fuerza y ni un sólo logro que favorezca realmente a estas víctimas. La pieza además logro publicidad por sus varias nominaciones en los gremios de escritores o en el de directores pero siempre perdió con Searching for Sugar Man, en un acto sucio por divertir la atención del público sobre un tema tan delicado. Tan sólo en los Spirit de este año o en Sundance logró merecido reconocimiento gracias a tecnicismos que descalificaron a Sugar Man o premios de segunda categoría. Esperemos que Kirby Dick y su escritora Amy Ziering sigan en la lucha por develar más avances en esta preocupación, que no pierdan de vista este tema de ultraje y barbarismo que no debe quedarse callado y que además sirva de motivación a nuestros propios reporteros para poner los ojos en nuestras víctimas que sufren de un anonimato aún más profundo.