En la vida había escuchado de Nacho Vigalondo. Y aunque tiene 19 piezas en su portafolio como escritor y 13 como realizador, la mayoría de ellas se desarrollan como cortometrajes, su único y verdadero largo es este, Los Cronocrímenes de 2007.
Los Cronocrímenes es una historia muy parecida a Primer pero sin toda la jerigonza tecno-matemática de Shane Carruth. No me pareció fácil encontrarla porque la bajaron de Cuevana y no aparece habilitada directamente en Netflix, por lo que hay que escudriñar un poco. La lógica de los viajes en el tiempo no es lo importante sino su mecánica; una válvula gigante que funciona con un líquido blancuzco y cuatro bobinas son la clave del tema; gracias a ella se puede viajar a través del tiempo si y sólo si en el pasado la misma máquina está prendida.
En escena entra Héctor, interpretado por Karra Elejalde. Llega del mercado cargado de paquetes, entre ellos una silla que le ha pedido su esposa Clara (Candela Fernández). Clara se encuentra en el jardín arreglando sus matas y hablando de cualquier cosa mientras Héctor cansado quiere relajarse un poco. La cámara se comporta de una forma extraña, se acerca violentamente a detalles que nos parecen de alguna forma inoficiosos, parecen caprichos del director de fotografía Flavio Martínez Labiano. No podríamos estar más equivocados. De esta forma hemos detallado la caja de la silla, el teléfono, el estado de la obra dentro de la casa, la ventana, la torre detrás del bosque, las tijeras y la mujer desnudándose al fondo de los binoculares.
Antes de empezar a desenredar lo que significan todos estos detalles. Hay que decir que Vigalondo es un director y escritor muy audaz. Me encanta que se haya tomado el trabajo de diseñar al detalle su historia de los viajes en el tiempo pero me parece aún más genial esa sensación anacrónica de no saber si el relato es futurista o se desarrolla en algún momento en el pasado (muy parecido a la sensación que nos deja Never Let Me Go de Mark Romanek). En el planteamiento de la peli se establecen unos detalles sencillos, claros, evidentes y que llaman la atención gracias a los encuadres sistemáticos que le ha ordenado haga a Martínez Labiano; este por su parte no sólo ha cumplido cabalmente sino que acompañado de una ambientación de época tipo años 70’s le da un tono a la peli de vendimia muy rico. Los colores están tirados a una saturación cálida pero esa oxidación propia de los celuloides de la fecha logra además infundir en la trama un sentido de «pulp», de serie b; en este momento, la historia puede catalogarse como de suspenso, terror o novela policiaca.
Pero volviendo a los detalles, Vigalondo desarrolla una historia de viajes en el tiempo en una paradoja accidental de una hora. Los Cronocrímenes hace su planteamiento y casi que de ahí en adelante el tiempo se desarrolla en tiempo real, es decir, la paradoja de una hora en el tiempo se desarrolla en una hora de cinta en la pieza. Complica y densifica tanto el asunto en detalles que al final agradecemos que esa paradoja sea tan sólo de una hora y no algo más extenso como el día en Primer o los 30 años de Looper. Después de conocer a Héctor que es un gordito bonachón de más o menos cuarenta años, que vive en una casa campestre y que tiene vista a unos hermosos bosques; de nuevo, no nos interesa más que eso y su esposa yendo al pueblo. Intrigado por la mujer desnuda en el bosque y motivado por un pícaro fetichismo se dirige hacia ella. En su afán por saber su estado se acerca y detalla su hermoso cuerpo desnudo postrado en el césped hasta que es interrumpido por unas tijeras que se clavan profundamente en su brazo izquierdo. Grita adolorido, entra en pánico, huye y trata de refugiarse pero una serie de eventos que ha desatado con su impertinencia lo incluyen en una historia más grande con viajes en el tiempo.
La historia es muy sencilla. La tensión se genera desde el minuto 5 de la peli y nos mantiene en vilo hasta el último segundo tal como lo hacían las clásicas historias de suspenso «hitchcoquianas». Una gran pieza que se proclamó como la mejor en el Fantastic Fest de Austin, además de numerosos reconocimientos en círculos independientes de Estados Unidos, Europa y Asia. Súper recomendada.